¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y medita el Evangelio
y el comentario, en este sábado de la 7ª semana del Tiempo Ordinario.
Dios nos bendice...
Evangelio
según San Marcos 10,13-16.
Le trajeron entonces a unos niños para que los tocara, pero los discípulos los reprendieron. Al ver esto, Jesús se enojó y les dijo: "Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos. Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él". Después los abrazó y los bendijo, imponiéndoles las manos.
Comentario
Esterilidad
y vida sin hijos era considerado un gran infortunio en el judaísmo. Abrahán,
Raquel, Ana, Sara, Isabel pedían un hijo a Yahvéh como muestra evidente de su
misericordia. Siendo el paradigma universal judío la relación de Yahvéh con
Israel, la relación padre e hijo se regía por el mismo rasero. Israel valía por
el cumplimiento de la Torah (ley) como el hijo valía cuando llegaba a ser hijo
de la ley a los 14 años con el Bar-Mirzvah (confirmación judía). Aunque los
padres debían enseñar la ley a sus hijos, éstos no estaban obligados a
cumplirla hasta la mayoría de edad. Las normas de convivencia tenían rasgos de
respeto por los niños pero igualmente derechos de los padres que hoy
consideraríamos aberrantes. Solo en el siglo XIX introduce el judaísmo
servicios religiosos para los niños en sábado. Los cristianos, tanto católicos
como protestantes, introducen los catecismos y catequesis para niños solamente
en el siglo XVI. La expresión “hijos de satanás”, por más figurada que sea,
muestra una aberrante desviación “genética”, como aparece incluso en Pablo
cuando diferencia los hijos de Sara (libre) de los hijos de Agar (esclava).
Pero igualmente hace a cualquier ser humano “hijo de la promesa”, heredero de
la salvación, raza de Abrahán por la fe. Dentro del desarrollo de la teología
cristiana, la mayor injusticia con los niños fue condenarlos al limbo si morían
con el pecado heredado y sin bautismo. La maternidad quedó igualmente afectada
por expresiones como: «No fue Adán el seducido, sino Eva, que, seducida,
incurrió en la transgresión. Se salvará por tener los hijos, con tal que
permaneciere con modestia en la fe, la caridad y la santidad» (1 Tm 2:13). En
la primitiva comunidad cristiana los niños tenían acceso a la Eucaristía (como
hoy en la Iglesia Ortodoxa) hasta el Cuarto Concilio Lateranense (1215) que la
limitó hasta que tuviesen uso de razón. La definición del ser humano
básicamente por su razón, es la herencia filosófica griega del “hombre como
animal racional”. Hoy se tiene por una deficiente definición de los humano.
Cosas más importantes que la razón se desarrollan en la infancia como lo demuestra
la sicología evolutiva y hasta la siquiatría. Siendo la religión judía una
religión de varones adultos, y de alguna forma buena parte de la reflexión de
los Padres de la Iglesia basada en adultos razonadores, la filiación divina
(ser tenido y tratado como hijo de Dios) quedó en Juan condicionada a la fe o
juicio propio y en Pablo a que ser hijos adoptivos. La filiación por esencia
era la de Jesús y los demás “por los laítos” y hay comentaristas que ven en
Pablo otra vena teológica que hace de los creyentes hijos de Dios por las
mismas razones por las que lo es Jesús: por el Espíritu y la resurrección: «El
Espíritu mismo da testimonio a una con nuestro espíritu de que somos hijos de
Dios» (Rm 8:16) y «Jesús es el primogénito entre muchos hermanos» (Rm 8:29).
