Los invito, hermanos, a leer y
meditar el Evangelio y el comentario, en este V Domingo de Pascua, Ciclo C.
Dios nos bendice...
Lectio Divina: 5º Domingo de Pascua (C)
Lectio
Domingo, 19 May ,
2019
El mandamiento nuevo:
amar al prójimo como Jesús nos amó
Juan 13,31-35
1. LECTIO
a) Oración inicial:
Señor Jesús ayúdanos a
entender el misterio de la Iglesia, comunidad de amor. Al darnos el mandamiento
nuevo como constitutivo de la Iglesia, tú nos indicas que es el primero en la
jerarquía de valores. Cuando estabas a punto de despedirte de tus discípulos,
has querido ofrecer el memorial del mandamiento nuevo, el nuevo estatuto de la
comunidad cristiana. No fue una piadosa exhortación, sino más bien, un
mandamiento nuevo, que es el amor. En esta ‘relativa ausencia’ estamos
invitados a reconocerte presente en la persona del hermano. En este periodo de
la Pascua, Señor Jesús, tú nos recuerdas que el tempo de la Iglesia, es el
tiempo de la caridad, es el tempo del encuentro contigo mediante los hermanos.
Sabemos que al final de nuestra vida nos juzgarán sobre el amor. Ayúdanos a
encontrarnos en cada uno de nuestros hermanos y hermanas, aprovechando las
pequeñas ocasiones de cada día.
b)
Lectura del texto:
31 Cuando salió, dice Jesús: «Ahora ha sido
glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él. 32 Si Dios ha sido glorificado en él, Dios también le glorificará en
sí mismo y le glorificará pronto. 33 «Hijos míos, ya
poco tiempo voy a estar con vosotros. Vosotros me buscaréis, y, lo mismo que
les dije a los judíos, que adonde yo voy, vosotros no podéis venir, os digo
también ahora a vosotros.
34 Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los
unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los
unos a los otros. 35 En esto conocerán todos
que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros.»
c)
Unos momentos de silencio orante:
El pasaje evangélico
que vamos a meditar nos presenta unas palabras de despedida de Jesús dirigidas
a sus discípulos. Este relato hay que considerarlo una especie de sacramento
del encuentro con la Persona viva y verdadera de Jesús.
2. MEDITATIO
a)
Preámbulo al discurso de Jesús:
Nuestro pasaje
concluye el cap. 13 en el que se entrelazan dos temas, que luego son retomados
y desarrollados en el cap. 14: donde el Señor va, y por lo tanto el lugar; y el
tema del mandamiento del amor. Algunas consideraciones sobre cómo se articula
el contexto en el que están insertas las palabras de Jesús sobre el mandamiento
nuevo pueden ayudarnos a llegar a algunas reflexiones preciosas sobre los
contenidos.
En primer lugar en el
v.31 se dice «cuando salió», ¿de qué se trata? Para entenderlo hay que ir al v.
30 donde se dice que «tomado un bocado, salió enseguida. Y era de noche». Por
consiguiente, el personaje que sale es Judas. La expresión «era de noche», es
característica de todos los «discursos de despedida» que acontecen justamente
de noche. Las palabras de Jesús en Juan 13,31-35 van precedidas de esta
inmersión en la oscuridad de la noche. ¿Qué significado simbólico tienen? En
Juan la noche representa el momento cumbre de la intimidad esponsal (por
ejemplo la noche esponsal), pero al mismo tempo de la suprema angustia. Otro
significado de la oscuridad de la noche: representa el peligro por antonomasia,
es el momento en el que el enemigo urde los hilos de la venganza hacia
nosotros, expresa el momento de la desesperación, de la confusión, del desorden
moral e intelectual. La oscuridad de la noche es como un callejón sin salida.
Durante la tormenta
nocturna, en Juan 6, la oscuridad de la noche expresa la experiencia de la
desesperación y de la soledad, mientras que están en mano de las fuerzas
oscuras que agitan las aguas del mar. Y la anotación temporal "mientras
era aún de noche" en Juan 20,1 indica las tinieblas producidas por la
ausencia de Jesús. En el Evangelio de Juan, Cristo luz no está en el sepulcro,
por ello reina la oscuridad (20,1).
Con razón, pues, los
«discursos de despedida» hay que considerarlos dentro de este marco temporal.
Casi a indicar que el color de fondo de estos discursos es la separación, la
muerte o el irse de Jesús que dará lugar a una sensación de vacío o de amarga soledad.
