jueves, 27 de enero de 2011

Con la medida que midamos seremos medidos

¡Amor y paz!

Hoy Marcos nos presenta otra forma de parábolas de las que contaba Jesús. La primera deja claro que si hemos experimentado el amor universal de Dios no podemos esconderlo sino divulgarlo a los cuatro vientos.

La segunda pone de presente que la medida que utilicemos con los demás será la medida que utilicen también con nosotros.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este jueves de la 3ª. Semana del tiempo ordinario.

Dos los bendiga…

Evangelio según San Marcos 4,21-25.

Jesús les decía: "¿Acaso se trae una lámpara para ponerla debajo de un cajón o debajo de la cama? ¿No es más bien para colocarla sobre el candelero? Porque no hay nada oculto que no deba ser revelado y nada secreto que no deba manifestarse. ¡Si alguien tiene oídos para oír, que oiga!". Y les decía: "¡Presten atención a lo que oyen! La medida con que midan se usará para ustedes, y les darán más todavía. Porque al que tiene, se le dará, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene". 

Comentario

El secreto del reino de Dios hay que difundirlo: nadie está excluido de sentarse a la mesa de la comu­nidad o Reino de Dios; ya no puede haber excluidos del pueblo ni pueblos excluidos.

Este secreto revelado del amor universal de Dios se compara con una lámpara que debe servir para poner­la sobre el candelero de modo que ilumine toda la casa y no para meterla debajo de la cama, donde no hay nada que iluminar. Ese secreto del amor universal de Dios estuvo escondido cuando Israel era niño y se creía que Dios era propiedad exclusiva del pueblo, in­capaz de comprender que Dios lo era de todos y que nadie lo tenía en monopolio. El Dios de Jesús, en el evangelio de Marcos, da dos veces de comer a la gen­te, una a judíos, otra a cristianos, y anuncia la buena nueva a uno y otro lado del mar. Su liberación alcanza a quienes la desean y sus curaciones no hacen acep­ción de personas.

Este mensaje del amor universal de Dios no es fácil de aceptar por los discípulos que participan de la mentalidad exclusivista del pueblo de Israel, ha­bituados a un mundo de privilegios. A los discípulos, les da clases particulares intensivas para que, cuando tengan que continuar la tarea de Jesús, la hayan apren­dido bien y la divulguen a los cuatro vientos: Dios es Padre de todos, y todos somos hijos/as de Dios, y si somos hijos/as, somos hermanos/as, y si hermanos y hermanas, somos iguales en derechos y en deberes, Solidarios/as en el amor que hará del mundo un ho­gar. He ahí, de nuevo, el Proyecto, la Utopía, el Sue­ño de Dios (él/ella...).

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)