¡Amor y
paz!
Los
invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este
Sábado
Santo, a la espera de la Vigilia Pascual cuando se proclamará solemnemente la
Resurrección del Señor:
Dios nos
bendice...
Lectio Divina: Sábado Santo
Lectio
Sábado, 20 Abril ,
2019
Lucas
23, 50-56
La
luz del Esposo brilla en la noche
1. Oración
Señor, en este día
sólo hay soledad y vacío, ausencia y silencio: una tumba, un cuerpo sin vida y
la oscuridad de la noche. Ni siquiera Tú eres ya visible: ni una Palabra,
ni un respiro. Estás haciendo Shabbát, reposo absoluto. ¿Dónde te encontraré ahora
que te he perdido?
Voy a seguir a las
mujeres, me sentaré también junto a ellas, en silencio, para preparar los
aromas del amor. De mi corazón, Señor, extraeré las fragancias más
dulces, las más preciosas, como hace la mujer, que rompe, por amor, el vaso de
alabastro y esparce su perfume.
Y llamaré al Espíritu,
con las palabras de la esposa repitiendo: “ ¡Despierta, viento del
norte, ven, viento del sur! ¡Soplad sobre mi jardín! ( Ct. 4,16)
2. Lectura
Del evangelio según S. Lucas
(23, 50-56)
50 He aquí un
miembro del Consejo, llamado José, hombre recto y justo,
51 que había disentido
con las decisiones y actitudes de los demás. Era de Arimatea, ciudad de Judea,
y esperaba el Reino de Dios.
52 Fue a ver a Pilato
para pedirle el cuerpo de Jesús.
53 Después de bajarlo
de la cruz, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro cavado en la
roca, donde nadie había sido sepultado.
54 Era el día de la
Preparación, y ya comenzaba el sábado.
55 Las mujeres que
habían venido de Galilea con Jesús siguieron a José, observaron el sepulcro y
vieron cómo había sido sepultado.
56 Después regresaron
y prepararon los bálsamos y perfumes, pero el sábado observaron el descanso que
prescribía la Ley.
3. Meditación
“He aquí”. Esta sencillísima expresión es, en realidad, una
explosión de vida y de verdad, es un grito que rompe la indiferencia, que
sacude de la parálisis, que atraviesa el velo. Es contraria a y libera de la
inmensa posición de distancia que ha acompañado la experiencia de los
discípulos de Jesús durante la pasión. Pedro lo seguía de lejos ( Lc 22,54);
todos sus conocidos y las mujeres que lo habían seguido lo observaban desde
lejos ( Lc 23,49). José de Arimatea, sin embargo, se adelanta, se presenta ante
Pilato y pide el cuerpo de Jesús. Él está ahí, no está entre los ausentes; está
cercano, no guarda una distancia y ya no se va.
“Ya
comenzaba la luz del Sábado.” Este
Evangelio nos coloca en ese momento tan particular que se da entre la noche, la
oscuridad, y el nuevo día, con su luz. El verbo griego usado por Lucas parece
describir de modo concreto el movimiento de este Sábado santo, que poco a poco
emerge lentamente de la oscuridad y sale y crece por encima de la luz. Y en
este movimiento de resurrección también participamos nosotros, que nos
acercamos con fe a esta Escritura. Pero es necesario escoger: permanecer en la
muerte, en la Parasceve, que sólo es “preparación” y no cumplimiento, o aceptar
el entrar, ir hacia la luz. Como dice el mismo Señor: “¡Despierta, tú que
duermes, levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz!” ( Ef 5,14),
usando el mismo verbo.
“que
habían venido...siguieron”. Son muy
hermosos estos verbos de movimiento, referidos a las mujeres, porque nos hacen
comprender toda la intensidad de su participación en la historia de Jesús.
Entre otras cosas, Lucas escoge cuidadosamente algunos matices, por ejemplo
mediante la colocación de una partícula que refuerza e intensifica el verbo
seguir, y también la preposición “con” para el verbo venir. Se mueven juntas,
se mueven con decisión, impulsadas por la fuerza del amor. Su viaje, iniciado
en Galilea, continúa ahora, también a través de la muerte, a través de la
ausencia. Quizá sienten que no están solas y anuncian ya que Él está.
“observaron
el sepulcro”. ¡Es muy hermoso observar
que en los ojos de estas mujeres hay una luz más fuerte que la noche! Son
capaces de ver más allá, observan, advierten, miran con atención e interés; en
una palabra: contemplan. Son los ojos del corazón los que se abren a la realidad
que les rodea. Alcanzadas por la mirada de Jesús, llevan impresa dentro de sí
la imagen de él, el Rostro de aquel Amor que ha visitado e iluminado toda su
existencia. Ni siquiera el drama de la muerte y de la separación física pueden
apagar aquel Sol, que nunca se oculta. Aunque sea de noche.
