miércoles, 31 de julio de 2013

Renunciemos a las banalidades del mundo para ganar a Dios

¡Amor y paz!

Dos parábolas más, muy breves, y ambas coincidentes en su intención: la del que encuentra un tesoro escondido bajo tierra y la del comerciante que, entre las perlas, descubre una particularmente preciosa. Los dos venden cuanto tienen, para asegurarse la posesión de lo que sólo ellos saben que vale tanto.

Hoy Jesús hubiera podido añadir ejemplos como el del que juega en bolsa y sabe qué acciones van a subir, para invertir en ellas, o el de un coleccionista que descubre por casualidad un cuadro o una partitura o una moneda de gran valor. Y no digamos, un pozo de petróleo.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles de la XVII Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 13,44-46. 
Jesús dijo a la multitud: "El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo. El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró." 
Comentario

El Reino de Dios se ha hecho presente entre nosotros en Cristo Jesús. Él es el Reino. Quien se une a Él por la fe y por el Bautismo, quien permanece fiel a Él y camina como testigo suyo en el mundo, está haciendo presente el Reino de Dios en el mundo. El hombre con una fe auténtica y acendrada en Cristo Jesús no sólo lo buscará para encontrarse con Él, sino que entrará en una Alianza de amor, nueva y eterna, con un corazón indiviso, de pertenencia sólo al Señor. Quien quiera unirse a Él debe renunciar a todo; no puede estar por encima de ese amor ni siquiera la propia familia; hay que renunciar a todo, incluso a uno mismo; y tomar la propia cruz e ir tras las huellas del Señor de la Iglesia, para que, hechos uno con Él, lo hagamos presente con su entrega, con su amor, con su misericordia en el momento de la historia que nos tocó vivir. Todo esto no puede surgir sino de un amor verdadero hacia Cristo; amor que no nos deja en un amor intimista con Él, sino que nos pone en camino de servicio a nuestro prójimo. Entonces realmente el mundo conocerá el amor de Dios desde la Iglesia, esposa de Cristo, que continúa la obra de salvación entre nosotros.

En la Eucaristía nos encontramos con el Señor; Él manifiesta cómo nos ha valorado a nosotros. Nosotros somos para Él como el tesoro escondido en el campo de este mundo, o como la perla de gran valor. Por nosotros Él no retuvo para sí el ser igual a Dios, sino que se anonadó a sí mismo tomando la condición de esclavo y nos "compró" para Dios pagando el precio de su propia Sangre. Y Él nos ha llamado en este día para que renovemos con Él la Alianza nueva y eterna; para que nos decidamos a ser suyos para siempre. El Apóstol san Pedro nos dice: Ustedes fueron comprados a precio de la Sangre del Cordero inmaculado. Por eso ya no hemos de vivir para nosotros mismos, sino para Aquel que por nosotros murió y resucitó. Este es el compromiso que adquirimos al celebrar la Eucaristía, la cual no hemos de ver sólo como un acto de culto a Dios sino como el momento en que nos unimos a Cristo para recibir su Vida y para caminar en adelante, unidos a Él, como hijos de Dios, guiados por su Espíritu Santo.

Vivimos en un mundo con muchos requerimientos tanto personales, como familiares y sociales. A veces quisiéramos vivir nuestra fe como un compromiso mayor con Dios o con el prójimo. Pensamos que seríamos más hombres de fe si tuviésemos más tiempo para orar, pero apenas podemos dedicar un poco de tiempo para esa actividad. Encontrar el Reino de Dios como se encuentra un tesoro o una perla no puede desligarnos de nuestros compromisos temporales. Una persona casada y enamorada no puede dejar a un lado sus diversos compromisos en la vida. Irá a ellos con alegría y seguridad, pues en el fondo sentirá el respaldo del ser amado. Eso mismo es lo que Dios espera de quienes lo tenemos a Él en el centro de nuestra vida. Ciertamente entraremos en una relación de amor a Dios en el culto público y en la oración personal. Pero esto no será como una camisa que nos ponemos en su presencia, y que nos quitamos al salir del templo o de la oración personal. Quien viva enamorado de Dios lo seguirá amando en su prójimo, en el cuidado de la naturaleza y en la transformación del mundo mediante la ciencia y la técnica, colaborando para que lo que Dios creó y puso en nuestras manos, sea cada día una más digna morada del hombre, y para que nuestras relaciones humanas sean cada día más fraternas. Entonces el cielo estará conectado con la tierra; entonces el Reino de los cielos habrá iniciado a abrirse paso entre nosotros.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de saber confiar siempre en Él; pero que esto no nos desligue del cumplimiento fiel de nuestros compromisos temporales; sino que más bien en ellos seamos capaces de hacer brillar un poco más la justicia, la bondad, el amor y la alegría que proceden del mismo Dios, como un don que Él ha hecho a su Iglesia y que le ha confiado el hacerlo llegar a toda la humanidad. Amén.

Homiliacatolica.com

martes, 30 de julio de 2013

« ¡El que tenga oídos, que oiga! »

¡Amor y paz!

Jesús mismo nos explica la parábola que leíamos el sábado, la de la cizaña que crece junto al trigo en el campo. O sea, es él quien nos hace la homilía.

