miércoles, 16 de febrero de 2011

¿En verdad no tenemos tiempo para leer la Palabra de Dios?

¡Amor y paz!

El Evangelio de hoy se puede interpretar como el proceso gradual de visión y conversión que siguen los discípulos de Jesús que, sólo con la ayuda de Él, van madurando en su fe y en su seguimiento.

Recordemos que ayer Jesús reprendía a sus discípulos porque no entendían: “¿Para qué les sirven los ojos si no ven y los oídos si no oyen?”. Preguntémonos hoy qué es lo que no nos deja ver ni oír bien: ¿Los afanes de cada día? ¿Los bienes terrenales? ¿La lucha por la subsistencia? Hagamos lo urgente, sin descuidar lo verdaderamente importante. Fijémonos en lo que Jesús nos dice en otro aparte del Evangelio: ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma? (Mt 16, 24-28).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles de la VI Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Marcos 8,22-26.
Cuando llegaron a Betsaida, le trajeron a un ciego y le rogaban que lo tocara. El tomó al ciego de la mano y lo condujo a las afueras del pueblo. Después de ponerle saliva en los ojos e imponerle las manos, Jesús le preguntó: "¿Ves algo?". El ciego, que comenzaba a ver, le respondió: "Veo hombres, como si fueran árboles que caminan". Jesús le puso nuevamente las manos sobre los ojos, y el hombre recuperó la vista. Así quedó curado y veía todo con claridad. Jesús lo mandó a su casa, diciéndole: "Ni siquiera entres en el pueblo". 
Comentario

Apenas llega Jesús a cualquier parte, aparece de inmediato la gente preocupada por su sanación. Esta vez es en Betsaida. Toma un ciego, que le han traído, que tiene la esperanza de recuperar la visión, y lo lleva a un lugar privado. Allí le va devolviendo la vista poco a poco, hasta que por fin lo logra. Luego Jesús pide al hombre que se vaya en silencio para su casa; no desea ser tomado como un mago o un curandero famoso, ya que su objetivo es otro.

En este relato se nota cómo los discípulos de Jesús parece que no lo conocieran ni lo confesaran como el Dios en quien tienen que creer. Son como el ciego del milagro: al principio no ven nada, luego comenzarán a ver borroso, hasta que consiguen ver con claridad. Todo esto es producto de lo que estaban viviendo los discípulos, que no eran capaces de dar el paso con firmeza; primero dudaban, hasta que al fin lo conseguían. Lo que nos quiere decir es que el proyecto de Jesús no fue tan fácil de ser asumido como parece; los procesos que tuvieron que pasar en esa época debieron producir muchos inconvenientes. Ello nos facilita constatar dónde aparece el vigor que caracteriza la tenacidad de las luchas humanas.

Debe quedar claro en nuestra vida comunitaria que a Jesús se llega paso a paso, y que lograrlo también requiere de nuestra colaboración, ya que esto no se da por cálculos humanos sino, por la manera como nosotros nos abrimos a la acción de Dios. Las intervenciones de Dios son también pedagógicas, escalonadas, pacientes, abonadas con una sabiduría que nosotros no conocemos ni siempre comprendemos.

Servicio Bíblico Latinoamericano
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