lunes, 4 de junio de 2012

"Dios puso en nuestra boca la palabra de la reconciliación"


¡Amor y paz!

En este texto, Jesús recurre a una imagen de la vida del campo para destacar la manera como Dios ha enviado al pueblo de Israel sucesivos emisarios (profetas) con el fin de que se conviertan y el pago paulatino que recibió cada uno de ellos.

Jesús  resume así el Antiguo Testamento. Sin embargo, Dios no se vengó de quienes mataron a sus enviados sino que, por el contrario, envió a su Hijo amado en señal de reconciliación.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes de la 9ª. Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Marcos 12,1-12.
Jesús se puso a hablarles en parábolas: "Un hombre plantó una viña, la cercó, cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia. Después la arrendó a unos viñadores y se fue al extranjero. A su debido tiempo, envió a un servidor para percibir de los viñadores la parte de los frutos que le correspondía. Pero ellos lo tomaron, lo golpearon y lo echaron con las manos vacías. De nuevo les envió a otro servidor, y a este también lo maltrataron y lo llenaron de ultrajes. Envió a un tercero, y a este lo mataron. Y también golpearon o mataron a muchos otros. Todavía le quedaba alguien, su hijo, a quien quería mucho, y lo mandó en último término, pensando: 'Respetarán a mi hijo'.  Pero los viñadores se dijeron: 'Este es el heredero: vamos a matarlo y la herencia será nuestra'. Y apoderándose de él, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña. ¿Qué hará el dueño de la viña? Vendrá, acabará con los viñadores y entregará la viña a otros. ¿No han leído este pasaje de la Escritura: La piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular: esta es la obra del Señor, admirable a nuestros ojos?". Entonces buscaban la manera de detener a Jesús, porque comprendían que esta parábola la había dicho por ellos, pero tenían miedo de la multitud. Y dejándolo, se fueron. 
Comentario

"Cristo nos confió el ministerio de la reconciliación " (2Co 5,18). Pablo destaca la grandeza de los apóstoles mostrándonos qué ministerio les ha sido confiado, al mismo tiempo que manifiesta el amor con que Dios nos amó. Después de que los hombres se hubieran negado a escuchar al que les había enviado, Dios no hizo estallar su cólera, no les rechazó. Sino que persiste en llamarlos por sí mismo y por los apóstoles... "Dios puso en nuestra boca la palabra de la reconciliación " (v. 19). Venimos pues, no para una obra penosa, sino para hacer a todos los hombres amigos de Dios. Ya que no escucharon, nos dice el Señor, continúa exhortándolos hasta que alcancen la fe. Por eso Pablo añade: "Somos embajadores Cristo; es Dios mismo quien os llama por nuestro medio. Os suplicamos en nombre de Cristo: reconciliaos con Dios "...

¿Qué podríamos comparar con un amor tan grande? Después de que hemos pagado sus bienes con ultrajes, lejos de castigarnos, nos dio a su Hijo para reconciliarnos con él. Entonces, lejos de querer reconciliarse, los hombres lo mataron. Dios envió a otros embajadores para exhortarlos y, después de eso, él mismo se hace súplica por ellos. Siempre nos pedía: "Reconciliaos con Dios". No dice: "Que se reconcilie Dios con vosotros". No es él quien nos rechaza; somos nosotros los que nos negamos a ser sus amigos. ¿Acaso Dios puede anidar un sentimiento de odio?

San Juan Crisóstomo (v. 345-407), sacerdote en Antioquía, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia Homilía 11ª sobre la 2ª carta a los Corintios.
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