En el hoy de la iglesia y de la humanidad podría significar que cuando Jesús lo
ausentamos de nuestra vida despunta en nosotros la experiencia de la angustia y
del sufrimiento.
Volviendo a las
palabras de Jesús en 3,31-34, eco de su ida y de su muerte inmediata, el
evangelista Juan evoca de nuevo su pasado vivido con Jesús, entretejido de
recuerdos que le han abierto los ojos a la riqueza misteriosa del Maestro. Esta
memoria del pasado forma parte también del camino de fe.
Es característico de
los «discursos de despedida» el que todo lo que se transmite, en particular en
el momento tan trágico y solemne de la muerte, se convierta en patrimonio
inalienable, testamento que hay que custodiar con fidelidad. Y también los
discursos de Jesús sintetizan todo lo que ha enseñado y realizado, con el
intento de solicitar a los discípulos para que sigan la misma dirección que él
mismo ha indicado.
b)
Para ahondar en el tema:
Nuestra atención se
detiene, ante todo, sobre la primera palabra utilizada por Jesús en este
discurso de despedida que leemos en este domingo de Pascua: «Ahora». «Ahora el
Hijo del Hombre ha sido glorificado». ¿De qué «hora» se trata? Es el momento de
la cruz que coincide con la glorificación. Este último término en el Evangelio
de Juan coincide con la manifestación, o revelación. Por consiguiente la cruz
de Jesús es la «hora» de la máxima epifanía o manifestación de la verdad. Hay
que excluir todo significado sobre el ser glorificado que pueda hacer pensar a
algo relativo al «honor», al «triunfalismo», etc.
Por un lado Judas
entra de noche, Jesús se prepara a la gloria: «Cuando salió, dice Jesús: «Ahora
ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él. Si
Dios ha sido glorificado en él, Dios también le glorificará en sí mismo y le
glorificará pronto” (v.31-32). La traición de Judas madura en Jesús la
convicción de que su muerte es «gloria». La hora de la muerte en cruz está en
el plan de Dios; es la «hora» en la que sobre el mundo, mediante la gloria del
«Hijo del hombre», resplandecerá la gloria del Padre. En Jesús, que ofrece la
vida al Padre en la «hora» de la cruz, Dios se glorifica revelando su ser
divino y acogiendo en su comunión a todos los hombres.
La gloria de Jesús
(del Hijo) consiste en su «amor hasta el extremo» por todos los hombres, tanto
que se ofrecen hasta a los que le traicionan. Un amor, el amor del Hijo, que se
hace cargo de todas las situaciones destructoras y dramáticas que gravitan alrededor
de la vida y de la historia de los hombres. La traición de Judas es el símbolo,
no tanto de un individuo, como de toda la humanidad malvada e infiel a la
voluntad de Dios.
Sin embargo, la
traición de Judas sigue siendo un evento cargado de misterio. Un exegeta
escribe: “Con su traicionar a Jesús, «la culpa se inserta en la revelación; y
hasta se pone al servicio de la revelación» (Simoens, Secondo Giovanni, 561). En un cierto sentido la traición de Judas
ofrece la posibilidad de conocer mejor la identidad de Jesús: su traición ha
permitido comprender hasta que punto ha llegado la predilección de Jesús por
los suyos. Don Mazzolari escribe: «Los apóstoles se han convertido en amigos
del Señor, buenos o no, generosos o no; fieles o no quedan siempre amigos. No
podemos traicionar la amistad de Cristo: Cristo no nos traiciona nunca, no
traiciona nunca a sus amigos, aunque no lo merezcamos, aún cuando nos rebelamos
en contra de El, aún cuando lo negamos. Ante sus ojos y su corazón nosotros
somos siempre los “amigos” del Señor. Judas es un amigo del Señor aunque en el
momento en que, besándolo, consume la traición del Maestro» (Discursos 147).
c) El
mandamiento nuevo:
Detengamos nuestra
atención sobre el memorial del mandamiento nuevo.
En el v.33 notamos un
cambio en el discurso de despedida de Jesús, no se usa más la tercera persona,
sino que hay un «tú» a quien el Maestro dirige su palabra. Este «tú» se expresa
al plural y con un término griego que expresa profunda ternura: «hijitos»
(teknía). Más concretamente: Jesús utilizando este término quiere comunicar a
sus discípulos, con el tono de su voz y con la apertura de su corazón, la
inmensa ternura que les tiene.
Es interesante,
además, otra indicación que encontramos en el v.34: «que os améis unos a otros
como yo os he amado». El término griego Kathòs «como», no indica de por sí una
comparación: como yo os he amado, amaos. El sentido podría ser consecutivo o
causal: «Ya que yo os he amado, así amaos también vosotros».
