miércoles, 3 de febrero de 2010

JESÚS VINO A LOS SUYOS, PERO NO LE RECIBIERON

¡Amor y paz!

Desde hoy, y durante tres capítulos, el evangelista nos irá presentando cómo reaccionan los propios discípulos y allegados ante la persona de Jesús. Antes habían sido los fariseos y luego el pueblo en general.

Se cumple una vez más lo de que “vino a los suyos y los suyos no le recibieron”. O, como lo dice Jesús: “nadie es profeta en su tierra”. Ayer, el anciano Simeón les había dicho a José y María que Jesús iba a ser piedra de escándalo y señal de contradicción.

Lo de llamar ‘hermanos’ a Santiago, José, Judas y Simón, nos dicen los expertos que en las lenguas semitas puede significar otros grados de parentesco, por ejemplo primos. De dos de ellos nos dirá más adelante Marcos (15,40) quién era su madre, que también se llamaba María.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el c comentario, en este 4º miércoles del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Marcos 6,1-6.

Jesús salió de allí y se dirigió a su pueblo, seguido de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba estaba asombrada y decía: "¿De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada y esos grandes milagros que se realizan por sus manos? ¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros?". Y Jesús era para ellos un motivo de tropiezo. Por eso les dijo: "Un profeta es despreciado solamente en su pueblo, en su familia y en su casa". Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de curar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos. Y él se asombraba de su falta de fe. Jesús recorría las poblaciones de los alrededores, enseñando a la gente.

Comentario

A nosotros nos puede suceder como a los paisanos de Jesús en Nazaret. Él fue a predicar en su sinagoga y no le escucharon; no podían creer que "un hijo de vecino" como Él, de quien conocían toda la parentela, pudiera tener algo importante que decirles, pudiera ser un enviado de Dios, pudiera hacer milagros en nombre de Dios.

El refrán con que Jesús caracteriza la incredulidad de sus paisanos, bien puede aplicársenos a nosotros: "nadie es profeta en su propia tierra". ¿No estaremos acostumbrándonos al Evangelio que oímos (leemos) cada día? ¿No nos pasan de lado las palabras de Jesús invitándonos a la solidaridad, al compromiso con los demás, al perdón, a la confianza en la bondad y en la providencia de Dios? ¿No juzgamos mal a quienes se toman en serio eso de ser cristianos, nos parece que exageran, que buscan protagonismo, que son imprudentes?

La escena evangélica que pone Marcos hoy ante nuestros ojos no es una simple anécdota del pasado, de la vida de Jesús. Es una advertencia para que estemos siempre atentos a reconocer a Jesús, la novedad de su palabra, su presencia en los mejores cristianos de la comunidad que se afanan por servir a los demás, especialmente a los más pobres, realizando nuevamente los milagros de la misericordia y de la acogida que realizaba Jesús.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO
www.mercaba.org