“regresaron”. Conservan aún más la fuerza interior para tomar
decisiones, para realizar movimientos, para ponerse de nuevo en camino. Dan la
espalda a la muerte, a la ausencia y regresan como guerreras victoriosas. No
llevan trofeos en las manos, pero llevan en el corazón la certeza, el coraje de
un amor ardiente.
“prepararon
aromas y aceites perfumados”. Esta
era una ocupación propia de los sacerdotes, como dice la Escritura ( 1 Cron
9,30); una tarea sagrada, una función casi litúrgica, como si fuese una
oración. Las mujeres del Evangelio, en efecto, oran y son capaces
de transformar la noche de la muerte en lugar de bendición, de
esperanza, de atención amorosa y atenta. Ninguna mirada, ningún movimiento o
gesto es en vano para ellas. Preparan, o mejor, como si intuyeran el
significado hebreo correspondiente, elaboran los aromas perfumados mezclando
con sabiduría los ingredientes necesarios, en la justa medida y proporción. Un
arte del todo femenino, totalmente materno, que nace de dentro, desde el
vientre materno, lugar privilegiado del amor. El Sábado santo, es, por lo
demás, como un vientre que sostiene la vida; abrazo que custodia y acuna a la
nueva criatura que está para venir a la luz.
“observaron
el descanso”. Pero ¿de qué descanso
se trata en realidad? ¿ Qué detenimiento, qué suspensión se está dando en la
historia de la vida de estas mujeres, en lo profundo de su corazón? El verbo
usado por Lucas recuerda claramente el “silencio”, que se convierte en el protagonista
de este Shabbát, Sábado santo de la espera. No hay más palabras por decir,
declaraciones o discusiones; toda la tierra está en silencio, mientras sopla el
viento del Espíritu (cf. Job 38,27) y se esparcen los perfumes. Solamente
vuelve un canto al corazón en la noche ( cf. Sal 76,7): es un canto de amor,
repetido por las mujeres y, junto a ellas, por José y por aquellos que, como
él, no quieren las decisiones y acciones de los demás ( v. 51) en este
mundo. Las palabras son las que repite la esposa del Cántico, las últimas,
guardadas para el Amado,cuando al final del Libro ella dice: “Apresúrate,
amado mío, como un ciervo, sobre las montañas perfumadas” (Ct 8,14). Este es el
grito de la resurrección, el canto de victoria sobre la muerte.
4. Algunas Preguntas
*¿Dónde estoy yo hoy?¿
Me mantengo, quizá, aún lejos y no quiero acercarme a Jesús, no quiero ir a
buscarlo, no quiero esperarle?
*¿Cuáles son mis
movimientos interiores, cuáles son las actitudes de mi corazón? ¿Quiero seguir
a las mujeres, entrar en la noche y en la muerte, en la ausencia, en el vacío?
*¿Se abren mis ojos
para mirar atentos el lugar de la sepultura, a las piedras talladas, que
ocultan al Señor Jesús? Quiero hacer una experiencia de contemplación, es
decir, ver las cosas con un poco más de profundidad, más allá de la superficie?
¿Creo en la presencia del Señor, más fuerte que la de la tumba y de la piedra?
*¿Acepto regresar,
también yo, junto con las mujeres? Es decir, ¿de hacer un camino de conversión,
de cambio?
*¿Se da en mi un
espacio para el silencio, para la atención del corazón, que sabe mezclar los
aromas justos, los ingredientes mejores para la vida, para el don de mí mismo,
para la apertura a Dios?
*¿Siento nacer dentro
de mí el deseo de anunciar la resurrección, la vida nueva de Cristo alrededor
de mí? ¿Estoy también yo, al menos un poco, como las mujeres del Evangelio, que
repiten la invitación al Esposo: “¡Levántate!”?
Oración Final
¡Señor, para tí
la noche es clara como el día!
Protégeme, Dios mío,
que me refugio en tí.
Yo digo al Señor: “ Mi
Señor eres tú, sólo tú eres mi bien”
El Señor es el lote de
mi heredad y mi copa:
en tus manos está mi
vida.
Me ha tocado un lugar
de delicias
mi heredad es
estupenda
bendigo al Señor que
me aconseja
hasta de noche
me instruye internamente
siempre me pongo ante
el Señor
con él a mi derecha no
vacilaré.
Por eso se alegra mi
corazón y se gozan mis entrañas
y todo mi ser descansa
sereno
porque no me
entregarás a la muerte
ni dejarás a tu fiel
caer en la corrupción
Me enseñarás el
sendero de la vida
me llenarás de
gozo en tu presencia
de alegría perpetua a
tu derecha.
(del Salmo 15)
Orden
de los Carmelitas