¡Amor y paz!
Dos breves comparaciones
le sirven a Jesús para explicarnos cómo actúa el Reino de Dios en este mundo:
el grano de mostaza que sembró un hombre y la levadura con la que una mujer
quiso fabricar pan para su familia.
La semilla de la mostaza,
aunque aquí no lo recuerde Lucas, es en verdad pequeñísima. Y, sin embargo,
tiene una fuerza interior que la llevará a ser un arbusto de los más altos. Un
poco de levadura es capaz de transformar tres medidas de harina, haciéndola
fermentar.
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la XXX Semana
del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 13,18-21.
Jesús dijo entonces: "¿A qué se parece el Reino de Dios? ¿Con qué podré compararlo? Se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su huerta; creció, se convirtió en un arbusto y los pájaros del cielo se cobijaron en sus ramas". Dijo también: "¿Con qué podré comparar el Reino de Dios? Se parece a un poco de levadura que una mujer mezcló con gran cantidad de harina, hasta que fermentó toda la masa".
Comentario
A nosotros nos suelen gustar
las cosas espectaculares, solemnes y, a ser posible, rápidas.
No es ése el estilo de
Dios. ¡Cuántas veces, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento
y en la historia de la Iglesia, Dios se sirve de medios que humanamente parecen
insignificantes, pero consigue frutos muy notables! La Iglesia empezó en
Israel, pueblo pequeño en el concierto político de su tiempo, animada por unos
apóstoles que eran personas muy sencillas, en medio de persecuciones que
parecía que iban a ahogar la iniciativa. Pero, como el grano de mostaza y como
la pequeña porción de levadura, la fe cristiana fue transformando a todo el
mundo conocido y creció hasta ser un árbol en el que anidan generaciones y
generaciones de creyentes.
Así crecen las iniciativas
de Dios. Esa es la fuerza expansiva que posee su Palabra, como la que ha dado
en el orden cósmico a la humilde semilla que se entierra y muere.
Estas palabras de Jesús
corrigen nuestras perspectivas. Nos enseñan a tener paciencia y a no
precipitarnos, a recordar que Dios tiene predilección por los humildes y
sencillos, y no por los que humanamente son aplaudidos por su eficacia. Su
Reino -su Palabra, su evangelio, su gracia- actúa, también hoy, humildemente,
desde dentro, vivificado por el Espíritu.
No nos dejemos desalentar
por las apariencias de fracaso o de lentitud: la Iglesia sigue creciendo con la
fuerza de Dios. En silencio. Un árbol seco que cae estrepitosamente hace mucho
ruido, y puede provocar un escándalo en la Iglesia. Fijémonos más bien en
tantos y tantos árboles que, silenciosamente, viven y están creciendo. Abunda
más el bien que el mal, aunque éste se vea más.
Lo que sí tenemos que
cuidar es el no caer nosotros mismos en la pereza y en el conformismo. Estamos
destinados a crecer y a producir fruto, a ser levadura en el ambiente en que
vivimos, ayudando a este mundo a transformarse en un cielo nuevo y en una
tierra nueva.
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 220-224
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 220-224