martes, 4 de noviembre de 2014

Dios nos invita a su banquete, ¡pero nos llenamos de excusas!

¡Amor y paz!

Dios, por medio de su Hijo Jesús, se acerca como Salvador a todo hombre de buena voluntad. Muchos lo han aceptado; pero muchos también lo han rechazado.

En verdad que los publicanos y las prostitutas se han adelantado a muchos en el Reino de los cielos. Por eso, hemos de reflexionar con seriedad acerca de la sinceridad no sólo con que le damos culto a Dios, sino de nuestra respuesta vital a Él, siendo fieles a su Palabra y a su invitación a ir tras de Él cargando nuestra propia cruz.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la 31 semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 14,15-24. 
En aquel tiempo: Uno de los invitados le dijo: "¡Feliz el que se siente a la mesa en el Reino de Dios!". Jesús le respondió: "Un hombre preparó un gran banquete y convidó a mucha gente. A la hora de cenar, mandó a su sirviente que dijera a los invitados: 'Vengan, todo está preparado'. Pero todos, sin excepción, empezaron a excusarse. El primero le dijo: 'Acabo de comprar un campo y tengo que ir a verlo. Te ruego me disculpes'. El segundo dijo: 'He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlos. Te ruego me disculpes'. Y un tercero respondió: 'Acabo de casarme y por esa razón no puedo ir'. A su regreso, el sirviente contó todo esto al dueño de casa, y este, irritado, le dijo: 'Recorre en seguida las plazas y las calles de la ciudad, y trae aquí a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los paralíticos'. Volvió el sirviente y dijo: 'Señor, tus órdenes se han cumplido y aún sobra lugar'. El señor le respondió: 'Ve a los caminos y a lo largo de los cercos, e insiste a la gente para que entre, de manera que se llene mi casa. Porque les aseguro que ninguno de los que antes fueron invitados ha de probar mi cena'".  
Comentario

A quienes se nos confió el anuncio del Evangelio, no podemos vivir tranquilos porque algunos han dado su respuesta de fe a Dios y perseveran en ella, renovando día a día su Vida en el Espíritu de Dios. Hemos de abrir los ojos ante tantos que viven lejos del Señor y de la salvación que Él nos ofrece y no darnos descanso hasta que Cristo logre, por medio de su Iglesia, que todos participen de su Banquete, mediante el cual quiere hacer una alianza de amor, nueva y eterna con todos y cada uno de nosotros.

Cristo Jesús nos invita a participar de su Banquete Eucarístico mediante el cual Él continúa comunicándonos su Vida y su Espíritu. Él no se fija en nuestras pobrezas y limitaciones, sino sólo en que no rechacemos la invitación que nos hace. Si acudimos a su llamado, su Palabra nos santifica; su Muerte en la cruz nos purifica de nuestros pecados, y su gloriosa Resurrección nos da nueva vida. Entrar en comunión de vida con el Señor nos hace participar de su amor salvífico, que nos impulsa a vivir como criaturas nuevas, revestidas de Cristo y liberados de la carga de nuestros pecados. Permitámosle al Señor que por medio de su Eucaristía nos haga vivir unidos a Él y, fortalecidos con su Espíritu, nos convierta en miembros, no inútiles, sino activos en su Iglesia, capaces de esforzarnos continuamente por hacer el bien a todos.

Alimentados de Cristo, unidos a Él, seamos portadores de su vida para todos. No hagamos de nuestro trabajo un esfuerzo de grupos cerrados. No tengamos una Iglesia "de los nuestros", "de nuestro grupo". Abramos los ojos ante quienes viven entre necesidades y angustias, limitaciones y pobrezas; interesémonos por ellos en la misma forma en que en un cuerpo los miembros se preocupan unos de otros.

Tratemos así hacer de la Iglesia una comunidad de hermanos, unidos por el amor. Entonces podremos alimentar la fe, la esperanza y el amor de todos los hombres; entonces, rompiendo nuestros grupos cerrados, saldremos a los cruces del camino para hacer llegar la salvación a todos, incluso a quienes han sido despreciados a causa de su pobreza, de sus limitaciones, de su cultura o de su edad avanzada.

Cristo nos ha llamado para hacernos comprender que Él ha sido enviado a todos sin excepción, para que, quienes creemos en Él sepamos que hemos sido enviados para continuar su obra de salvación en la misma forma en que Él la realizó en favor de todos los hombres.

Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de vernos y amarnos como hermanos para poder ser un signo de Cristo para todo el mundo. Así podremos cumplir la misión de hacer llegar la salvación, de un modo creíble, a todos los hombres. Amén.