martes, 21 de agosto de 2012

Sólo quien no se apega a las riquezas puede ganar el cielo

¡Amor y paz!

Una vez el joven ha salido de la escena, sigue el diálogo entre Jesús y los discípulos. El fracaso que acaban de ver es un "hecho de vida" que invita a reflexionar y a juzgarlo a la luz del Reino de Dios. Jesús no hace un juicio temerario sobre el caso concreto del joven rico. La situación vivida es solamente una buena ocasión pedagógica para reafirmar una de las características del auténtico discípulo: la incompatibilidad entre el servicio a la riqueza y el Reino de Dios.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la XX Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 19,23-30.
Jesús dijo entonces a sus discípulos: "Les aseguro que difícilmente un rico entrará en el Reino de los Cielos. Sí, les repito, es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los Cielos". Los discípulos quedaron muy sorprendidos al oír esto y dijeron: "Entonces, ¿quién podrá salvarse?". Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: "Para los hombres esto es imposible, pero para Dios todo es posible". Pedro, tomando la palabra, dijo: "Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. ¿Qué nos tocará a nosotros?". Jesús les respondió: "Les aseguro que en la regeneración del mundo, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, ustedes, que me han seguido, también se sentarán en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y el que a causa de mi Nombre deje casa, hermanos o hermanas, padre, madre, hijos o campos, recibirá cien veces más y obtendrá como herencia la Vida eterna. Muchos de los primeros serán los últimos, y muchos de los últimos serán los primeros. 
Comentario

El fracaso de la invitación hecha a un joven lleva a Jesús a expresar la dificultad que tiene el rico para entrar en el Reino de Dios. Entendiendo éste como una posesión que se puede adquirir, se está imposibilitado de comprender la gracia del Reino. Sólo abandonándolo todo es posible abrirse a la recepción del don.

Esta necesidad de hacerse pequeño, exigida para crear las condiciones que hacen posible la recepción de la gracia del Reino, es algo imposible de lograr por medio del esfuerzo humano. Es necesaria la gracia de Dios como lo señala Jesús: “humanamente eso es imposible pero para Dios todo es posible”(v.26). 

La gracia de Dios hace posible vivir en el desprendimiento total a pesar de la imposibilidad humana de actuar de ese modo. Para recibir el Reino es necesario morir a lo propio o se hace morir el Reino en la vida propia. 

La pregunta de Pedro indica claramente que tampoco los discípulos han comprendido el sentido de las afirmaciones de Jesús. Entrampado en los criterios de la sociedad comercial de la época entiende el desprendimiento como el precio necesario. De allí surge su pregunta: “¿Qué nos va a tocar?”. 

Su preocupación por la recompensa revela que no ha entendido el significado del don del Reino.

Jesús, sin embargo, no elude la pregunta. Los discípulos han dejado todo en el seguimiento de Jesús, su compromiso por el Reino les hace acreedores de una función “en el mundo nuevo” inaugurado por el Juicio.

Las imágenes son tomadas de Dn 7,9: “vi que colocaban unos tronos y un anciano se sentó”. De esta forma se presenta al Juez Supremo y a sus ayudantes que en el texto evangélico son sustituidos por Jesús y los discípulos que lo siguen. A estos se les promete el sentarse “en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel” (v.28). 

Pero inmediatamente Jesús insiste sobre las exigencias para que cada individuo pueda alcanzarse esa participación. La promesa toca sólo “a todo aquel” (v.29) que ha sido capaz de entender el significado de Jesús en su vida y ha obrado en consecuencia. El encuentro con Jesús ha hecho posible su desprendimiento de las realidades más fundamentales de la existencia: “casa, o hermanos, o hermanas, o padre o madre, o hijos o tierras”. 

Este desprendimiento con que el hombre expresa su apertura a la gratuidad, lo capacita para aceptar el don del Reino, cuyo valor trasciende infinitamente lo que se ha abandonado. 

No se trata de un título que dé derecho a privilegios, sino del don de Dios al hombre que lo capacita al desprendimiento y, consiguientemente, a la recepción de ese don. 

De nuevo Jesús, en el texto evangélico de Mateo, invita a trascender los criterios fijados en el ámbito de la sociedad comercial. Su llamada a todo hombre es la de dejarlo todo para recibirlo todo y esta disponibilidad sólo puede ser creada en el corazón humano por la revelación del Padre. 

La comunidad cristiana debe continuamente volver a descubrir la gracia de Dios si quiere responder adecuadamente a esta llamada de Jesús.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)