Dios siembra buena semilla, el trigo. Pero hay alguien -el maligno, el diablo- que siembra de noche la cizaña. A los discípulos, siempre dispuestos a cortar por lo sano, Jesús les dice que eso se hará a la hora de la siega, al final de los tiempos, cuando tenga lugar el juicio y la separación entre el trigo y la cizaña. Entonces sí, los «corruptores y malvados» serán objeto de juicio y de condena, mientras que «los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre».

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la XVII Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga,..

Evangelio según San Mateo 13,36-43. 
Entonces, dejando a la multitud, Jesús regresó a la casa; sus discípulos se acercaron y le dijeron: "Explícanos la parábola de la cizaña en el campo". Él les respondió: "El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los que pertenecen al Reino; la cizaña son los que pertenecen al Maligno, y el enemigo que la siembra es el demonio; la cosecha es el fin del mundo y los cosechadores son los ángeles. Así como se arranca la cizaña y se la quema en el fuego, de la misma manera sucederá al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y estos quitarán de su Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal, y los arrojarán en el horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre. ¡El que tenga oídos, que oiga! 
Comentario

La semilla que el sembrador deposita en tierra, durante días, incluso semanas o meses, permanece escondida mientras se fecunda y fertiliza. Después, poco a poco, inicia una pequeña planta que con el tiempo acogerá a las aves del cielo, dará sombra al caminante cansado y lo alimentará con sus sabrosos frutos.

Cristo sembrador pasa junto al surco de nuestra vida y deja caer sus semillas de variadas virtudes. Aunque para nosotros es imperceptible, Él deposita en nuestros corazones el germen para ser caritativos, pacientes, humildes, fieles, sencillos, generosos. Con el sucederse de los meses y de los años nuestra personalidad se enriquece con las virtudes que afloran en nuestro comportamiento cotidiano en beneficio de los que nos rodean, familiares cercanos o personas con las que entramos en contacto.

Es inevitable que, junto con el buen fruto, surja en el campo de modo espontaneo abrojos y plantas silvestres que el buen agricultor quitará oportunamente para que los frutos se desarrollen con plenitud lozanía.

Discordias, malos entendidos, envidias, rencores, pereza, pasiones, deseos desordenados son las plantas silvestres que anidan en nuestra naturaleza y que afloran sin previo aviso. El buen cristiano acude a la confesión donde Cristo jardinero toma todas nuestras hierbas y actos malos y los arroja fuera de nuestra alma para que nuestro corazón brille como un campo limpio y abundante de frutos.

Fuente: Catholic.net
Autor: P. Clemente González 

lunes, 29 de julio de 2013

Dios se manifiesta en lo pequeño e insignificante

¡Amor y paz!

Jesús nos trae hoy la parábola que nos refiere la semejanza del Reino de Dios con el grano de mostaza. El Reino, cuando llega a la vida de los seres humanos, en apariencia es una pequeña realidad; pero ella no se queda quieta, más bien es dinámica y comienza a germinar y crecer.

La persona que acoge el Reino de Dios en su vida experimentará que poco a poco se va dando una transformación en su vida tan significativa, que le llevará a ser en el futuro de su comunidad como el arbusto que germina de la semilla de mostaza, sombra y fortaleza a otros llamados a compartir esta realidad (Juan Alarcón Cámara S.J). 
  
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes de la XVII Semana del Tiempo Ordinario.

Celebra también hoy la Iglesia la memoria de Santa Marta, aquella bienaventurada mujer, hermana de Lázaro y María, amigos de Jesús. Le pedimos que interceda por nosotros.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 13, 31-35
En aquel tiempo, Jesús propuso esta otra parábola a la gente: "El Reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un arbusto más alto que las hortalizas, y vienen los pájaros a anidar en sus ramas". Les dijo otra parábola: "El Reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, y basta para que todo fermente". Jesús expuso todo esto a la gente en parábolas, y sin parábolas no les exponía nada. Así se cumplió el oráculo del profeta: "Abriré mi boca diciendo parábolas; anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo". 
Comentario

Estamos acostumbrados a deslumbrarnos ante los grandes acontecimientos y las cosas extraordinarias y despreciamos la fuerza de lo pequeño. En cambio el proceder de Dios es diferente: se manifiesta siempre en lo que no cuenta, en lo que es insignificante, en lo cotidiano, en lo pequeño. De ahí que al ser humano le cuesta mucho descubrir por dónde va Dios, y pretende encontrarlo aplicando sus propios criterios.

El profeta, en el Antiguo Testamento, buscaba a Dios en la tormenta o en una manifestación fuerte de la naturaleza, pero sólo lo encontró en la brisa suave. Un gran edificio comienza en la base, un gran discurso comienza con una palabra, los grandes movimientos sociales empiezan por ser la idea de unos cuantos que poco a poco van contagiando a otros. Jesús sabe que el Reino no se instaura a partir de un acontecimiento extraordinario, sino a partir de la vida cotidiana vivida en la dimensión de la justicia y del amor. 

El grano de mostaza es insignificante pero tiene por dentro la capacidad de producir la vida. Al estar dentro de la tierra tiene la fuerza suficiente para irrumpir, brotar hacia arriba y convertirse en árbol y poder abrigar a los pájaros del cielo. Pero este proceso requiere de tiempo. A veces somos demasiado impacientes y más aún en estos nuestros días en que se espera eficiencia, rendimiento y utilidad en el menor tiempo posible. Los avances tecnológicos han encontrado la forma de acelerar muchos procesos. Nos hemos vuelto más impacientes, hemos ido perdiendo la capacidad de esperar. 

