¡Amor y paz!
En el final del discurso de Jesús sobre el Pan de
la vida, el tema es ya claramente «eucarístico». Antes hablaba de la fe: de ver
y creer en el Enviado de Dios. Ahora habla de comer y beber la Carne y la
Sangre que Jesús va a dar para la vida del mundo en la cruz, pero también en la
Eucaristía, porque ha querido que la comunidad celebre este memorial de la
cruz.
Ahora, la dificultad que tienen sus oyentes (v. 52)
es típicamente eucarística: «¿cómo puede éste darnos a comer su carne?». Antes
(v. 42) había sido cristológica: «¿cómo dice éste que ha bajado del cielo?».
El fruto del comer y beber a Cristo es el mismo que
el de creer en él: participar de su vida. Antes había dicho: «el que cree,
tiene vida eterna» (v.47). Ahora: «el que come este pan vivirá para siempre»
(v.58).
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio
y el comentario, en este viernes de la tercera semana de Pascua.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Juan 6,52-59.
Los judíos discutían entre sí, diciendo: "¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?". Jesús les respondió: "Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente". Jesús enseñaba todo esto en la sinagoga de Cafarnaún.
Comentario
Hay dos versículos que describen de un modo
admirable las consecuencias que la Eucaristía va a tener para nosotros, según
el pensamiento de Cristo: «el que come mi carne y bebe mi sangre, permanece
(habita) en mí y yo en él» (v. 56): la intercomunicación entre el Resucitado y
sus fieles en la Eucaristía. Y añade una comparación que no nos hubiéramos
atrevido nosotros a afirmar: «el Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el
Padre: del mismo modo, el que me come vivirá por mí». La unión de Cristo con su
Padre es misteriosa, vital y profunda. Pues así quiere Cristo que sea la de los
que le reciben y le comen. No dice que «vivirá para mi», sino «por mi». Como
luego dirá que los sarmientos viven si permanecen unidos a la vid, que es el
mismo Cristo.
También el discurso de Jesús ha sido intenso, y nos
invita a pensar si nuestra celebración de la Eucaristía produce en nosotros
esos efectos que él anunciaba en Cafarnaúm.
Lo de «tener vida» puede ser una frase hecha que no
significa gran cosa si la entendemos en la esfera meramente teórica. ¿Se nota
que, a medida que celebramos la Eucaristía y en ella participamos de la Carne y
Sangre de Cristo, estamos más fuertes en nuestro camino de fe, en nuestra lucha
contra el mal? ¿o seguimos débiles, enfermos, apáticos? Lo que dice Jesús: «el
que me come permanece en mí y yo en él», ¿es verdad para nosotros sólo durante
el momento de la comunión o también a lo largo de la jornada?
Después de la comunión -en esos breves pero
intensos momentos de silencio y oración personal- le podemos pedir al Señor, a
quien hemos recibido como alimento, que en verdad nos dé su vida, su salud, su
fortaleza, y que nos la dé para toda la jornada. Porque la necesitamos para
vivir como seguidores suyos día tras día.
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 74-77
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 74-77