sábado, 7 de octubre de 2017

«He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra»

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios y el comentario, en este sábado en que celebramos la memoria de Nuestra Señora del Rosario,

Dios nos bendice...

Primera Lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 1, 12-14

Después de subir Jesús al cielo, los apóstoles se volvieron a Jerusalén, desde el monte que llaman de los Olivos, que dista de Jerusalén lo que se permite caminar en sábado. Llegados a casa, subieron a la sala, donde se alojaban: Pedro, Juan, Santiago, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Santiago el de Alfeo, Simón el Celotes y Judas el de Santiago.
Todos ellos se dedicaban a la oración en común, junto con algunas mujeres, entre ellas María, la madre de Jesús, y con sus hermanos.

Salmo

Salmo responsorial Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador.

Porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitaran todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo.

Y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón.
Derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
como lo había prometido a nuestros padres
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Evangelio

Lectura del Santo Evangelio según Lucas 1, 26-38

Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.
Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»
Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo.
El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios;
vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús.
Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.»
María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?»
El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios.
Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril,- porque ninguna cosa es imposible para Dios.»
-Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y el ángel dejándola se fue.
Reflexión del Evangelio del día

Alegría que descubre la presencia de Dios

  El texto de Zacarías se inserta en la tercera de las ocho visiones que narra el profeta en lo que se denomina el Primer Zacarías.  Es la visión del cordel de medir: Jerusalén es grande y su grandeza se la da la presencia de Dios.  

“Alégrate y goza…que voy a habitar en medio de ti”.  Pero esa grandeza no se quedará en Jerusalén, sino que “Aquel día se asociarán al Señor pueblos sin número; ellos serán mi pueblo…”  Esta visión universal es la que quisiera destacar este día entrañable de la Virgen del Rosario.

En la entraña de nuestro universo habita un Dios que nos ama y acoge como suyos, y va desgranando este amor en cada uno de los pueblos y habitantes, como las cuentas de un inmenso rosario que nos une a su corazón.  “Habitaré en medio de ti y comprenderás que el Señor de los ejércitos me ha enviado a ti”. Descubrir esa presencia de Dios abre la posibilidad de gozo y alegría para los suyos, que somos todos.  El rosario nos relata esta aventura salvadora de Dios en nuestro mundo. 

Estamos llamados a vivir siendo testigos de este impresionante relato que nos narra el paso de Dios por la humanidad.  Porque cada día podemos ver las huellas de la presencia de Dios en tantas palabras y gestos de bondad y generosidad que hacen posible la esperanza, en la entrega silenciosa al servicio del Reino y los hermanos, en la reconciliación y el perdón sinceros, en la lucha por la justicia, la paz y la solidaridad.  “¡Silencio todo el mundo ante el Señor que se levanta de su morada santa!”

Alegría que es regalo del Amor de Dios

Será María la que guarde ese profundo silencio que permite escuchar la voz de Dios.  Dice el maestro Eckhart “La meta más alta que se puede alcanzar en la vida es permanecer en silencio y dejar que Dios hable y actúe interiormente”.  Este texto del Evangelio de Lucas es tremendamente rico y profundo, pero quisiera hacer una invitación al silencio, el que nos permite viajar a lo más profundo, escuchar el eco que el Amor de Dios nos deja en el alma.  Ahí es donde brota la alegría verdadera, la que es un regalo que Dios nos hace, porque somos “llenos de gracia”.

María, en su advocación del Rosario, nos invita a navegar en ese mar del silencio interior y dejarnos sorprender por los misterios de la vida de su hijo.  Ahí Dios sabrá tranquilizar nuestros temores, nos compartirá los proyectos de su corazón, acallará nuestras dudas y nos embaucará, sin remedio, en su misión de amor.  Ahí encontraremos confianza en Dios, nuestro interior se empapará de una vida más profunda y coherente, centrada y enraizada en El.  Aprenderemos a esperar sin desesperar, a descubrir las huellas del paso de Dios, a amar incondicionalmente y darnos sin reservas, así como María hizo.  Escucharemos las palabras del ángel “el Señor está contigo” y nos sentiremos profundamente acompañados.

María siente esa alegría y confianza, vence sus temores y dudas, y responde, valiente: “hágase en mí según tu palabra”.  No tiene ni idea de cómo va a suceder todo, ni las consecuencias que le acarreará, pero es capaz de decir: “hágase en mí”.  Cuántas veces nos ocurre que respiramos profundamente y decimos: “venga, vamos allá”, y continuamos el camino de la vida con renovadas esperanzas, permitiéndonos sentir la alegría de creer de veras que “para Dios nada hay imposible”.  Cada Avemaría puede ser un eco repetido en ese silencio interior del alma para decir: “hágase en mí, hágase en mí…”

Hna. Águeda Mariño Rico O.P.
Congregación de Santo Domingo 

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