Quien acepta el Reino de los Cielos debe comenzar desde lo de simple e insignificante, pero apuntando con fuerza hacia el ideal de mejorar la capacidad de producir, de mantener y de recrear la vida en el amor y en la justicia. La comparación de la levadura es semejante a la del grano de mostaza aunque también tiene sus diferencias. Ambos nos indican lo que sucede al interior de las personas, recordándonos que la fuerza que transforma y hace crecer viene de adentro. Pero también es un reto para los cristianos, que deben ser como el grano de mostaza y la levadura, para el mundo.

Servicio Bíblico Latinoamericano

domingo, 28 de julio de 2013

Sólo creyendo en Dios Padre, reconoceremos que somos hermanos

¡Amor y paz!

Todos los seres humanos somos hermanos. Así de fácil y difícil a la vez. Pues nuestra idea de fraternidad viene lastrada de prejuicios de consanguinidad, de racismo y modernamente de nacionalismo. De modo que si resulta difícil creer en Dios Padre, mucho más lo es creer en una fraternidad universal. Eso es tan utópico, tan irrenunciable como única salvación posible, que hace imposible añadir al nombre del Padre la palabra Nuestro.

Mientras no creamos en Dios Padre, difícilmente podremos aceptar que somos hermanos. Pero mientras no erradiquemos todo lo que nos impide ser hermanos, sólo podremos seguir diciendo padrenuestros, pero no podremos decir de verdad y con sentido: Padre Nuestro... (L. Betes, 1992).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este XVII Domingo del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 11,1-13. 
Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: "Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos". Él les dijo entonces: "Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino; danos cada día nuestro pan cotidiano; perdona nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a aquellos que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación". Jesús agregó: "Supongamos que alguno de ustedes tiene un amigo y recurre a él a medianoche, para decirle: 'Amigo, préstame tres panes, porque uno de mis amigos llegó de viaje y no tengo nada que ofrecerle', y desde adentro él le responde: 'No me fastidies; ahora la puerta está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados. No puedo levantarme para dártelos'. Yo les aseguro que aunque él no se levante para dárselos por ser su amigo, se levantará al menos a causa de su insistencia y le dará todo lo necesario. También les aseguro: pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá. Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre. ¿Hay entre ustedes algún padre que da a su hijo una piedra cuando le pide pan? ¿Y si le pide un pescado, le dará en su lugar una serpiente? ¿Y si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan". 
Comentario

El Evangelio de Lucas comienza en clima de oración en el Templo (Lc 1, 1-10) y termina  en ese mismo clima, con los Doce bendiciendo a Dios en el Templo (24, 53). Aquí tenemos  el mejor indicio de la extraordinaria importancia que el evangelista concede a la oración. El  Evangelio de Lucas es llamado el Evangelio de la oración. Este es uno de sus rasgos más  bellos y característicos.

Lucas, consciente de que la oración, es una actitud esencial en la vida del cristiano y de  la comunidad cristiana, se complace en presentarnos a Jesús frecuentemente en oración.  Los momentos más importantes del ministerio público de Jesús están precedidos,  preparados e impregnados por la oración: el Bautismo de Jesús (3, 21), la elección de los  doce (6, 12), la confesión de Pedro (9, 18), la transfiguración (9, 28), la última Cena (22,  32), la agonía en el huerto de los Olivos (22, 41), sus últimos momentos en la cruz (23,  46).

Pero Jesús, en el Evangelio de Lucas, no sólo aparece orando en los momentos más  culminantes, sino que la oración acompaña, envuelve y sostiene toda su actividad, toda su  vida. Jesús gusta retirarse a lugares solitarios (5, 16); o sube al monte y pasa la noche en  oración (6, 12). La noche y el monte son el tiempo y el lugar preferidos por Jesús para su  incesante diálogo con el Padre. Al presentar el evangelista la ya citada oración de Jesús en  el huerto, leemos este precioso detalle: "Salió entonces y se dirigió, como de costumbre, al  monte de los Olivos" (22, 39). Era una costumbre en Jesús retirarse a la montaña para  pasar la noche en oración.

Con esta complacencia en presentar a Jesús en oración, el evangelista ofrece al lector  un eximio ejemplo de actitud orante, al mismo tiempo que le exhorta, de la forma más  delicada y persuasiva, a la oración. La oración tiene una clara finalidad: «Orad para no  desfallecer en la prueba» (22, 40). Las pruebas, las dificultades, las tribulaciones -que  constituyen, en los escritos de Lucas, una dimensión esencial de la vida cristiana (He. 14,  22)- acompañan siempre al seguidor de Jesús.

La oración no sólo tiene un relieve singular en el Evangelio de Lucas, sino también en el  libro de los Hechos, que es como la segunda parte o una especie de continuación de aquél  (He. 1,1). "Todos -se refiere a los Doce- perseveraban unánimes en la oración, con algunas  mujeres, con María la madre de Jesús y sus hermanos» (He. 1, 14). Esta es la primera  presentación que hace el libro de los Hechos de la primitiva comunidad cristiana. Y las  referencias a la oración de la comunidad, como un rasgo fundamental de la misma, se  repiten, una y otra vez, a lo largo de todo el libro, como un estribillo.

-La más bella petición 

El texto evangélico de hoy nos presenta un precioso y preciso momento de la vida orante  de Jesús. Jesús se ha apartado del grupo para orar. Los discípulos lo contemplan sumido  en profunda oración al Padre. Están tan absortos y sobrecogidos viendo a Jesús en  oración, que no se atreven a interrumpirlo. 

