¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este martes 8 del tiempo ordinario, ciclo C.
Dios nos bendice
1ª Lectura (Eclo 35,1-12):
Quien observa la ley multiplica las ofrendas, quien
guarda los mandamientos ofrece sacrificios de comunión. Quien devuelve un favor
hace una ofrenda de flor de harina, quien da limosna ofrece sacrificios de
alabanza. Apartarse del mal es complacer al Señor, un sacrificio de expiación
es apartarse de la injusticia. No te presentes ante el Señor con las manos
vacías, pues esto es lo que prescriben los mandamientos. La ofrenda del justo
enriquece el altar, su perfume sube hasta el Altísimo.
El sacrificio del justo es aceptable, su memorial no se olvidará. Glorifica al
Señor con generosidad, y no escatimes las primicias de tus manos. Cuando hagas
tus ofrendas, pon cara alegre y paga los diezmos de buena gana. Da al Altísimo
como él te ha dado a ti, con generosidad, según tus posibilidades. Porque el
Señor sabe recompensar y te devolverá siete veces más. No trates de sobornar al
Señor, porque no lo aceptará; no te apoyes en sacrificio injusto. Porque el
Señor es juez, y para él no cuenta el prestigio de las personas.
Salmo responsorial: 49
R/. Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios.
«Congregadme a mis fieles, que sellaron mi pacto con un
sacrificio». Proclame el cielo su justicia; Dios en persona va a juzgar.
«Escucha, pueblo mío, voy a hablarte; Israel, voy a dar testimonio contra ti;
—yo soy Dios, tu Dios—. No te reprocho tus sacrificios, pues siempre están tus
holocaustos ante mí».
Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza, cumple tus votos al Altísimo. «El que
me ofrece acción de gracias, ése me honra; al que sigue buen camino le haré ver
la salvación de Dios».
Versículo antes del Evangelio (Cf. Mt 11,25):
Aleluya. Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has revelado los misterios del Reino a la gente sencilla. Aleluya.
Texto del Evangelio (Mc 10,28-31):
En aquel tiempo, Pedro se puso a decir a Jesús: «Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido». Jesús dijo: «Yo os aseguro: nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí y por el Evangelio, quedará sin recibir el ciento por uno: ahora en el presente, casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y hacienda, con persecuciones; y en el mundo venidero, vida eterna. Pero muchos primeros serán últimos y los últimos, primeros».
Comentario
Hoy, como aquel amo que iba cada mañana a la plaza a
buscar trabajadores para su viña, el Señor busca discípulos, seguidores,
amigos. Su llamada es universal. ¡Es una oferta fascinante! El Señor nos da
confianza. Pero pone una condición para ser discípulos, condición que nos puede
desanimar: hay que dejar «casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o
hacienda por mí y por el Evangelio» (Mc 10,29).
¿No hay contrapartida? ¿No habrá recompensa? ¿Esto aportará algún beneficio?
Pedro, en nombre de los Apóstoles, recuerda al Maestro: «Nosotros lo hemos
dejado todo y te hemos seguido» (Mc 10,28), como queriendo decir: ¿qué
sacaremos de todo eso?
La promesa del Señor es generosa: «El ciento por uno: ahora en el presente
(...) y en el mundo venidero, vida eterna» (Mc 10,30). Él no se deja ganar en
generosidad. Pero añade: «Con persecuciones». Jesús es realista y no quiere
engañar. Ser discípulo suyo, si lo somos de verdad, nos traerá dificultades,
problemas. Pero Jesús considera las persecuciones y las dificultades como un
premio, ya que nos ayudan a crecer, si las sabemos aceptar y vivir como una
ocasión de ganar en madurez y en responsabilidad. Todo aquello que es motivo de
sacrificio nos asemeja a Jesucristo que nos salva por su muerte en Cruz.
Siempre estamos a tiempo para revisar nuestra vida y acercarnos más a
Jesucristo. Estos tiempos y todo tiempo nos permiten —por medio de la oración y
de los sacramentos— averiguar si entre los discípulos que Él busca estamos
nosotros, y veremos también cuál ha de ser nuestra respuesta a esta llamada. Al
lado de respuestas radicales (como la de los Apóstoles) hay otras. Para muchos,
dejar “casa, hermanos, hermanas, madre, padre...” significará dejar todo
aquello que nos impida vivir en profundidad la amistad con Jesucristo y, como
consecuencia, serle sus testigos ante el mundo. Y esto es urgente, ¿no te
parece?
Rev. D. Jordi SOTORRA i Garriga(Sabadell, Barcelona, España)
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