¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este lunes 29 del Tiempo Ordinario, ciclo C.
Dios nos bendice
1ª Lectura (Rom 4,20-25):
Hermanos: Ante la promesa de Dios Abrahán no fue incrédulo, sino que se hizo fuerte en la fe, dando con ello gloria a Dios, al persuadirse de que Dios es capaz de hacer lo que promete, por lo cual le valió la justificación. Y no sólo por él está escrito: «Le valió», sino también por nosotros, a quienes nos valdrá si creemos en el que resucitó de entre los muertos a nuestro Señor Jesús, que fue entregado por nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación.
Salmo responsorial: Lc 1
R/. Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado a su pueblo.
Nos ha suscitado una fuerza de salvación en la casa de
David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos
profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los
que nos odian; realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Versículo antes del Evangelio (Mt 5,3):
Aleluya. Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos. Aleluya.
Texto del Evangelio (Lc 12,13-21):
En aquel tiempo, uno de la gente le dijo: «Maestro, di a
mi hermano que reparta la herencia conmigo». Él le respondió: «¡Hombre! ¿quién
me ha constituido juez o repartidor entre vosotros?». Y les dijo: «Mirad y
guardaos de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está
asegurada por sus bienes».
Les dijo una parábola: «Los campos de cierto hombre rico dieron mucho fruto; y
pensaba entre sí, diciendo: ‘¿Qué haré, pues no tengo donde reunir mi
cosecha?’. Y dijo: ‘Voy a hacer esto: Voy a demoler mis graneros, y edificaré
otros más grandes y reuniré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma:
Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe,
banquetea’. Pero Dios le dijo: ‘¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma;
las cosas que preparaste, ¿para quién serán?’. Así es el que atesora riquezas
para sí, y no se enriquece en orden a Dios».
Comentario
Hoy, el Evangelio, si no nos tapamos los oídos y no
cerramos los ojos, causará en nosotros una gran conmoción por su claridad:
«Mirad y guardaos de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno
no está asegurada por sus bienes» (Lc 12,15). ¿Qué es lo que asegura la vida
del hombre?
Sabemos muy bien en qué está asegurada la vida de Jesús, porque Él mismo nos lo
ha dicho: «El Padre tiene el poder de dar la vida, y ha dado al Hijo ese mismo
poder» (Jn 5,26). Sabemos que la vida de Jesús no solamente procede del Padre,
sino que consiste en hacer su voluntad, ya que éste es su alimento, y la
voluntad del Padre equivale a realizar su gran obra de salvación entre los
hombres, dando la vida por sus amigos, signo del más excelso amor. La vida de
Jesús es, pues, una vida recibida totalmente del Padre y entregada totalmente
al mismo Padre y, por amor al Padre, a los hombres. La vida humana, ¿podrá ser
entonces suficiente en sí misma? ¿Podrá negarse que nuestra vida es un don, que
la hemos recibido y que, solamente por eso, ya debemos dar gracias? «Que nadie
crea que es dueño de su propia vida» (San Jerónimo).
Siguiendo esta lógica, sólo falta preguntarnos: ¿Qué sentido puede tener
nuestra vida si se encierra en sí misma, si halla su agrado al decirse: «Alma,
tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe,
banquetea» (Lc 12,19)? Si la vida de Jesús es un don recibido y entregado
siempre en el amor, nuestra vida —que no podemos negar haber recibido— debe
convertirse, siguiendo a la de Jesús, en una donación total a Dios y a los
hermanos, porque «quien vive preocupado por su vida, la perderá» (Jn 12,25).
Fray Lluc TORCAL Monje del Monasterio de Sta. Mª de Poblet (Santa Maria de Poblet, Tarragona, España)
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