Dejan que Jesús concluya su oración. «Y cuando acabó», uno de los discípulos, fascinado por aquel singular estilo de orar de Jesús, le dirige la más bella y conmovedora de las peticiones: «Señor, enséñanos a orar». Y fue entonces cuando Jesús enseñó a los Doce, como viva expresión de su actitud  orante, el Padre-nuestro. Desde aquel momento, nunca se encontrará ya completamente  solo y desamparado el creyente. En las circunstancias más adversas tendrá siempre el maravilloso recurso de poder decir: «Padre nuestro que estás en el cielo...». Al entregarnos  el espléndido regalo del Padre-nuestro, nos dio a todos un inefable remedio para todo nuestro inmenso desamparo existencial.

-Dios como «Abba» D/Padre Abba:

Evoquemos, junto a la oración del Padre-nuestro, las otras oraciones de Jesús recogidas  en el Evangelio de Lucas (10, 21-24; 22, 42; 23, 46) y hagamos esta constatación: todas  comienzan con la misma invocación: «¡Padre!». Tenemos la suerte de saber cuál era la  palabra aramea correspondiente a «Padre», que estaba siempre en los labios de Jesús,  cuando se dirigía a Dios Padre y nos mandaba dirigirnos a Dios Padre. Es la palabra  «Abbá». Esta palabra pertenecía al vocabulario profano y familiar. En las innumerables  oraciones judías que han llegado a nosotros, en ninguna aparece Dios invocado como "Abbá". Esta palabra fue una revolucionaria y original innovación de Jesús. Era algo insólito, inimaginable; expresaba la máxima confianza, cercanía y ternura. Llamó tan  poderosamente la atención de todos los oyentes que se nos ha conservado la mismísima  palabra aramea.

Con esa palabra se abría un mundo nuevo en las relaciones de Dios para con el hombre.  De todas las revoluciones del Evangelio, la más profunda, la más radical fue la operada en  la imagen de Dios: Dios como amor, como el Padre más cariñoso y entrañable. Del nuevo  concepto de Dios brotan unas relaciones nuevas del hombre con Dios y, por consiguiente, el  nuevo estilo de la oración cristiana, hecha de confianza, abandono y obediencia filial,  reflejadas en el «abbá» con que invocamos a Dios, siguiendo el ejemplo y el mandato de  Jesús. La vida cristiana está bañada de la alegría de sabernos hijos de Dios.

-El don del Espíritu Santo

Después de enseñarnos el Padre-Nuestro, Jesús dirige una conmovedora exhortación a la  oración confiada, inspirada en lo que sucede entre los hombres, entre amigos y entre  padres e hijos. Y saca la conclusión: «Si vosotros, aun siendo malos, sabéis dar a vuestros hijos cosas buenas, ¿cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo  pidan?». Retengamos esta última afirmación. La oración no es un seguro a todo riesgo.  Jesús nos asegura que nos concederá su Espíritu. Así viviremos como hijos ante Dios y  como hermanos de nuestros hermanos. Este es el sentido de la oración.

Vicente García Revilla
Dabar 1992, 39

sábado, 27 de julio de 2013

Crezcamos en vida interior: ¡no le demos chance al mal!

¡Amor y paz!

Otra parábola tomada del campo y también relacionada con la semilla: el trigo que crece mezclado con cizaña. Jesús les da a sus discípulos una lección de paciencia. Dios ya sabe que existe el mal, pero tiene paciencia y no quiere intervenir cada vez, sino que deja tiempo para que las personas cambien.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado de la XVI Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 13,24-30.
Y les propuso otra parábola: "El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras todos dormían vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo y se fue. Cuando creció el trigo y aparecieron las espigas, también apareció la cizaña. Los peones fueron a ver entonces al propietario y le dijeron: 'Señor, ¿no habías sembrado buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que ahora hay cizaña en él?'. Él les respondió: 'Esto lo ha hecho algún enemigo'. Los peones replicaron: '¿Quieres que vayamos a arrancarla?'. 'No, les dijo el dueño, porque al arrancar la cizaña, corren el peligro de arrancar también el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha, y entonces diré a los cosechadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, y luego recojan el trigo en mi granero'".
Comentario

I. Jesús, hoy me explicas la parábola de la cizaña. Tú eres el dueño. El campo es mi corazón, en el que siembras buena semilla: la semilla de tu gracia, de esa vida sobrenatural que me hace más humano, más comprensivo con los demás -porque son hijos de Dios- y más exigente conmigo mismo -porque he de luchar por ser santo. Gracias, Jesús, por tantas cosas buenas que has puesto en mi corazón: esas buenas intenciones, esos deseos de hacer el bien, de ayudar a los demás, de hacer apostolado. Pero también descubro en mi corazón otras fuerzas que no son buena semilla: la inclinación a hacer lo más cómodo; el deseo de sobresalir, de quedar bien por encima de todo; la búsqueda de placeres desordenados; la envidia; la frivolidad... Es la cizaña que ha plantado el enemigo -el mundo, el demonio y la carne- y que a veces ahoga el buen trigo de mi vida interior. Ayúdame, Jesús, a mantener la cizaña a raya; ayúdame a dominar mis pasiones.

