¡Amor y paz!
A
los israelitas en el camino del desierto, en otra época de su historia, hemos
escuchado que se les puso delante la imagen de una serpiente, como medicina de
sus males. No sabemos cuál era el sentido de esta serpiente.
Pero
lo que sí sabemos es que Cristo en la Cruz es para nosotros cátedra de
sabiduría, lección magistral para nuestra vida, medicina y remedio para
nuestros males. Ahí, en la Cruz de Cristo, es donde entendemos qué significa el
amor de Dios y qué respuesta espera de nosotros. Y también de ahí proviene la
Luz, que es Cristo, que quiere iluminar nuestra existencia (José Aldazábal).
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Cuarto Domingo de Cuaresma.
Dios los bendiga…
Evangelio
según San Juan 3,14-21.
De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna. Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. En esto consiste el juicio: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas. En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios".
Comentario
Las
palabras de Jesús a Nicodemo -el primero de los discursos que hallamos en el
evangelio de Juan- expresa en forma resumida los principales temas de la
revelación de la que Jesús es portador.
Partiendo
de la misión de Jesús, el Hijo del Hombre, el fragmento de hoy habla también
del Padre que envía el Hijo al mundo y termina con la postura que toman los
hombres ante esta oferta de salvación por parte de Dios.
1.
La misión que Jesús ha recibido consiste en dar al hombre "vida
eterna", la misma vida de Dios, que proviene del "agua y del
Espíritu" (cfr. versículo 3) y que se concede a los hombres en virtud del
Hijo del Hombre elevado. Ser elevado significa para Jesús no sólo la cruz y la
muerte, sino también su resurrección y exaltación junto al Padre (los
sinópticos expresan eso mismo diciendo: "El Hijo del Hombre tiene que
padecer mucho,... ser ejecutado y resucitar a los tres días": cfr. Mc 8,
31). El don del Espíritu, íntimamente unido a la glorificación de Jesús (cfr.Jn
7, 37-39) es fuente de vida eterna, definitiva, para cuantos creen en Él.
2.
Los versículos 16 y 17 ("Tanto amó Dios al mundo...") explican la
misión de Jesús, el Mesías, partiendo de Dios, puesto que es Él quien tiene la
iniciativa de intervenir en la historia. Jesús es "el que bajó del
cielo" (cfr. versículo 13) o "el Hijo que Dios entregó al
mundo". Nótese en estos dos versículos el fuerte contraste entre perecer/tener
vida eterna y entre condenar al mundo/salvar al mundo.
Dios
se desprende de su "Hijo único" (cfr. Gn 22, Abrahán dispuesto a
desprenderse de su "hijo único" Isaac: domingo segundo de Cuaresma)
para que los que creen en él "tenga vida eterna", "para que el
mundo se salve por él". El móvil de Dios es totalmente positivo y
universal. Y este propósito brilla en la vida entera de Jesucristo, pero se
manifestará de modo especial cuando sea elevado, entonces, "cuando yo sea
elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí" (cfr. Jn 12, 32,
evangelio del próximo domingo).
3.
Poco a poco, el texto termina por referirse a la postura que los hombres toman
ante Jesucristo y aparecen, de modo semejante al prólogo del evangelio, los
temas de la luz y las tinieblas, íntimamente unidos al de la vida. En el
prólogo se decía que "en la Palabra había vida, y la vida era la luz de
los hombres"; el texto de hoy identifica el rechazar a Cristo, donador de
vida eterna, con preferir la oscuridad a la luz.
La
vida entera de Jesús es un gran resplandor ante el cual se pone de manifiesto
lo que cada hombres es: cada uno es juzgado y es salvado o condenado no porque
el amor de Dios haga excepciones, sino según la actitud personal de cada uno.
Se condena aquel que "obra perversamente", el que persevera
voluntariamente en el mal, no el pecador ocasional.
J. ROCA
MISA DOMINICAL 1982/06