¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en
este sábado de la 26ª semana del Tiempo Ordinario.
Dios nos bendice...
LECTIO DIVINA: LUCAS
10,17-24
Lectio:
Sábado, 6 octubre,
2018
Tiempo Ordinario
1) Oración
inicial
¡Oh Dios!, que manifiestas especialmente tu poder con el perdón y la misericordia; derrama incesantemente sobre nosotros tu gracia, para que, deseando lo que nos prometes, consigamos los bienes del cielo. Por nuestro Señor.
2) Lectura
Del santo Evangelio según
Lucas 10,17-24
Regresaron los setenta y
dos, y dijeron alegres: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu
nombre.» Él les dijo: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad, os
he dado el poder de pisar sobre serpientes y escorpiones y sobre todo poder del
enemigo, y nada os podrá hacer daño; pero no os alegréis de que los espíritus
se os sometan; alegraos de que vuestros nombres estén escritos en los cielos.»
En aquel momento, se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo y dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes y se las has revelado a ingenuos. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Mi Padre me lo ha entregado todo, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.»
Volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: «¡Dichosos los ojos que ven lo que veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron.»
En aquel momento, se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo y dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes y se las has revelado a ingenuos. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Mi Padre me lo ha entregado todo, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.»
Volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: «¡Dichosos los ojos que ven lo que veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron.»
3) Reflexión
• El contexto.
Anteriormente, Jesús había enviado a setenta y dos discípulos, ahora éstos
vuelven y se explican. Puede constatarse que el éxito de la misión se debe a la
experiencia de la superioridad, o mejor, de la supremacía del nombre de Jesús
respecto a las potencias del mal. La caída de Satanás coincide con la llegada
del Reino: los discípulos lo han visto al realizar la misión. Las fuerzas
demoníacas han quedado debilitadas: los demonios se someten al poder del nombre
de Jesús. Pero este convencimiento no puede ser el fundamento de su alegría y
del entusiasmo de su testimonio misionero; la alegría tiene sus raíces
profundas en el hecho de ser conocidos y amados por Dios. Esto no quiere decir
que la protección de Dios y la relación con él nos sitúen siempre en ventaja
ante las fuerzas demoníacas. Aquí se pone la mediación de Jesús entre Dios y
nosotros: “Mirad, os he dado el poder” (v.19). El poder de Jesús es un poder
que nos hace experimentar el éxito ante el poder diabólico y nos protege. Un
poder que sólo puede ser transmitido cuando Satanás es derrotado. Jesús ha
asistido a la caída de Satanás, aunque aún no ha sido derrotado
definitivamente; los cristianos están llamados a impedir este poder de Satanás
sobre la tierra. Ellos están seguros de su victoria, aunque vivan en situación
crítica: participan de la victoria en la comunión de amor con Cristo, aunque
son probados en el sufrimiento y el la muerte. Sin embargo, el motivo de la
alegría no está en la seguridad de salir indemnes, sino en el hecho de ser
amados por Dios. La expresión de Jesús “vuestros nombres están escritos en el
cielo” atestigua que el estar presente en el corazón de Dios (la memoria)
garantiza la prolongación de nuestra vida en la dimensión de la eternidad. El
éxito de la misión de los discípulos es consecuencia de la caída de Satanás,
pero por otra parte muestra la benevolencia del Padre (vv.21-22): el éxito de
la Palabra de Gracia en la misión de los setenta y dos, vivida como designio
del Padre y en comunión con la resurrección del Hijo, es desde ahora revelación
de la bondad del Padre; la misión se convierte en un espacio para revelar la
voluntad de Dios en el tiempo humano. Esta experiencia la transmite Lucas en un
contexto de oración: Muestra la reacción en el cielo (“te doy gracias”, v.21) y
también en la tierra (vv.23-24).
• La oración de júbilo. En
la oración que Jesús dirige al Padre guiado por la acción del Espíritu, se
especifica que “se llenó de gozo”, expresando la apertura al gozo mesiánico y
proclamando la benevolencia del Padre. Se hace evidente en los pequeños, en los
pobres y en los que no cuenta para nada, porque ellos han escuchado la palabra
anunciada por los enviados y de esta manera acceden a la relación entre las
personas divinas de la Trinidad. Sin embargo, los sabios y doctos, en su
seguridad, se complacen en su competencia intelectual y teológica. Esta actitud
les impide entrar en el dinamismo dado por Jesús a la salvación. La enseñanza
que Lucas pretende transmitir a cada creyente, e igualmente a las comunidades
eclesiales, se podría sintetizar así: la humildad abre a la fe; la suficiencia
de las propias seguridades cierra al perdón, a la luz, a la benevolencia de
Dios. La oración de Jesús tiene sus efectos sobre todos los que acogen la
benevolencia del Padre y se dejan envolver por ella.
4) Para la reflexión
personal
• La misión de ser
portadores de la vida de Dios a los demás comporta un estilo pobre y humilde.
¿Está tu vida atravesada por la vida de Dios, de la Palabra de gracia que viene
de Jesús?
• ¿Tienes confianza en la
llamada de Dios y en su poder, que busca manifestarse a través de la
simplicidad, de la pobreza y de la humildad?
5) Oración final
Tú, Señor, eres bueno e
indulgente,
rico en amor con los que te invocan;
Yahvé, presta oído a mi plegaria,
atiende a la voz de mi súplica. (Sal 86,5-6)
rico en amor con los que te invocan;
Yahvé, presta oído a mi plegaria,
atiende a la voz de mi súplica. (Sal 86,5-6)
Orden de los Carmelitas