II. “El Señor sembró en tu alma buena simiente. Y se valió -para esa siembra de vida eterna- del medio poderoso de la oración: porque tú no puedes negar que, muchas veces, estando frente al Sagrario, cara a cara, Él te ha hecho oír -en el fondo de tu alma- que te quería para Sí, que habías de dejarlo todo... Si ahora lo niegas, eres un traidor miserable; y, si lo has olvidado, eres un ingrato.

Se ha valido también -no lo dudes, como no lo has dudado hasta ahora- de los consejos o insinuaciones sobrenaturales de tu Director que te ha repetido insistentemente palabras que no debes pasar por alto,- y se valió al comienzo –siempre para depositar la buena semilla en tu alma-, de aquel amigo noble, sincero, que te dijo verdades fuertes, llenas de amor de Dios.

-Pero, con ingenua sorpresa, has descubierto que el enemigo ha sembrado cizaña en tu alma. Y que la continúa sembrando, mientras tú duermes cómodamente y aflojas en tu vida interior -Esta, y no otra, es la razón de que encuentres en tu alma plantas pegajosas, mundanas, que en ocasiones parece que van a ahogar el grano de trigo bueno que recibiste...

-¡Arráncalas de una vez! Te basta la gracia de Dios. No temas que dejen un hueco, una herida... El Señor pondrá ahí nueva semilla suya: amor de Dios, caridad fraterna, ansias de apostolado... Y, pasado el tiempo, no permanecerá ni el mínimo rastro de la cizaña. Si ahora, que estás a tiempo, la extirpas de raíz,- y mejor si no duermes y vigilas de noche tu campo” [74].

Esas plantas mundanas, pegajosas, crecen cuando no vigilo, cuando aflojo en mi vida interior, cuando no lucho contra la tibieza. La tibieza es ese conformarse con hacer las cosas a medias: contentarse con no hacer nada malo, sin hacer tampoco nada bueno. La tibieza es como un sopor espiritual, que deja abiertas las puertas al enemigo. “Los demonios, a quienes están metidos en la tibieza y no hacen nada por salir de ella empiezan a despojarles del temor y recuerdo de Dios, así como de la meditación espiritual. Luego, una vez desarmados del socorro y protección divinos, se abalanzan osados sobre sus víctimas como sobre una presa fácil” [75]. Madre, ante el primer síntoma de tibieza, ayúdame a despertarme, a volver a luchar en serio, arrancando de raíz -con una buena confesión- todo lo que me impida amar a tu Hijo.

[74] Surco, 677.
[75] Casiano, Colaciones, 7.

Comentario realizado por Pablo Cardona.
Fuente: Una Cita con Dios, Tomo V, EUNSA

viernes, 26 de julio de 2013

Que no abandonemos a Jesús para correr detrás de cualquier novelería

¡Amor y paz!

La comunidad cristiana en sus comienzos debió experimentar muchas decepciones con personas que comenzaban  a seguir a Jesús con mucho entusiasmo y luego decaían hasta alejarse por completo. Lo mismo le debió ocurrir antes a Jesús con fervientes seguidores que luego lo abandonaban para correr detrás de cualquier novelería.

La explicación de la parábola muestra diversas actitudes que se toman frente a la Palabra. Algunas personas oyen pero no entienden. No se esfuerzan por penetrar detrás de las palabras, y se quedan con ideas vagas e impresiones superficiales. Otras personas se alegran en el momento que escuchan, pero no tienen la suficiente perseverancia para enraizar su entusiasmo y abandonan el seguimiento de Jesús ante la primera dificultad (Servicio Bíblico Latinoamericano).

Algunos más, reciben la Palabra pero el agobio de las preocupaciones los hace olvidar y se alejan apenas después de haber comenzado. Gracias a Dios, también hay quien la recibe en tierra fértil, que escucha la Palabra, la comprende y produce fruto.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este viernes de la XVI Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 13,18-23. 
Escuchen, entonces, lo que significa la parábola del sembrador. Cuando alguien oye la Palabra del Reino y no la comprende, viene el Maligno y arrebata lo que había sido sembrado en su corazón: este es el que recibió la semilla al borde del camino. El que la recibe en terreno pedregoso es el hombre que, al escuchar la Palabra, la acepta en seguida con alegría, pero no la deja echar raíces, porque es inconstante: en cuanto sobreviene una tribulación o una persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumbe. El que recibe la semilla entre espinas es el hombre que escucha la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas la ahogan, y no puede dar fruto. Y el que la recibe en tierra fértil es el hombre que escucha la Palabra y la comprende. Este produce fruto, ya sea cien, ya sesenta, ya treinta por uno". 
Comentario

Jesús nos dará hoy un ejemplo de esa interpretación espiritual necesaria para entender el significado de las parábolas. Compara a los hombres con cuatro clases de terreno: la misma simiente, la misma Palabra divina, dan resultados más o menos profundos según la respuesta subjetiva que acordamos a la Palabra.

1º El que oye la palabra del reino y no la comprende...

Las palabras materiales del evangelio han sido oídas o leídas; pero a la manera de una "lectura ordinaria".

El evangelio es una palabra viva: el autor del evangelio, el que nos habla a través de las palabras, está vivo HOY... Se dirige a mí. No es pues ante todo una colección de ideas o de bonitos pensamientos, es el "encuentro con alguien".

En una meditación sobre el evangelio, hay que hacerse siempre esta 
pregunta: ¿qué descubro de ti, Señor, a través de este pasaje evangélico?

2º El que recibe el mensaje con alegría; pero no tiene raíces, es el hombre inconstante: cuando surge la dificultad o persecución, falla.

