¡Amor y paz!
Hoy, el Evangelio nos
invita a reflexionar sobre un punto central de nuestra fe: el seguimiento
radical de Jesús. «Te seguiré adondequiera que vayas» (Lc 9,57). ¡Con qué
simplicidad de expresión se puede proponer algo capaz de cambiar totalmente la
vida de una persona!: «Sígueme» (Lc 9,59). Palabras del Señor que no admiten
excusas, retrasos, condiciones, ni traiciones...
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles de la XXVI
Semana del Tiempo Ordinario. Hoy celebra la Iglesia también la memoria de los Santos Ángeles Custodios, a quienes pedimos su protección.
Dios los bendiga…
Evangelio según San
Lucas 9,57-62
En aquel tiempo, mientras iban caminando, uno le dijo: «Te seguiré adondequiera que vayas». Jesús le dijo: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza». A otro dijo: «Sígueme». El respondió: «Déjame ir primero a enterrar a mi padre». Le respondió: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios». También otro le dijo: «Te seguiré, Señor; pero déjame antes despedirme de los de mi casa». Le dijo Jesús: «Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios».
Comentario
Mientras iban de camino,
se le presentan a Jesús tres candidatos que quieren seguirle. Se diría que
Jesús hace todo lo posible para desanimarlos. Parece que su intención es más la
de rechazar que la de atraer, desilusionar más que seducir. En realidad él no
apaga el entusiasmo, sino las falsas ilusiones y los triunfalismos mesiánicos.
Los discípulos deben ser conscientes de la dificultad de la empresa, de los
sacrificios que comporta, y de la gravedad de los compromisos que se asumen con
aquella decisión. Por eso el maestro le dice a los discípulos que tomen
conciencia del riesgo que comparta esta aventura: “la entrega de la propia
vida”.
Seguir pues a Jesús,
exige:
- Disponibilidad para
vivir en la inseguridad: “no tener nada, ni siquiera donde reclinar la cabeza”.
No se pone el acento en la pobreza absoluta, sino en la itinerancia. El
discípulo, como Jesús, no puede programar, organizar la propia vida según
criterios de exigencias personales, de comodidad individual; su vida no puede
estar amarrada por las estructuras o posesiones materiales.
- Ruptura con el pasado,
con las estructuras sociales, políticas, económicas y culturales que atan y
generan la muerte. Es necesario que los nuevos discípulos miren adelante, que
anuncien el Reino, para que desaparezca el pasado y surja el proyecto de Jesús.
- Decisión irrevocable.
Nada de vacilaciones, nada de componendas, ninguna concesión a las añoranzas y
recuerdos del pasado, el compromiso es total, definitivo, la elección
irrevocable.
Lucas, al contar estas
exigencias radicales del seguimiento, al comienzo del viaje a Jerusalén quiere
advertir a los discípulos sobre la seriedad del camino que van a emprender con
Jesús.
Hoy como ayer, Jesús sigue
llamando a hombres y mujeres que dejándolo todo, se comprometen con la causa
del evangelio, y tomando el arado sin mirar hacia atrás, entregan la propia
vida en la construcción de un mundo nuevo donde reine la justicia y la igualdad
entre los seres humanos.
Servicio
Bíblico Latinoamericano