lunes, 5 de marzo de 2012

«Sean misericordiosos, no juzguen, no condenen»


¡Amor y paz!

En nuestra sociedad, marcada por la economía de mercado, todo parece estar sometido a las leyes de la oferta y la demanda: doy para que me des, amo si me amas, como poco amor hay, más cuesta...

Pero el Amor que proviene de Dios, el que estamos llamados a emular, no es una mercancía. Por el contrario, es generoso y desinteresado, implica no solo dar sino darse, es vida y produce vida. Según se deduce de lo que afirma Jesús hoy en el Evangelio, si nos llenamos del amor de Dios, daremos frutos de misericordia, de perdón y de justicia.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes de la 2ª. Semana de Cuaresma.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 6,36-38.
Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso.  No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes". 
Comentario

La conciencia del hombre, si es cultivada, si no se entumece, si actúa desde su hondón de bien, nos lleva a realizar acciones que pueden ser al mismo tiempo sencillas y maravillosos, capaces de sorprender a cualquier observador.

A veces nos complace alabar en seres vivos y sensibles ciertos rasgos fascinantes que hablan de fidelidad y amistad en extremos inauditos. Sirva de ejemplo la actitud de un perrillo de compañía que –desde su sensibilidad, pobreza y amor- acepta y sabe compartir con un niño o con su amo una buena mesa, una mesa escasa, unas migajas de pan, un hambre no deseada, y hasta una hambruna de muerte, dando de sí todo el calor y alivio que su ser le permite.

Pues mucho más nos debe complacer una persona feliz, una mujer-madre, un corazón compasivo, un trabajador agobiado, un educador solícito, si

teniendo más frío que calor,
más hambre y necesidad que pan,
más preocupaciones que sosiegos,
más fatiga que descanso,
más desengaño que esperanzas,  

siempre llevan en su alforja espiritual un tarro de bondad, una palabra de ánimo, una candela que encender, un vaso de agua que dar a otro más necesitado...

Sea hoy hilo conductor de nuestra celebración el querer compartir, dar todos los dones recibidos, en la medida en que podamos ser solidarios de los demás, especialmente con los más necesitados, y oremos desde nuestra pobreza al modo de Teresa de Calcuta:

¡Señor!, me atrevo a pedirte que cuando tenga hambre no me abandones, pero que de cuando en cuando pongas a mi lado a alguien que sea tan necesitado y tan pobre o más pobre que yo,
y que me complazca en compartir con él el pan duro que hoy me quede o al menos la palabra y la paciencia para encontrarlo y compartirlo mañana. Amén.

DOMINICOS 2003