Algunos empiezan a meditar con entusiasmo, pues es verdad que al principio se suele encontrar mucha consolación en la oración. Pero es necesario perseverar. No basta seguir a Dios, cuando esto resulta agradable y fácil... también en la prueba y en la noche del espíritu es necesario perseverar.

Hay un conocimiento profundo de Dios que no se adquiere más que con una larga e incansable frecuencia con el evangelio, leído, meditado y vuelto a meditar. Jesús se nos revela en esta frase como un hombre perseverante, que no se contenta con nuestros fervores pasajeros: espera nuestras fidelidades.

3º El que escucha la palabra, pero el agobio de esta vida, y la seducción de la riqueza la ahogan y se queda estéril.

Hay que saber elegir. "No podéis servir a la vez a Dios y al dinero" (Mateo 6, 24) El descubrimiento de Dios es una maravillosa aventura que implica nuestra entrega y compromiso total: las preocupaciones mundanas, el agrado del placer, el afán de riqueza ¡pueden ahogar la Palabra de Dios! Hemos sido advertidos suficientemente y además tenemos de ello experiencia.

Sobre la riqueza, Jesús tiene una palabra reveladora: habla de la "ilusión de la riqueza"... "del engaño de la riqueza"...

La riqueza es un falso amigo: promete mucho y decepciona también mucho.

4º El que escucha el mensaje y lo entiende; ése sí da fruto y produce en un caso ciento, en otro sesenta, en otro treinta.

Jesús nos ha advertido: la cosecha es maravillosa... pero la siembra es difícil. No hay recolección sin trabajo. Los labradores de Palestina lo sabían bien por experiencia.

El Reino de Dios es semejante a esto.

Es una invitación a la esperanza y al optimismo: ¡un solo grano de trigo puede producir cien granos! Es una invitación al trabajo y a la oración y esto depende de nosotros.

NOÉL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTÉS A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 88 s.

jueves, 25 de julio de 2013

No vinimos a ser servidos sino a servir

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este jueves en que celebramos la fiesta de Santiago apóstol.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 20,20-28.
Entonces la madre de los hijos de Zebedeo se acercó a Jesús, junto con sus hijos, y se postró ante él para pedirle algo. "¿Qué quieres?", le preguntó Jesús. Ella le dijo: "Manda que mis dos hijos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda". "No saben lo que piden", respondió Jesús. "¿Pueden beber el cáliz que yo beberé?". "Podemos", le respondieron. "Está bien, les dijo Jesús, ustedes beberán mi cáliz. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes se los ha destinado mi Padre". Al oír esto, los otros diez se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo: "Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo: como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud". 
Comentario

Santiago, Apóstol (s. I ) Hijo de Zebedeo, hermano de Juan y del grupo de los Doce. Natural de Betsaida. Presenció los principales milagros realizados por el Señor. Su acción apostólica inicada en Judea llegó hasta los confines de Occidente.   

Vuelto a Palestina murió mártir por orden de Herodes en el año 44. Sus restos fueron trasladados a España a la ciudad que lleva su nombre, siendo su tumba uno de los puntos principales de peregrinación de toda la cristiandad.   

Epístola del Apóstol Santiago  (análisis)  La carta de Santiago es la primera entre las siete Epístolas Católicas, llamadas así porque no tienen gneralmente destinatario especial y se dirigen universalmente a toda la cristiandad.  

San Jerónimo las caracteriza como sigue: «... Son tan ricas en misterios como sucintas, tan breves como largas: breves en palabras y largas en sentencias. De modo que habrá pocos que al leerlas no tropiecen con algunos lugares obscuros....»    El autor, que se da a si mismo el nombre de  «Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo», es el  apóstol Santiago el Menor, hijo de Alfeo y de Cleofás (Mat. 10, 3) y de María (Mat. 27, 56), hermana es decir, pariente, de la Santísima Virgen.   Por su parentesco con Jesucristo, Santiago a veces es llamado hermano del Señor (Gál. 1, 19);  cfr. Mat. 13, 55 y Mar. 6, 3 ).

Tiene también el honor de ser contado entre las columnas, o Apóstoles que gozaban de mayor prestigio en la Iglesia (Gál. 2, 9 ). Por la santidad de su vida ejercía grandísima influencia, especialmente sobre los judíos, pues entre ellos ejerció el ministerio como Obispo de Jerusalén. Murió mártir el año 44.   

Escribió la carta no mucho antes de padecer el martirio, y con el motivo de fortalecer a los cristianos, convertidos del judaísmo, que a causa de la persecución estaban en peligro de perder la fe y entregarse a una vida desenfrenada.    

Dirígese, por tanto, a  « las doces tribus que  viven dispersas «, esto es, a todos los hebreo-cristianos dentro y fuera de Palestina (cfr. Rom. 10, 18 ).  
El estilo es conciso, sentencioso y rico en imágenes, desarrolladas en un ambiente de espiritualidad. Por ser un documento apostólico del amor a los pobres y explotados, esta carta se llama con toda razón el Evangelio social.

Oremos  

Dios todopoderoso y eterno, que quisiste que Santiago fuera el primero de entre los apóstoles en derramar su sangre por la predicación del Evangelio, fortalece a tu Iglesia con el testimonio de su martirio y confórtala con su 
valiosa protección. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

©Evangelizo.org 2001-2013

miércoles, 24 de julio de 2013

¡Dediquemos un tiempo para estar a solas con Jesús!

