jueves, 12 de marzo de 2015

¿Estamos con Jesús? ¿Lo aceptamos como el único camino de salvación?

¡Amor y paz!

Jesús se encamina decididamente hacia Jerusalén para entregar su vida, libremente; y mediante esa entrega de amor fiel hacia su Padre Dios y hacia nosotros, alcanzarnos el perdón de nuestros pecados, hacernos hijos de Dios y templos de su Espíritu Santo, que nos una, por el amor, al Padre Dios como hijos en el Hijo, y nos una a nosotros como hermanos. Pero el maligno siempre tratará de que este proyecto divino no se realice en nosotros.

Quienes lo rechazan encontrarán una y mil razones para tratar de justificar su alejamiento de Dios y de su Iglesia. Sin embargo, quien no esté con Cristo desparrama, no puede ser como una vasija que conserva el agua para distribuirla a quienes necesitan disfrutar del Agua de la Vida; será como vasija rota, agrietada e incapaz de retener el agua.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este jueves de la 3ª. Semana de Cuaresma.

Dios nos bendice…

Evangelio según San Lucas 11,14-23. 
Jesús estaba expulsando a un demonio que era mudo. Apenas salió el demonio, el mudo empezó a hablar. La muchedumbre quedó admirada, pero algunos de ellos decían: "Este expulsa a los demonios por el poder de Belzebul, el Príncipe de los demonios". Otros, para ponerlo a prueba, exigían de él un signo que viniera del cielo. Jesús, que conocía sus pensamientos, les dijo: "Un reino donde hay luchas internas va a la ruina y sus casas caen una sobre otra. Si Satanás lucha contra sí mismo, ¿cómo podrá subsistir su reino? Porque -como ustedes dicen- yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul. Si yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul, ¿con qué poder los expulsan los discípulos de ustedes? Por eso, ustedes los tendrán a ellos como jueces. Pero si yo expulso a los demonios con la fuerza del dedo de Dios, quiere decir que el Reino de Dios ha llegado a ustedes. Cuando un hombre fuerte y bien armado hace guardia en su palacio, todas sus posesiones están seguras, pero si viene otro más fuerte que él y lo domina, le quita el arma en la que confiaba y reparte sus bienes. El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama. 

Comentario

Jesús espera que nosotros sepamos no sólo escuchar su voz y ponerla en práctica; Él quiere que unamos nuestra vida de tal forma a Él que en verdad seamos un signo de su amor, de su bondad, de su generosidad y entrega. Él cargó sobre sí nuestros pecados y se levantó victorioso sobre el autor del pecado y de la muerte. Él no vino para engañarnos acerca de la salvación que nos ofrece. Él no está en contubernio con la serpiente antigua o Satanás. La salvación que nos ofrece no puede contaminarse en nosotros con el malo. No podemos ser hijos de Dios y al mismo tiempo hijos del demonio. Cristo, clavado en la cruz, ha destruido nuestros pecados con su poder salvador; y con su gloriosa resurrección nos ha dado nueva vida. La Eucaristía nos hace participar de esa Victoria de Cristo. Vivamos como quienes disfrutan de esa victoria y no como quienes sólo celebran un rito y continúan viviendo como derrotados por el pecado y la muerte.

Si participamos con fe y amor de la Eucaristía debemos ir a vivir, en la vida diaria, aquello de lo que allí hemos sido testigos. No podemos aparentar una vida recta ante el Señor mientras le damos culto, y después vivir en contubernio con el maligno en nuestra vida diaria. No puede llamarse hombre de fe aquel que se persigna y se arrodilla ante Él, pero después vuelve a su labores diarias para continuar dañando a los demás. Si queremos que en verdad el Señor habite en nosotros y seamos sus hijos, es porque le hemos de permitir que arroje de nosotros al espíritu del mal. Si somos de Dios sepamos amar, luchemos por la paz, preocupémonos del bien de todos. Tratemos, por tanto, fortalecidos con el Espíritu Santo, de vivir a la altura de la fe y de la gracia que hemos recibido.

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