¡Amor y paz!
El texto del Evangelio hoy
nos habla de la autoridad de Jesús expresada en sus palabras y acciones. Y esto
nos trae a la memoria grandes momentos de la vida del Señor: momentos de
oración, momentos de ejercicio del perdón y de la misericordia, momentos
de búsqueda del alma perdida, momentos de ternura en sus sentimientos, y
también momentos en que la autoridad de su palabra y de su poder milagroso
sorprenden a los hombres.
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la XXII Semana
del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 4,31-37.
Jesús bajó a Cafarnaún, ciudad de Galilea, y enseñaba los sábados. Y todos estaban asombrados de su enseñanza, porque hablaba con autoridad. En la sinagoga había un hombre que estaba poseído por el espíritu de un demonio impuro; y comenzó a gritar con fuerza; "¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios". Pero Jesús lo increpó, diciendo: "Cállate y sal de este hombre". El demonio salió de él, arrojándolo al suelo en medio de todos, sin hacerle ningún daño. El temor se apoderó de todos, y se decían unos a otros: "¿Qué tiene su palabra? ¡Manda con autoridad y poder a los espíritus impuros, y ellos salen!". Y su fama se extendía por todas partes en aquella región.
Comentario
Después del incidente en
la sinagoga de Nazaret, Jesús se desplaza a Cafarnaún, donde fue acogido y
recibido de un modo diferente. En Cafarnaún también predicó Jesús en una
sinagoga, en día de sábado. Pero los habitantes de esta ciudad, a diferencia de
sus paisanos, no reaccionaron mal ante su modo de proceder con autoridad.
“En la sinagoga se hallaba un hombre endemoniado, y empezó a gritar: ¿qué quieres de nosotros, Jesús de Nazaret? ¿has venido a destruirnos? Yo sé quién eres: tú eres el Santo de Dios”. Jesús se enfrenta al endemoniado, que lo ha reconocido, que sabe quién es Jesús. ¿Qué clase de endemoniado era éste?
“En la sinagoga se hallaba un hombre endemoniado, y empezó a gritar: ¿qué quieres de nosotros, Jesús de Nazaret? ¿has venido a destruirnos? Yo sé quién eres: tú eres el Santo de Dios”. Jesús se enfrenta al endemoniado, que lo ha reconocido, que sabe quién es Jesús. ¿Qué clase de endemoniado era éste?
Los
endemoniados eran frecuentes en el tiempo de Jesús: Había espíritus de locura,
sordera, mudez, epilepsia, fiebre, etc. También había espíritus de mentira,
engaño e impureza. Jesús increpa al demonio, y el demonio sabe que se encuentra
frente al “Santo de Dios”. Jesús le ordena que salga y el demonio arrojó al
hombre al suelo y huye. La gente se asombra ante el poder de Jesús y en lugar
de sentir terror o rechazo como lo hicieron sus paisanos de Nazaret, proclaman
por todas partes la noticia de su poder milagroso.
En este texto descubrimos cómo las palabras de Jesús están llenas de eficacia y fuerza contra el mal que esclaviza a este hombre. Y esto se debe a que Jesús es el “Santo de Dios”. “La gente quedó aterrada y se decían unos a otros: ¿qué significa esto?, ¿con qué autoridad y poder manda a los demonios? ¡Y miren cómo se van!”.
En este texto descubrimos cómo las palabras de Jesús están llenas de eficacia y fuerza contra el mal que esclaviza a este hombre. Y esto se debe a que Jesús es el “Santo de Dios”. “La gente quedó aterrada y se decían unos a otros: ¿qué significa esto?, ¿con qué autoridad y poder manda a los demonios? ¡Y miren cómo se van!”.
Nadie podía parar aquel hablar y hablar buscando una explicación. Y
sólo había una: que estaban ante una nueva manera de enseñar; con hechos, con
poder de Dios. Jesús hablaba y sucedía lo nuevo: el hombre quedaba liberado del
mal que lo esclavizaba. Sus hechos mismos eran su enseñanza. Había anunciado
que el plazo para el mal ya se había vencido, y que Dios estaba llegando para
reinar y aquel hombre liberado del demonio era el testimonio de la verdad de su
anuncio.
Servicio
Bíblico Latinoamericano