miércoles, 2 de junio de 2021

«No es Dios de muertos, sino de vivos»

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este miércoles de la novena semana del tiempo ordinario, ciclo B

Dios nos bendice…

PRIMERA LECTURA DE LA MISA

Llegaron las oraciones de los dos a la presencia gloriosa del Dios Altísimo

Lectura del libro de Tobías 3, 1-11. 24-25


En aquellos días, Tobías se echó a llorar; rezaba entre sollozos y decía: Señor, tú eres 
justo y justas son tus sentencias;
actúas siempre con misericordia, con lealtad y con justicia. 
Señor, acuérdate de mí; no me castigues por mis pecados, 
no tengas en cuenta mis culpas ni las de mis padres. 
Por desobedecer tus mandamientos nos entregaste al saqueo, al destierro y a la 
muerte;
nos hiciste refrán y burla de las naciones donde nos dispersaste. 
Señor, tus sentencias son graves, pues no cumplimos tus mandamientos ni nos 
portamos lealmente contigo. 
Señor, haz de mí lo que quieras, hazme expirar en paz, que prefiero la muerte a la 
vida. 
Aquel mismo día Sara, hija de Ragüel, vecino de Ragués, ciudad de Media, tuvo 
que soportar también los insultos de una criada de su padre; en efecto, Sara se 
había casado siete veces, y el demonio Asmodeo había ido matando a todos sus 
maridos, apenas se acercaban a el1a. 
Pues bien, Sara regañó a la criada con razón, pero ésta replicó así: —¡Que no 
veamos nunca sobre la tierra hijo ni hija tuya, asesina de tus maridos ! ¿Es que 
quieres matarme también a mí, lo mismo que mataste ya a siete hombres? 
Oyendo esto, Sara subió al piso de arriba de su casa y estuvo tres días y tres noches 
sin comer ni beber;  lloraba y rezaba sin cesar, pidiéndole a Dios que la librase de 
semejante baldón. 
Por entonces llegaron las oraciones de los dos a la presencia gloriosa del Dios 
Altísimo y fue enviado el santo ángel Rafael a curarlos a los dos, que habían 
elevado sus oraciones a Dios al mismo tiempo. 

 

SALMO RESPONSORIAL

Salmo responsorial Sal 24, 2-3a. 4-5ab. 6-7bc. 8-9

V/. A ti, Señor, levanto mi alma. 
R/. A ti, Señor, levanto mi alma. 
V/. Dios mío, en ti confío, no quede yo defraudado, que no triunfen de mí mis 
enemigos; pues los que esperan en ti no quedan defraudados, mientras que el 
fracaso malogra a los traidores. R/. 
V/. Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas, haz que camine con 
lealtad; enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. R/. 
V/. Recuerda, Señor, que tu ternura y misericordia son eternas; acuérdate de mí 
con misericordia, por tu bondad, Señor. R/. 
V/. El Señor es bueno y recto, y enseña el camino a los pecadores; hace caminar a 
los humildes con rectitud, enseña su camino a los humildes. R/. 

 

EVANGELIO DE LA MISA

No es Dios de muertos, sino de vivos

Lectura del santo Evangelio según San Marcos 12, 18-27

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús saduceos, de los que dicen que no hay 
resurrección, y le preguntaron: Maestro, Moisés nos dejó escrito: «Si a uno se le 
muere su hermano, dejando mujer pero no hijos, cásese con la viuda y dé 
descendencia a su hermano» Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó 
y murió sin hijos; el segundo se casó con la viuda y murió también sin hijos; lo 
mismo el tercero; y ninguno de los siete dejó hijos. Por último murió la mujer. 
Cuando llegue la resurrección y vuelvan a la vida, ¿de cuál de ellos será mujer? 
Porque los siete han estado casados con el1a. 
Jesús les respondió: Estáis equivocados, porque no entendéis la Escritura ni el 
poder de Dios. 
Cuando resuciten, ni los hombres ni las mujeres se casarán; serán como ángeles del 
cielo. 
Y a propósito de que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, 
en el episodio de la zarza, lo que le dijo Dios: «Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios 
de Isaac, el Dios de Jacob» ? No es Dios de muertos, sino de vivos. 
Estáis muy equivocados.

COMENTARIO

Tb 3, 1-11.14-15

Hay dos personajes que cargan sobre sus espaldas con el sufrimiento y las miserias de la humanidad: el anciano Tobías, cuya bondad para con los desafortunados es muy mal recompensada, puesto que se ve afectado por la ceguera, y Sara, víctima de extraños maleficios que hacen que sus maridos mueran una tras de otro.