Hay exegetas que como
el P.Lagrange ven en este mandamiento de Jesús un sentido escatológico: durante
su relativa ausencia, Jesús, en espera de su definitivo retorno, quiere ser
amado y servido en la persona de sus hermanos. El mandamiento nuevo es el único
mandamiento. Si falta, todo falta. Escribe Magrassi: «Fuera las etiquetas y las
clasificaciones: todo hermano es sacramento de Cristo. Interroguémonos sobre
nuestra vida cotidiana: ¿es posible vivir al lado del hermano de la mañana a la
noche sin aceptarlo y sin amarlo? La gran operación en este caso es el éxtasis
en el sentido etimológico de la palabra: salir de mí para hacerme prójimo de
cualquiera que me necesite, empezando por los más cercanos y por las cosas
humildes de cada día» (Vivere la chiesa, 113).
d)
Para la reflexión:
- ¿Amamos a nuestros
hermanos como amamos a Cristo?
- ¿Sé reconocer al
Señor presente en la persona del hermano, de la hermana?
- ¿Sé captar las
pequeñas ocasiones cotidianas para hacer bien a los demás?
- Interroguémonos
sobre nuestra vida cotidiana: ¿es posible vivir al lado de los hermanos de la
mañana a la noche sin aceptarlos y sin amarlos?
- La caridad ¿da
sentido a todo en mi vida?
¿Qué puedo hacer para
mostrar mi agradecimiento al Señor que vino por mi a hacerse siervo y ha
consagrado por mi bien toda su vida? Jesús contesta: Sírveme en mis hermanos.
Es éste el modo más auténtico para indicar el realismo de tu amor para conmigo.
3. ORATIO
a) Salmo 23,1-6:
El
salmo nos ofrece la imagen de la Iglesia peregrina, acompañada por la
bondad y lealtad de Dios, hasta que llegue definitivamente a la casa del Padre.
A lo largo de este camino, la orienta el memorial del amor: tu bondad y tu
fidelidad me acompañan.
Yahvé es mi pastor,
nada me falta.
En verdes pastos me
hace reposar.
Me conduce a fuentes
tranquilas,
allí reparo mis
fuerzas.
Me guía por cañadas
seguras
haciendo honor a su
nombre.
Aunque fuese por valle
tenebroso,
ningún mal temería,
pues tú vienes
conmigo;
tu vara y tu cayado me
sosiegan.
Preparas ante mí una
mesa,
a la vista de mis
enemigos;
perfumas mi cabeza,
mi copa rebosa.
Bondad y amor me
acompañarán
todos los días de mi
vida,
y habitaré en la casa
de Yahvé
un sinfín de días.
b)
Orar con los Padres de la Iglesia:
Te amo por ti mismo,
te amo por tus dones,
te amor por tu amor
y te amo de manera
que,
si un día Agustín
fuera Dios
y Dios fuera Agustín,
quisiera volver a ser
lo que soy, Agustín.
Para hacer de ti el
que eres,
porque tú sólo eres
digno de ser quien eres.
Señor, tu lo ves,
mi lengua desvaría,
no sé expresarme,
pero no desvaría el
corazón.
Tú ves lo que yo
siento
y aquello que no sé
decirte.
Te amo, Dios mío,
y mi corazón es
angosto ante tanto amor,
mis fuerzas ceden a
tanto amor,
y mi ser es demasiado
pequeño por tanto amor.
Salgo de mi pequeñez
y todo en ti me
sumerjo,
me transformo y me
pierdo.
Fuente del ser mío,
Fuente de todo mi
bien:
Mi amor y mi Dios.
(S. Agustín: Las Confesiones)
c)
Oración final:
La Beata Teresa
Scrilli arrebatada por un deseo ardiente de corresponder al amor de Jesús, así
se expresa:
Te amo,
o Dios mío,
en tus dones;
te amo en mi nulidad,
porque en ella también
entiendo,
tu infinita sabiduría;
te amo en los
acontecimientos múltiples ordinarios y extraordinarios,
con que tu acompañaste
mi vida…
Te amo en todo,
momentos de paz o de
desconcierto;
porque no busco,
ni nunca busqué,
de Ti consuelos;
sino que a Ti, Dios de
los consuelos.
Porque nunca me glorié
ni me complací,
en aquello que me
hiciste sentir en tu Divino amor por gracia gratuita,
ni me angustié y turbé
si dejada en la aridez
y poquedad.
(Autobiografía, 62)
Orden
de los Carmelitas