¡Amor y paz!

El evangelio de san Mateo es una reagrupación de varios conjuntos de temas tratados por Jesús. En primer lugar, tenemos el "Sermón de la Montaña", que gira en torno de la verdadera justicia; luego el "discurso apostólico", que a su vez agrupa varias enseñanzas a los discípulos.

Vamos a abordar ahora un conjunto de "parábolas". Las "parábolas" son un "género literario": relatos concretos y llenos de imágenes, destinados a la mejor comprensión de una idea... Todos los detalles concretos no tienen el mismo valor. Interesa, sobre todo, captar la significación global (Noél Quesson).

En el capítulo 13, leeremos las parábolas del sembrador y su semilla, el grano de mostaza, la levadura, el tesoro y la perla escondidos, la red que recoge peces buenos y malos.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles de la XVI Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 13,1-9.
Aquel día, Jesús salió de la casa y se sentó a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a él, de manera que debió subir a una barca y sentarse en ella, mientras la multitud permanecía en la costa. Entonces él les habló extensamente por medio de parábolas. Les decía: "El sembrador salió a sembrar. Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron. Otras cayeron entre espinas, y estas, al crecer, las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta. ¡El que tenga oídos, que oiga!". 
Comentario

Dado que en unos días más Jesús mismo nos explicara el significado de esta parábola ya tan conocida por nosotros, quisiera que centráramos nuestra reflexión de hoy en el hecho de que Jesús se sentó para enseñarle a la gente.

Una de las cosas que está perdiendo nuestra generación es la capacidad de estar a solas con Jesús, la capacidad de sentarse con Jesús a la orilla del lago y escuchar su enseñanza sin prisa. Nuestro mundo agitado nos mete en un torbellino de actividades en donde, si acaso dedicamos algo de nuestra jornada a la oración y la escucha del Señor en su palabra, la mayoría de las veces es a la carrera.

Me gusta imaginarme esta escena en donde la gente sin prisa se sentó a la orilla del mar a escuchar con atención las palabras de vida que el Maestro les anunciaba. Quizás no puedas hacerlo todos los días, pero al menos de vez en cuando date tiempo para estar a solas con Jesús. Toma tu Biblia y sal a dar un paseo; busca un lugar tranquilo, y ahí en el silencio de tu corazón y sin prisas escucha la voz del maestro, escucha su palabra. Te aseguro que regresarás a tu casa lleno de vida y del amor de Dios.

Que pases un día lleno del amor de Dios.
Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro

martes, 23 de julio de 2013

La gran familia de Jesús es la que cumple la voluntad de Dios

¡Amor y paz!

Jesús destaca hoy un nuevo concepto de familia, la de los hijos de Dios, que trascienden los lazos de sangre y parentela, y se deben caracterizar porque hacen la voluntad del Padre.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la XVI Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 12,46-50.  
Todavía estaba hablando a la multitud, cuando su madre y sus hermanos, que estaban afuera, trataban de hablar con él. Alguien le dijo: "Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren hablarte". Jesús le respondió: "¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?". Y señalando con la mano a sus discípulos, agregó: "Estos son mi madre y mis hermanos. Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre". 
 Comentario

Las discusiones de Jesús de Mt 11-12 han puesto de relieve la profundidad del cuestionamiento que produce el Reino de Dios en todo hombre. El rechazo del Reino por parte de los fariseos se ha hecho en presencia de la multitud. A ella mencionada discretamente en esos capítulos (11, 7; 12, 15. 23. 46), Jesús se dirige ahora para invitarlas al discipulado y al seguimiento.

En el v. 46 se da noticias de la presentación de la madre y de los hermanos de Jesús. Con este último término se designa una realidad amplia que puede englobar la pertenencia a la misma familia, pero también el parentesco entre los miembros de un clan o de una tribu. Más importante que la determinación del grado de lazos familiares, adquiere relevancia la indicación del texto el lugar donde están situados (“fuera”) y desde el que pretenden hablar con Jesús. 

Ante el aviso de su presencia Jesús pone de relieve la ruptura que el Reino de los cielos introduce en las relaciones humanas en general y de parentela en particular. Primeramente (v. 48b) pregunta sobre los sujetos con quienes lo ligan lazos familiares. Estos no son los que se hallan “fuera” sino los que se encuentran con Él, a los que puede señalar con la mano, “los discípulos” (v. 49). Frente a la familia de sangre se presenta la verdadera familia. De esta forma Jesús señala que el vínculo de sangre derivado de la pertenencia a un mismo hogar, clan o pueblo debe ceder ante otro tipo de vínculo: el que surge del discipulado y del seguimiento.

Este nuevo vínculo es circunscrito y definido en el v. 50. Se realiza en torno al Padre del cielo que es capaz de crear un nuevo tipo de unidad familiar. Esta nueva unidad surge de la participación en el mismo querer del Padre, en la asimilación del propio designio al designio divino.

Para pertenecer a la familia de Jesús es necesario colocar como centro de las preocupaciones de la vida la voluntad del Padre. Se trata por tanto, de la constitución de una nueva familia universal que trasciende los lazos de sangre y parentela. Y dicha comunidad universal de hermanos, hermanas, madre, le ha sido dada a Jesús por el Padre del cielo.

