jueves, 25 de diciembre de 2014

¡Aleluya! ¡Ha nacido nuestro Salvador! ¡Aleluya!

¡Amor y paz!

Para todos los lectores, habituales y ocasionales, de este blog, ¡una muy feliz y santa Navidad! Mi deseo es que con la celebración jubilosa de este gran acontecimiento de nuestra fe, vayamos recuperando el verdadero sentido y dimensión del Amor, que tanta falta hace en muchos hogares y en nuestra sociedad.

Que se refuercen los lazos fraternales de la gran familia humana y la paz y la concordia reinen en nuestros corazones. Si el mundo anda mal, es porque le ha dado la espalda a Dios.

¡Que caigan las caretas, se derrumben los ídolos, cesen las intrigas, se acaben los odios y le pongamos punto final al resentimiento! Volvamos nuestra mirada al adorado huésped de Belén e inspirémonos en su gran amor, humildad y ternura para construir entre todos un mundo mejor.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este jueves en que celebramos la solemnidad de la Natividad del Señor.

Dios nos bendice…

Evangelio según san Juan 1,1-18
En principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió. [Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz.] La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios. Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. [Juan da testimonio de él y grita diciendo: "Éste es de quien dije: "El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo."" Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la Ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer]. 
Comentario


El lenguaje que triunfa no es el de los hombres. Las palabras humanas desfallecen persiguiéndose unas a otras. Son como las olas, que en su vaivén viajan sin llegar y se mueven sin cambiar. La Palabra Divina es distinta, porque tiene una fuente y un término, a saber, el misterio de Dios, misterio que no se esconde al revelarse pero que en su revelación nos desborda con su riqueza, profundidad y hermosura.

Navidad es un tiempo precioso para adorar. En esta noche santa y en este día santo hay tanto que admirar, tanto que meditar y tanto que celebrar que el alma cristiana quisiera resumirlo todo en un solo acto de donación y de fusión con el Amado. Por eso la Navidad es tiempo de adoración.

Adorar es dejarnos conquistar por el amor, dejarnos invadir por la belleza, abrir las puertas a la pureza y darle permiso a la humildad para que irrumpa suavemente llenando todo de orden y sentido. El alma humana necesita adorar porque si no tiene hacia dónde dirigirse se precipita monstruosamente sobre sí misma, y se recome en su egoísmo y su nada.

Mas, ¿qué o quién es digno de adoración? La respuesta brota en Navidad: hay Uno que es adorable. Uno que no engaña si le creemos, que no decepciona si en él confiamos; hay Uno que cumple todo lo que promete y que rebasa nuestros mejores deseos; Uno que nos ama bien y que desde su primer hálito hasta su último suspiro sólo conoce el lenguaje del amor. Hoy es Niño en el pesebre, mañana Sacerdote en la Cruz. Se llama Jesús.

http://fraynelson.com/homilias.html.