sábado, 7 de julio de 2012

Seguir a Jesús implica una alegre renovación total

¡Amor y paz!

La sección a la que pertenece el pasaje del evangelio hoy se abre con una serie de tres episodios a la que pertenecen la curación de un paralítico (9, 2-8), la llamada a Mateo (9, 9) y la comida con los pecadores (9, 9-13). Dicho capítulo concluye también con tres episodios: la salvación de dos personajes femeninos (9, 18-26), la curación de dos ciegos (9, 27-31) y la de un mudo (9, 32-34). 

Entre ambos trípticos se coloca un texto sobre la novedad cristiana y sobre su incompatibilidad con las instituciones religiosas judías que constituye la enseñanza central de 9, 2-34 y desde el cual se deben interpretar los restantes textos.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado de la 13ª. Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 9,14-17. 
Entonces se acercaron los discípulos de Juan y le dijeron: "¿Por qué tus discípulos no ayunan, como lo hacemos nosotros y los fariseos?". Jesús les respondió: "¿Acaso los amigos del esposo pueden estar tristes mientras el esposo está con ellos? Llegará el momento en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán. Nadie usa un pedazo de género nuevo para remendar un vestido viejo, porque el pedazo añadido tira del vestido y la rotura se hace más grande. Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos, porque los odres revientan, el vino se derrama y los odres se pierden. ¡No, el vino nuevo se pone en odres nuevos, y así ambos se conservan!". 
Comentario

El ayuno sigue teniendo sentido para los cristianos. Es un buen medio de expresar nuestra humildad y nuestra conversión a los valores esenciales, por encima de los que nos propone la sociedad de consumo. Los judíos piadosos ayunaban dos días a la semana (lunes y jueves). Los seguidores de Juan, también. El mismo Jesús ayunó en el desierto. Y los cristianos seguirán haciéndolo, por ejemplo en la Cuaresma, preparando la Pascua.

Pero no es esto lo que aquí discute Jesús. Lo que él nos enseña es la actitud propia de sus seguidores: la fiesta y la novedad radical.

Ya en el sermón de la montaña nos decía que, cuando ayunemos, lo hagamos con cara alegre, sin pregonar a todos nuestro esfuerzo ascético. Hoy se compara a sí mismo con el novio y el esposo: los amigos del esposo están de fiesta. Los cristianos no debemos vivir tristes, con miedo, como obligados, sino con una actitud interna de alegría festiva. El cristianismo es, sobre todo, fiesta, porque se basa en el amor de Dios, en la salvación que nos ofrece en Cristo Jesús.

Israel no supo hacer fiesta. Nosotros deberíamos ser de los que sí han reconocido a Jesús como el Esposo que nos invita a su fiesta, por ejemplo, a la mesa eucarística, en la que nos comunica su vida y su gracia.

Por eso mismo, la vida en Cristo es vida de novedad radical. Creer en él y seguirle no significa cambiar unos pequeños detalles, poner unos remiendos nuevos a un traje viejo, ocultando sus rotos, o guardar el vino nuevo de la fe en los mismos pellejos en los que guardábamos el vino viejo del pecado. Lo nuevo es incompatible con lo viejo, nos viene a decir Jesús. Seguirle es cambiar el vestido entero, más aun, cambiar la mentalidad, no sólo el vestido exterior. Es tener un corazón nuevo. (¡Lo que les costó a Pedro y a los demás discípulos cambiar la mentalidad religiosa y social que tenían antes de conocer a Cristo!). Seguir a Cristo afecta a toda nuestra vida, no sólo a unas oraciones o prácticas piadosas.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 109-112