Este es el lazo familiar que debe predominar en la existencia del discípulo y en cada una de las personas de la multitud a la que se hace una invitación para incorporarse a esta nueva familia. La nueva familia de Jesús se realiza en todos aquellos que colocan por encima de todo el beneplácito del Padre, realizado en Jesús y en su mensaje.

Reconocer a Jesús, el Servidor que implanta el derecho para todos y responde a las esperanzas de todo hombre (12, 18.21), posibilita formar parte de la comunidad de pequeños que constituye la verdadera familia de Jesús y poder descubrir de esta forma el verdadero rostro de Dios escondido humildemente en la historia de los hombres.

La invitación dirigida trasciende la presencia histórica de Jesús y se dirige a todo hombre a lo largo del tiempo. El Señor, el Dios con nosotros, sigue dirigiéndola a todo aquel que está dispuesto a compartir su suerte y, de esa forma, entrar en la comunión divina y asumir gozosamente sus exigencias.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica) (2002).

lunes, 22 de julio de 2013

La pecadora que, por amor a Cristo, transformó su vida

¡Amor y paz!

La memoria de Santa María Magdalena, que celebramos hoy,  está asociada indisolublemente a la de la resurrección de Jesús, pues ella fue, como leemos hoy en el evangelio de Juan, y como testimonian los otros evangelistas, la que primero llevó a los discípulos la gran noticia del hallazgo de la tumba vacía donde había sido colocado el cuerpo sin vida del Señor.

En épocas distintas de la historia de la Iglesia se ha manifestado fuertemente la admiración por esta mujer, que de pecadora se hizo penitente y santa y que, confundida con otras mujeres que aparecen en los evangelios, manifestó al Señor un amor rendido y tierno (Diario Bíblico. Cicla).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 20,1-2.11-18.
El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada.  Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto". María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. Ellos le dijeron: "Mujer, ¿por qué lloras?". María respondió: "Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto". Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció. Jesús le preguntó: "Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?". Ella, pensando que era el cuidador de la huerta, le respondió: "Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo". Jesús le dijo: "¡María!". Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: "¡Raboní!", es decir "¡Maestro!". Jesús le dijo: "No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: 'Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes'". María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho esas palabras. 
Comentario

A María la llamaban «Magdalena» porque venía de un pueblecito de Galilea llamado Magdala. Parece que Jesús la hizo sentirse totalmente sanada. Los evangelios nos dicen que expulsó siete demonios de ella (Mc 16,9; Lc 8,2). Ella le ayudó en su trabajo y fue testigo de su crucifixión.

Ha sido habitual identificarla con la mujer pecadora de Lucas 7,36-50, pero esa mujer no recibe ningún nombre y no hay razón suficiente para esa identificación.

En el evangelio de Juan, María Magdalena es la única mujer que se acerca a la tumba (en el de Mateo son dos, en el de Marcos tres y en el de Lucas un número indeterminado). Ellas fueron las primeras que recibieron la noticia de la resurrección de Jesús. Fueron enviadas a llevar la noticia a los hermanos. La palabra «apóstol» viene del griego «apostellein», enviar. ¡Resulta que los primeros apóstoles que proclamaron el mensaje cristiano de la Resurrección fueron mujeres! Por eso, María Magdalena es tradicionalmente conocida como la apóstol de los apóstoles. Es la patrona de los Dominicos, llamados también Orden de Predicadores, y muchos conventos de dominicos llevan el nombre de «María Magdalena». También la podemos ver como la patrona de todas las mujeres que han predicado el Evangelio de muchísimas maneras a través de la historia cristiana. 

La memoria de María Magdalena está asociada indisolublemente a la de la resurrección de Jesús, pues ella fue, como leemos hoy en el evangelio de Juan, y como testimonian los otros evangelistas, la que primero llevó a los discípulos la gran noticia del hallazgo de la tumba vacía donde había sido colocado el cuerpo sin vida del Señor. En épocas distintas de la historia de la Iglesia se ha manifestado fuertemente la admiración por esta mujer, que de pecadora se hizo penitente y santa y que, confundida con otras mujeres que aparecen en los evangelios, manifestó al Señor un amor rendido y tierno, capaz de expresarse en gestos atrevidos que escandalizaron a sus contemporáneos y que nos inspiran a nosotros.

El evangelio, tomado de san Juan, nos presenta a la santa junto al sepulcro de Jesús. Sólo encuentra dos ángeles que le preguntan por qué llora, lo mismo que un hombre a quien ella toma por el guardián del huerto. A todos les responde que llora por su Señor, porque no sabe dónde está, donde lo han colocado. Ella está dispuesta a buscarlo hasta el fin. Sólo la voz de Jesús le revela el misterio de la tumba vacía: su Señor ha resucitado, la llama por su nombre y le encarga la misión de anunciar a los discípulos su ascensión hacia el Padre. La pecadora penitente se convierte en mensajera, misionera de la resurrección, apóstol de los apóstoles.

¿Estamos muy seguros de haber encontrado a Jesús en nuestras vidas? ¿No nos hará falta un poco de la pasión y de la ternura con que lo amó y buscó la Magdalena hasta encontrarlo? ¿No estará oculto, vestido de hortelano, de pobre trabajador, de persona sencilla, muy cerca de nosotros, sin que le hayamos reconocido? Si le reconociéramos en nuestros hermanos, seríamos capaces de convertirnos en mensajeros de su victoria sobre el pecado y la muerte, sobre el dolor, la ausencia y las lágrimas. Seríamos sus entusiastas mensajeros.

2004. Servicio Bíblico Latinoamericano