Tobías y Sara experimentan cruelmente el problema del mal. Para ellos, el sufrimiento proviene de Dios, pero es el castigo por sus propias faltas (vv. 3-4). Por eso piden al Padre que les quite la vida (vv. 6, 10). ¿Es que acaso su sufrimiento tiene remedio? Jamás un ciego volverá a recuperar la vista y la desventurada embrujada lo seguirá estando ya para siempre. Ya no habrá felicidad para ninguno de los dos en esta tierra.

Su oración, resignada y esperanzada, humilde y sincera, ¿es realmente conforme con la fe? Cabe preguntarse si no estará guiada por un concepto erróneo de la retribución y si Tobías y Sara tienen ideas claras sobre el problema de la existencia del mal.


¿Una oración de ese estilo no supone, en efecto, un juicio sobre Dios, una especie de lógica a la medida del hombre que pone en tela de juicio el amor mismo de Dios en nombre de un ideal que nosotros nos imaginamos más como un paraíso terrenal a recuperar que como la exigencia de una salvación a construir en la esperanza? Entonces, ¿a título de qué se mezcla inmediatamente a Dios cuando se trata del mal? ¿No será acaso en virtud de una concepción cosista de su persona, que todavía está muy extendida en nuestro mundo occidental y que ve en él al "primer motor" y al "relojero" de nuestro mundo, al cual se hace responsable directo de todo desorden real o aparente en el mecanismo del universo? Esta concepción nos aleja totalmente del Dios revelado en Jesucristo.


Por otra parte, ¿no es acaso desorbitar las cosas el establecer un nivel de igualdad entre sufrimiento, catástrofes, guerra, pecado? Porque todos estos términos representan experiencias humanas profundamente diferentes debido al papel más o menos inmediato que el hombre desempeña en ellas. ¿Cabe la posibilidad de confundir, por ejemplo, la enfermedad que aflige, el imperialismo que aplasta, el egoísmo que separa, la indiferencia que hiere? Y, a pesar de todo, el mal existe. Pero, ¿es sensato preguntar el porqué de un hecho que se impone universalmente por encima de la libertad? ¿No sería mejor tratar de tomar posiciones respecto a él? La forma de hacerlo no sería precisamente la de una justificación intelectual de las conexiones entre el mal, Dios y el amor, sino la de una fe cristiana que desentraña el sentido de los acontecimientos y el significado de la existencia del hombre dentro de una salvación que es historia y acontecer.

El hombre no cree ya que el universo esté constituido por unas fuerzas que le dominan al modo de un destino fatal; sabe más bien que tiene que reducirle a su servicio y para que pueda desarrollarse. Mas su mutua complementación tiene su meta al final de una historia por la que pasan al ritmo de la libertad del hombre.

Esta solidaridad del hombre y del universo estalla en Jesucristo, en quien Pablo reconoce al que reúne en sí la totalidad del universo que ha llegado a su plenitud y en el que el hombre ocupa un lugar privilegiado. Esta unidad no se manifestará en su totalidad, sino a la vuelta gloriosa del Cristo vencedor. Pero, por el momento, "los sufrimientos del tiempo presente no se pueden comparar con la gloria que ha de revelarse en nosotros" (Rom 8, 18-21). Cuando, al igual que Tobías y Sara, nos vemos tentados a hacer a Dios responsable de un mal que dominó toda nuestra vida, advertimos que, por el contrario, en Jesucristo comparte Dios con nosotros nuestra condición, acompañándonos en todas las circunstancias por las que tenemos que atravesar, cargando junto con nosotros el peso de una lucha que es una progresiva liberación. 

En su exigente misericordia, nos saca de todos los refugios que nosotros nos buscamos para sustraernos a esa lucha contra la enfermedad, la guerra, el egoísmo, y para ejercer un dominio cada vez mayor sobre la naturaleza, que tiene que irse perfeccionando a fin de que pueda servir mejor al hombre. Nuestra pasividad ante el compromiso temporal se escuda tras un cúmulo de pretextos y de falsas razones denunciadas por Jesucristo, el cual nos precedió en el compromiso y en la lucha.

Dios está con nosotros, conoce la condición del pecador, excluido el pecado en sí, puesto que pasó por la prueba de nuestro sufrimiento físico y moral. Desde entonces, ya no estamos solos.
A pesar de todo, el mal, el sufrimiento y la muerte existen. Por supuesto que existen, pero la fe nos insta a echar una ojeada de ojos nuevos sobre una situación a veces intolerable, pero que ahora ya se apoya en una visión de esperanza posible en Jesucristo. Lo que esa visión esperanzadora nos presenta de cara al futuro hemos de vivirlo dentro de una oscuridad parcial que lleva consigo el riesgo de toda nuestra existencia en aras de una promesa de salvación que ya ha comenzado, pero que todavía necesita ser actualizada en su totalidad.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VI
MAROVA MADRID 1969.Pág.12s.