A
pesar de que Marcos cuenta el mayor número de curaciones, solamente se narran
la curación de dos niñas: la hija de Jairo y la de la Sirofenicia. En el caso
de la Sirofenicia incluso se contrapone, en el diálogo inicial, el pan de los
hijos y las migajas para los perritos; la niña gentil tendría un demonio, pero
los hijos de Israel tendrían la primacía. Jesús predica a los adultos y los
niños entran en el genérico de los pequeños, junto con las viudas, los pobres,
los enfermos. Los niños, pues, no entran en este evangelio de Marcos como
objeto específico de reflexión, como lo hace la enfermedad, las normas del
sábado, los fariseos y sus costumbres sino como metáfora o parábola de lo que
se espera del creyente. Marcos muestra que el camino del reinado de Dios es el
de la desposesión en bien de los demás, ser el servidor de todos, tener la
actitud de un niño (algo difícil de precisar hoy), la petición al joven rico
para que venda todo, la declaración a Pedro de que el último será el primero,
los tres anuncios de su pasión, al niño como la vía para ilustrar la ironía de
que Santiago y Juan aún busquen puestos de prestigio en el reinado de Dios.
El
relato de hoy lo que sí nos muestra es lo poco o inapropiadamente que los
discípulos captaban la manera de Jesús de predicar el reinado de Dios. No
aciertan cuando toman la iniciativa. Fue desacertada la idea de Pedro de
construir tres tiendas en la Transfiguración para Jesús, Moisés y Elías; fue
desautorizado Juan y los otros discípulos cuando quisieron negar el derecho a
expulsar demonios a quien no seguía la grupo; fue desacertado que no quisieran
identificar a la hemorroísa que tocaba el borde del manto de Jesús; su
desacertado rechazar a la mujer Sirofenicia que piden a Jesús que despida;
fueron regañados cuando querían alejar a los niños de Jesús. En todos estos
casos quizás buscaban “ayudar” al ministerio de Jesús pero fueron sorprendidos
porque entendían mal tal ministerio. En Marcos hay muchas instrucciones de
Jesús que empiezan con la invitación: quien quiera. La de hoy es una de ellas y
se pude entender mejor dentro de las demás de este estilo. Quien quiera que
tenga oídos que oiga; quien quiera seguirme tome su cruz; quien quiera salvar
su vida; quien quiera ser el primero; quien quiera que de un vaso de agua;
quien quiera que mueva un pequeño a pecar; quien quiera que no reciba el
reinado de Dios como un niño; quien quiera que deje su padre y madre, tierra;
quien quiera que no dude en su corazón. Es imposible deducir la actitud de un
niño frente al reinado de Dios sin tener en cuenta todas las anteriores
exigencias y otras más. Tanto en el judaísmo como en el cristianismo, se espera
un creyente adulto que precisamente puede servir en vez de ser servido; dar en
vez de acumular; enseñar en vez de engreírse; sacrificarse en vez de sacrificar
a otros.
El
texto de hoy ha servido de argumento en el debate sobre el bautismo de
infantes, dado la precondición de la fe. El niño no estaría en capacidad de
entender “intelectualmente” lo que confiesa y de ahí que lo hagan sus padres y
padrinos; así, como dice Agustín de Hipona, el niño es sumergido en la fe de
sus padres y padrinos. Tampoco los niños judíos entenderían su circuncisión.
Hay que reconocer que estuvo muy ligado al pecado original y al limbo y por
ello se debían bautizar “tan pronto como fuera posible” (Concilio de Constanza,
1413). Incluso se dieron muchos casos en el pasado de bautismo forzado de
niños, por ejemplo judíos, algo que el Vaticano II desautoriza. Tal práctica
dio origen a los anabaptistas quienes re-bautizaron a los adultos, argumentando
que solamente la persona adulta y consciente podía hacer una opción tan seria
como la suponía la fe cristiana. Hoy se insiste igualmente en la catequesis
para adultos y niños no solamente respecto al bautismo sino para todos los
demás sacramentos. El niño forma parte de una familia más amplia y goza del
derecho a ser servido por ella en todo lo que esté a su mano. El Jesús que
abraza, bendice e impone las manos a los niños, sin que podamos determinar qué
significa, nos obliga al menos a hacer lo mismo. El Espíritu nos dirá qué
sigue.
Luis Javier
Palacio Palacio, S.J.