sábado, 26 de julio de 2014

Trigo y cizaña, tensión e incertidumbre

¡Amor y paz!

La parábola del trigo y la cizaña recoge una larga experiencia del mundo agrícola. Pero se refiere a cualquier mundo en el que ‘bien’ y ‘mal’, amor y desamor, prudencia e imprudencia, justicia e injusticia, germinan, se cultivan, crecen juntos, y, al final, reclaman clarificación, decisiones, ajuste de cuentas para salvar al bien (Dominicos 2004).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, n este sábado de la XVI Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 13,24-30.
Jesús propuso a la gente otra parábola: "El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras todos dormían vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo y se fue. Cuando creció el trigo y aparecieron las espigas, también apareció la cizaña. Los peones fueron a ver entonces al propietario y le dijeron: 'Señor, ¿no habías sembrado buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que ahora hay cizaña en él?'. Él les respondió: 'Esto lo ha hecho algún enemigo'. Los peones replicaron: '¿Quieres que vayamos a arrancarla?'. 'No, les dijo el dueño, porque al arrancar la cizaña, corren el peligro de arrancar también el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha, y entonces diré a los cosechadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, y luego recojan el trigo en mi granero'".
Comentario

En el mundo se ven siempre dos tipos de hombre, el bueno o el malo. El campo es la tierra donde viven juntos los hombres buenos con los malos. Si vemos los campos la forma del trigo es casi la misma que la forma de la cizaña, pero están tan juntos que es peligroso arrancar una sin hacer daño a otra. La cizaña roba agua y minerales de la tierra destinados al trigo.

Es una parábola que se refiere nuestro mundo. Aquí las apariencias engañan. Nosotros también somos tierra fértil donde se puede sembrar cizaña, viene el enemigo cuando no lo esperamos, a veces sutilmente envuelto en medias verdades o para nuestro bien aparente. Sin embargo, estos dos campos diferentes, el mundo y nosotros mismos, están continuamente guardados por el Sembrador. Él quita las yerbas que crecen en nuestra tierra, nos protege como plantas débiles.

Pero podemos dejar todo el trabajo a Él, como dice san Agustín “el que te creó sin ti no te salvará sin ti”. Por eso debemos orar y velar para que no sembremos con una mano trigo y con la otra cizaña. Debemos dar fruto de conversión para escuchar estas palabras del sembrador: “la podaré y pondré abono para que dé más fruto”.

Fuente: Catholic.net

Autor: Luis Felipe Nájar