jueves, 11 de agosto de 2011

Jesús nos invita a perdonar siempre

¡Amor y paz!

En el evangelio de ayer, que cambiamos por el correspondiente a la fiesta de San Lorenzo, Jesús nos invitaba a hacer la corrección fraterna. Hoy, en el ‘sermón comunitario’, nos insta a perdonar las ofensas.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Jueves de la XIX Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 18,21-35.19,1.
Entonces se adelantó Pedro y le dijo: "Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?". Jesús le respondió: "No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Por eso, el Reino de los Cielos se parece a un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores. Comenzada la tarea, le presentaron a uno que debía diez mil talentos. Como no podía pagar, el rey mandó que fuera vendido junto con su mujer, sus hijos y todo lo que tenía, para saldar la deuda. El servidor se arrojó a sus pies, diciéndole: "Señor, dame un plazo y te pagaré todo". El rey se compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la deuda. Al salir, este servidor encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, tomándolo del cuello hasta ahogarlo, le dijo: 'Págame lo que me debes'. El otro se arrojó a sus pies y le suplicó: 'Dame un plazo y te pagaré la deuda'. Pero él no quiso, sino que lo hizo poner en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Los demás servidores, al ver lo que había sucedido, se apenaron mucho y fueron a contarlo a su señor. Este lo mandó llamar y le dijo: '¡Miserable! Me suplicaste, y te perdoné la deuda. ¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de ti?'. E indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía. Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos". Cuando Jesús terminó de decir estas palabras, dejó la Galilea y fue al territorio de Judea, más allá del Jordán. 
Comentario

-Pedro se acercó a Jesús para decirle...

Al comienzo de ese discurso "comunitario" fueron todos los apóstoles juntos los que hicieron una pregunta a Jesús. (ver martes último). Ahora es Pedro el que pregunta. Es el "juego" de la colegialidad: el conjunto de los obispos, de una parte, el Papa como porta-voz único del conjunto, de otra parte. El evangelio, discretamente, sugiere esa doble estructura esencial de la Iglesia.

-Señor, si mi hermano me sigue ofendiendo, ¿cuántas veces lo tendré que perdonar?

¿No había entendido todavía? ¿Es pues tan difícil entender que Dios es bueno, misericordioso, capaz de perdonar infinitamente? ¿Por qué continuamos con nuestras imágenes de un Dios riguroso y duro?

-No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. NU/000007
Simbolismo de las cifras: "siete" es la cifra perfecta, multiplicada por sí misma, indica el infinito.

Pedro creía ir ya muy lejos ¡proponiendo hasta siete veces! Pero, para Jesús no hay tasas: ¡siempre hay que perdonar! Se dice muy aprisa que no se tiene nada que perdonar a nadie, que se es amigo de todo el mundo, que esta exigencia no nos concierne... o, lo que es peor, se encuentran muchas razones egoístas y sutiles, o colectivas e ideológicas para justificar nuestro rechazo a perdonar. Pero, una vez más, el evangelio nos interpela a cada uno ¿Tendré suficiente valor para reconsiderar mi vida y poner nombres y rostros concretos... en esta parábola que estoy escuchando y que Tú, Señor, pronunciaste?

-Un amo que quiso saldar cuentas con sus empleados...

Una deuda de diez mil talentos -es decir, muchos millones-... Un pobre hombre que pide compasión... El amo "compadecido, ¡le perdona toda su deuda!" Tal es Dios, dice Jesús; infinito en su bondad; capaz de perdonar todo.
En primer lugar, contemplo detenidamente esa magnanimidad, esa generosidad inverosímil, esa renuncia del amo a sus derechos, ese perdón infinitamente propalado.

Hoy, en nuestro mundo, los hombres van acumulando pecados. La deuda miserable seguirá creciendo. Y Dios, movido a compasión, una vez más "perdonará toda la deuda".

Gracias, Señor.

Y en esta marea de la humanidad pecadora, pienso en mi propia parte. Constantemente, yo mismo, soy perdonado... obtengo la remisión de mi deuda personal. Y nada es capaz de hastiar a Dios. La fabulosa suma citada por Jesús no se debe al azar... es la verdad. Dios hace lo que ningún acreedor es capaz de hacer.

-Ese mismo empleado, el mismo que fue tan generosamente tratado por su amo... exige a uno de sus compañeros una ínfima deuda de cien denarios (es decir, unas cien pesetas).

Entonces el amo le dijo: "¡Miserable! Yo perdoné toda tu deuda... ¿No podías tú tener también compasión de tu compañero?" Para Jesús, el deber del perdón mutuo se funda en el hecho que todos, nosotros mismos, somos beneficiarios del perdón de Dios. Se perdona realmente a los demás, a todos aquellos que nos ofenden, cuando se es consciente de ser uno mismo un "perdonado".

Una vez más es pues a Dios que hay que mirar, si queremos llegar a ser capaces de reconciliación sincera.

-Pues lo mismo os tratará mi Padre... si cada uno no perdona de corazón a su hermano.

"Perdónanos nuestras deudas, como nosotros perdonamos a nuestros deudores."

"Perdónanos nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden."

"Dichosos los misericordiosos, ellos alcanzarán misericordia" El aparente rigor de Dios es el reflejo y el castigo de nuestra dureza de corazón.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 122 s.