miércoles, 5 de noviembre de 2014

Nuestra seguridad está en Cristo, no en los bienes temporales

¡Amor y paz!

Calcular el costo de nuestro seguimiento a Cristo: Renuncia a poner nuestra seguridad en los bienes temporales y a aquello que nos da seguridad en este mundo: nuestros padres, esposa, hijos, hermanos; e, incluso, uno mismo; saber que hemos de cargar nuestra cruz de cada día haciendo nuestros los dolores, sufrimientos, limitaciones, enfermedades y pecados de los demás para darles una solución adecuada en Cristo; aceptar que en lugar de endurecerle la vida a los demás o hacérsela más pesada, se las aliviaremos y haremos más llevadera. Eso es lo que aceptamos vivir por seguir amorosamente a Cristo.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles de la 31ª semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 14,25-33. 
Junto con Jesús iba un gran gentío, y él, dándose vuelta, les dijo: "Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo. El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo. ¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla? No sea que una vez puestos los cimientos, no pueda acabar y todos los que lo vean se rían de él, diciendo: 'Este comenzó a edificar y no pudo terminar'. ¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar al que viene contra él con veinte mil? Por el contrario, mientras el otro rey está todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz. De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo."  

Comentario

Carguemos con nuestra cruz de cada día, siendo fieles a la misión que el Señor nos confió de anunciar su Evangelio. Seamos un Evangelio encarnado del amor de Dios para los demás. Pasemos, como Cristo, haciendo el bien a todos. Así edificaremos la Iglesia sobre el Cimiento sólido y Piedra angular, que es Cristo al renunciar a nuestros gestos amenazadores, a nuestros egoísmos, a nuestras injusticias, a nuestras pasiones desordenadas, a nuestras inclinaciones enfermizas al dinero o al poder.

Sabiendo que quien ama a su prójimo no le causa daño a nadie viviremos como una Iglesia que se edifica día a día en el amor. Cristo nos quiere libres de toda carga de maldad, de todo pecado, de toda injusticia y de todo signo de muerte; pues de lo contrario, en lugar de cargar la cruz de nuestra entrega a favor del Evangelio, sólo aparentaríamos ir hacia el Señor quedando entrampados en la condenación y la muerte, consecuencia de nuestras esclavitudes al pecado.

Trabajemos por construir el Reino de Dios entre nosotros esforzándonos para que brille la justicia, la clemencia y la compasión; que el amor sea algo real y concreto, y no sólo un buen deseo, convertido en espejismo engañoso.