¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este viernes de la 8ª. Semana
del Tiempo Ordinario.
Dios nos bendice…
Evangelio
según San Marcos 11,11-26.
Jesús llegó a Jerusalén y fue al Templo; y después de observarlo todo, como ya era tarde, salió con los Doce hacia Betania. Al día siguiente, cuando salieron de Betania, Jesús sintió hambre. Al divisar de lejos una higuera cubierta de hojas, se acercó para ver si encontraba algún fruto, pero no había más que hojas; porque no era la época de los higos. Dirigiéndose a la higuera, le dijo: "Que nadie más coma de tus frutos". Y sus discípulos lo oyeron. Cuando llegaron a Jerusalén, Jesús entró en el Templo y comenzó a echar a los que vendían y compraban en él. Derribó las mesas de los cambistas y los puestos de los vendedores de palomas, y prohibió que transportaran cargas por el Templo. Y les enseñaba: "¿Acaso no está escrito: Mi Casa será llamada Casa de oración para todas las naciones? Pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones". Cuando se enteraron los sumos sacerdotes y los escribas, buscaban la forma de matarlo, porque le tenían miedo, ya que todo el pueblo estaba maravillado de su enseñanza. Al caer la tarde, Jesús y sus discípulos salieron de la ciudad. A la mañana siguiente, al pasar otra vez, vieron que la higuera se había secado de raíz. Pedro, acordándose, dijo a Jesús: "Maestro, la higuera que has maldecido se ha secado". Jesús le respondió: "Tengan fe en Dios. Porque yo les aseguro que si alguien dice a esta montaña: 'Retírate de ahí y arrójate al mar', sin vacilar en su interior, sino creyendo que sucederá lo que dice, lo conseguirá. Por eso les digo: Cuando pidan algo en la oración, crean que ya lo tienen y lo conseguirán. Y cuando ustedes se pongan de pie para orar, si tienen algo en contra de alguien, perdónenlo, y el Padre que está en el cielo les perdonará también sus faltas”. Pero si no perdonan, tampoco el Padre que está en el cielo los perdonará a ustedes.
Comentario
a) Jesús ya llega a
Jerusalén. Saltándonos la escena de la entrada solemne -que leemos el Domingo
de Ramos- escuchamos hoy la acción simbólica en torno a la higuera estéril y la
otra acción, no menos simbólica y valiente, de Jesús arrojando a los mercaderes
del Templo.
La higuera no tenía
frutos. No era tiempo de higos o ya se le habían gastado. Jesús, con todo, se
queja de esa esterilidad. Su lamento nos recuerda el poema de la viña estéril
de Isaías 5: «Una viña tenía mi amigo... esperó que diese uvas, pero dio
agraces». Jesús pronuncia unas palabras duras contra la higuera: «nunca jamás
coma nadie de ti». En efecto, al día siguiente, la higuera se había secado. Si
Jesús hizo este gesto es porque apuntaba a otra clase de esterilidad: es el
pueblo de Israel, sobre todo sus dirigentes, el árbol que no da los frutos que
Dios pedía. Israel ha fracasado. Israel es la higuera seca.
En medio del episodio de
la higuera, entre su inicio y su conclusión al día siguiente, Marcos coloca la
escena del Templo y el gesto violento de Jesús. También aquí no había motivo
evidente para la ira de Jesús: los mercaderes que vendían animales para el
sacrificio o cambiaban monedas, estaban en el atrio, contaban con todos los
permisos de los responsables y no parecían estorbar el culto.
Lo que hace Jesús es, de
nuevo, un gesto simbólico, tal vez no tanto contra los mercaderes, sino contra
los responsables del Templo: lo que denuncia es la hipocresía del culto, hecho
de cosas exteriores pero sin obras coherentes en la vida. Ya los profetas, como
Jeremías, habían atacado la excesiva confianza que tenían los judíos en el
Templo y en la realización -eso sí, meticulosa- de sus ritos. El culto tiene
que ir acompañado de la fidelidad a la Alianza.
También quiere subrayar
Jesús que el culto del Templo debería ser más universal, sin poner trabas a los
extranjeros. Los mercaderes hacían que los que venían de fuera tuvieran que
cambiar la moneda pagana -considerada impura- por la judía, para poderla
ofrecer en el Templo. No sería extraño que en este comercio hubiera además
abusos y trampas, aprovechándose de los forasteros. Jesús quiere que el Templo
sea «casa de oración para todos los pueblos», lugar de oración auténtica. y no
una «cueva de bandidos» y de ajetreo de cosas y comercio.
b) Hoy va de quejas por
parte de Jesús. Y lo peor es que también podría estar defraudado de nosotros,
por nuestra esterilidad o por el clima de nuestras celebraciones litúrgicas.
¿Se podría decir de
nosotros, de cada uno y de la comunidad, que somos una higuera estéril'?
Valdría la pena que hiciéramos un alto en nuestro camino y nos dejáramos
interpelar por Cristo. Porque sería triste defraudar a Dios, no dando frutos o
dándolos de escasa calidad. El aviso lo irá repitiendo Jesús en días sucesivos,
por ejemplo con la parábola de los viñadores que no hacen producir el campo
arrendado. No podemos contentarnos con pensar que los que se sientan en el
banquillo de los acusados son los israelitas. Somos también nosotros, en la
medida en que no demos los frutos que Dios esperaba.
Nuestro examen tendría que
dirigirse también a nuestra manera de realizar el culto.
¿Mereceríamos nosotros un
gesto profético parecido de Jesús, purificando nuestras iglesias de toda
apariencia de mercantilismo o de acepción de personas? El quería que el Templo
fuera «casa de oración para todos» y que no se contaminara con intereses y negocios,
ni supusiera una barrera para otras culturas o nacionalidades.
El evangelio de hoy
termina, no sólo invitando a la oración llena de fe, sino también a la caridad
fraterna, sobre todo el perdón de las ofensas: «Cuando os pongáis a orar,
perdonad lo que tengáis contra otros, para que también vuestro Padre del cielo
os perdone vuestras culpas». Es lo que cada día decimos en el Padrenuestro: una
de las peticiones más comprometedoras que nos enseñara Jesús.
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 230-234
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 230-234