¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este viernes 32 del Tiempo Ordinario, ciclo C.
Dios nos bendice
1ª Lectura (Sab 13,1-9):
Eran naturalmente vanos todos los hombres que ignoraban a
Dios y fueron incapaces de conocer al que es, partiendo de las cosas buenas que
están a la vista, y no reconocieron al Artífice, fijándose en sus obras, sino
que tuvieron por dioses al fuego, al viento, al aire leve, a las órbitas
astrales, al agua impetuosa, a las lumbreras celestes, regidoras del mundo. Si,
fascinados por su hermosura, los creyeron dioses, sepan cuánto los aventaja su
Dueño, pues los creó el autor de la belleza; y si los asombró su poder y
actividad, calculen cuánto más poderoso es quien los hizo; pues, por la
magnitud y belleza de las criaturas, se descubre por analogía el que les dio el
ser.
Con todo, a éstos poco se les puede echar en cara, pues tal vez andan
extraviados, buscando a Dios y queriéndolo encontrar; en efecto, dan vueltas a
sus obras, las exploran, y su apariencia los subyuga, porque es bello lo que
ven. Pero ni siquiera éstos son perdonables, porque, si lograron saber tanto
que fueron capaces de averiguar el principio del cosmos, ¿cómo no encontraron
antes a su Dueño?
Salmo responsorial: 18
R/. El cielo proclama la gloria de Dios.
El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento
pregona la obra de sus manos el día al día le pasa el mensaje, la noche a la
noche se lo susurra.
Sin que hablen, sin que pronuncien, sin que resuene su voz, a toda la tierra
alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje.
Versículo antes del Evangelio (Lc 21,28):
Aleluya. Estad atentos y levantad la cabeza, porque se acerca la hora de vuestra liberación, dice el Señor. Aleluya.
Texto del Evangelio (Lc 17,26-37):
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Como
sucedió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del hombre.
Comían, bebían, tomaban mujer o marido, hasta el día en que entró Noé en el
arca; vino el diluvio y los hizo perecer a todos. Lo mismo, como sucedió en los
días de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, construían; pero el
día que salió Lot de Sodoma, Dios hizo llover fuego y azufre del cielo y los
hizo perecer a todos. Lo mismo sucederá el Día en que el Hijo del hombre se
manifieste.
»Aquel día, el que esté en el terrado y tenga sus enseres en casa, no baje a
recogerlos; y de igual modo, el que esté en el campo, no se vuelva atrás.
Acordaos de la mujer de Lot. Quien intente guardar su vida, la perderá; y quien
la pierda, la conservará. Yo os lo digo: aquella noche estarán dos en un mismo
lecho: uno será tomado y el otro dejado; habrá dos mujeres moliendo juntas: una
será tomada y la otra dejada». Y le dijeron: «¿Dónde, Señor?». Él les
respondió: «Donde esté el cuerpo, allí también se reunirán los buitres».
Comentario
Hoy, en el texto del Evangelio son remarcados el final de
los tiempos y la incerteza de la vida, no tanto para atemorizarnos, cuanto para
tenernos bien precavidos y atentos, preparados para el encuentro con nuestro
Creador. La dimensión sacrificial presente en el Evangelio se manifiesta en su
Señor y Salvador Jesucristo liderándonos con su ejemplo, en vista a estar
siempre preparados para buscar y cumplir la Voluntad de Dios. La vigilancia
constante y la preparación son el sello del discípulo vibrante. No podemos
asemejarnos a la gente que «comían, bebían, compraban, vendían, plantaban,
construían» (Lc 17,28). Nosotros, discípulos, debemos estar preparados y
vigilantes, no fuera que termináramos por ser arrastrados hacia un letargo
espiritual esclavo de la obsesión —transmitida de una generación a la
siguiente— por el progreso en la vida presente, pensando que —después de todo—
Jesús no regresará.
El secularismo ha echado raíces profundas en nuestra sociedad. La embestida de
la innovación y la rápida disponibilidad de cosas y servicios personales nos
hace sentir autosuficientes y nos despoja de la presencia de Dios en nuestras
vidas. Sólo cuando una tragedia nos golpea despertamos de nuestro sueño para
ver a Dios en medio de nuestro “valle de lágrimas”... Incluso debiéramos estar
agradecidos por esos momentos trágicos, porque seguramente sirven para
robustecer nuestra fe.
En tiempos recientes, los ataques contra los cristianos en diversas partes del
mundo, incluyendo mi propio país —la India— han sacudido nuestra fe. Pero el
Papa Francisco ha dicho: «Sin embargo, los cristianos están esperanzados
porque, en última instancia, Jesús hace una promesa que es garantía de
victoria: ‘Quien pierda su vida, la conservará’ (Lc 17,33)». Ésta es una verdad
en la que podemos confiar… El poderoso testimonio de nuestros hermanos y
hermanas que dan su vida por la fe y por Cristo no será en vano.
Así, nosotros luchamos por avanzar en el viaje de nuestra vida en la sincera
esperanza de encontrar a nuestro Dios «el Día en que el Hijo del hombre se
manifieste» (Lc 17,30).
Fr. Austin NORRIS (Mumbai, India)
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