domingo, 5 de diciembre de 2010

¡Preparemos el camino del Señor!

¡Amor y paz!

En estos días la mayoría se ocupa en preparaciones de todo tipo. Unos se alistan para las vacaciones, otros para las fiestas de grado o de matrimonio o de Navidad; preparan incluso el nuevo año y entonces salen de compras, adquieren pasajes y ropa adecuada. No pueden faltar los regalos, los cambios de muebles y la comida y la bebida.

El evangelio nos presenta hoy la figura de Juan Bautista, típica del Adviento como un enérgico llamado a que preparemos el camino del Señor y de su Reino. Es un llamado a la conversión.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este II Domingo de Adviento.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 3,1-12.

En aquel tiempo se presentó Juan el Bautista, proclamando en el desierto de Judea: "Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca". A él se refería el profeta Isaías cuando dijo: Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos. Juan tenía una túnica de pelos de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. La gente de Jerusalén, de toda la Judea y de toda la región del Jordán iba a su encuentro, y se hacía bautizar por él en las aguas del Jordán, confesando sus pecados. Al ver que muchos fariseos y saduceos se acercaban a recibir su bautismo, Juan les dijo: "Raza de víboras, ¿quién les enseñó a escapar de la ira de Dios que se acerca? Produzcan el fruto de una sincera conversión, y no se contenten con decir: 'Tenemos por padre a Abraham'. Porque yo les digo que de estas piedras Dios puede hacer surgir hijos de Abraham. El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles: el árbol que no produce buen fruto será cortado y arrojado al fuego. Yo los bautizo con agua para que se conviertan; pero aquel que viene detrás de mí es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de quitarle las sandalias. El los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. Tiene en su mano la horquilla y limpiará su era: recogerá su trigo en el granero y quemará la paja en un fuego inextinguible".

Comentario

Convertíos porque está cerca el Reino de los Cielos (Mt 3, 2), convertíos porque el Reino de Dios está cerca, nos repite Juan el Bautista. Convertíos porque Dios está cerca. Si Dios viene a nosotros, tenemos que cambiar radicalmente. Nunca estamos preparados para recibir a Dios. Juan era un signo vivo de conversión y preparación: su ejemplo, su palabra, sus gestos. El hombre que venía del desierto entrañaba un estilo de vida nuevo. Era un hombre quemado por el fuego del Espíritu; era el hombre que se alimentaba de Espíritu y de esperanza; era el hombre de la verdad y la justicia; era un hombre que creía en el poder de Dios.

Y Dios puede «sacar hijos de Abraham de las piedras»; puede hacer que el corazón de piedra se convierta en corazón de carne; puede hacer que del tronco seco broten retoños nuevos; puede hacer que el árbol estéril se llene de buenos frutos y puede regalarnos a todos juventud, «alegrar nuestra juventud» (Sal 42, 4).

Convertirse no es un simple retoque de estilo, es un cambio radical del ser; convertirse es dejar de vivir para las cosas, para sí mismo, y empezar a vivir para Dios. Que el punto de referencia, el centro de interés, la motivación primera y la finalidad última, no sean tus gustos o tus intereses, no sea nada ni nadie, ni tú mismo, sino solamente Dios.

Hacia la profundidad del ser

Pero Dios es la profundidad del ser. Convertirse a Dios es convertirse a lo mejor y más profundo de ti mismo. Dios es amor. Convertirse a Dios es vivir en y para el amor. Dios es libertad. Convertirse a Dios es empezar a ser libre en el amor. Dios es vida. Convertirse a Dios es llenarse de frutos. Dios es alegría interminable. Convertirse a Dios es gozar de la verdadera felicidad.

Si en vez de vivir para Dios, que es la fuente del ser y la alegría, te dedicas a vivir para las cosas -el tener sobre el ser-, entonces te sentirás insatisfecho, cada vez mas vacío, vivirás alienado y esclavizado, no serás feliz, no serás.

Pero si te conviertes a Dios, no sólo serás feliz, sino que te realizarás mejor, serás más tú, serás más, serás. Dios no viene a quitarte nada, sino a regalarte todo. Quiere regalarse El mismo, y a la vez regalarte tu propia identidad. Lo que eres tú mismo aún no lo has descubierto, pero Dios te lo manifestará. Te vas a definir mejor por lo que serás que por lo que eres. Y Dios, el Dios del futuro, no sólo te perdona lo que has sido y lo que eres, sino que te regala eso que estás llamado a ser. Entonces, convertirse a Dios es convertirse a sí mismo, a eso más íntimo y a eso más elevado que hay en ti, a tu mejor realidad y a tu mejor esperanza. Es convertirse a la verdad de la vida, a la verdad del amor.

¿Huyes de ti mismo?

Dios viene a ti y tú huyes de Él, pero la verdad es que estás huyendo de ti mismo. Dios está cerca, pero tú te alejas. No huyas tanto, que Dios corre más. Dios quiere entrar en tu casa y quedarse contigo. No pide tus méritos, sino tu fe, tu hospitalidad. Abre confiadamente todas tus puertas a Dios. No temas, Dios viene con agua, con fuego y con Espíritu. Es lo que necesitas para llenarte de vida. Conviértete. Báñate en Dios y serás un hombre nuevo.

Cáritas
Ríos del corazón
Adviento y Navidad 1992.Págs. 45 s.