¡Amor y paz!
Los invito, a leer y meditar la Palabra de Dios en este Domingo X del Tiempo Ordinario, ciclo B.
Dios nos bendice…
1ª Lectura (Gén 3,9-15):
Yahveh Dios llamó al hombre y le dijo: «¿Dónde estás?». Este contestó: «Te oí andar por el jardín y tuve miedo, porque estoy desnudo; por eso me escondí». El replicó: «¿Quién te ha hecho ver que estabas desnudo? ¿Has comido acaso del árbol del que te prohibí comer?». Dijo el hombre: «La mujer que me diste por compañera me dio del árbol y comí». Dijo, pues, Yahveh Dios a la mujer: «¿Por qué lo has hecho?». Y contestó la mujer: «La serpiente me sedujo, y comí». Entonces Yahveh Dios dijo a la serpiente: «Por haber hecho esto, maldita seas entre todas las bestias y entre todos los animales del campo. Sobre tu vientre caminarás, y polvo comerás todos los días de tu vida. Enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañar».
Salmo responsorial: 130
R/. En el Señor hay misericordia y en Él hay abundante redención.
Desde lo más profundos grito a ti, Yahveh: ¡Señor,
escucha mi clamor! ¡Estén atentos tus oídos a la voz de mis súplicas!
Si de los pecados te acordases, Señor, ¿quién subsistirá? Mas en ti hay
propiciación, y así te reverenciaremos con temor.
Confío en el Señor. Mi alma ha confiado en su palabra. Mi alma ha esperado en
el Señor. Más que los centinelas la aurora, espere Israel en el Señor.
Porque en el Señor hay misericordia, y en Él hay abundante redención. Y Él
mismo redimirá a Israel de todos sus pecados.
2ª Lectura (2Cor 4,13—5,1):
Hermanos: Teniendo
aquel espíritu de fe conforme a lo que está escrito: «Creí, por eso hablé»,
también nosotros creemos, y por eso hablamos, sabiendo que quien resucitó al
Señor Jesús, también nos resucitará con Jesús y nos presentará ante él
juntamente con vosotros. Y todo esto, para vuestro bien a fin de que cuantos
más reciban la gracia, mayor sea el agradecimiento, para gloria de Dios.
Por eso no desfallecemos. Aun cuando nuestro hombre exterior se va
desmoronando, el hombre interior se va renovando de día en día. En efecto, la
leve tribulación de un momento nos produce, sobre toda medida, un pesado caudal
de gloria eterna, a cuantos no ponemos nuestros ojos en las cosas visibles,
sino en las invisibles; pues las cosas visibles son pasajeras, mas las
invisibles son eternas. Porque sabemos que si esta tienda, que es nuestra
morada terrestre, se desmorona, tenemos un edificio que es de Dios: una morada
eterna, no hecha por mano humana, que está en los cielos.
Versículo antes del Evangelio (Jn 12,31b-32):
Aleluya. Ahora será lanzado el príncipe de este mundo, dice el Señor; y si yo fuere alzado sobre la tierra, todo lo atraeré hacia mí. Aleluya.
Texto del Evangelio (Mc 3,20-35):
En aquel tiempo, Jesús volvió a casa y se aglomeró otra
vez la muchedumbre de modo que no podían comer. Se enteraron sus parientes y
fueron a hacerse cargo de Él, pues decían: «Está fuera de sí».
Y los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: «Está poseído por
Beelzebul» y «por el príncipe de los demonios expulsa los demonios». Entonces
Jesús, llamándoles junto a sí, les decía en parábolas: «¿Cómo puede Satanás
expulsar a Satanás? Si un reino está dividido contra sí mismo, ese reino no
puede subsistir. Si una casa está dividida contra sí misma, esa casa no podrá
subsistir. Y si Satanás se ha alzado contra sí mismo y está dividido, no puede
subsistir, pues ha llegado su fin. Pero nadie puede entrar en la casa del
fuerte y saquear su ajuar, si no ata primero al fuerte; entonces podrá saquear
su casa. Yo os aseguro que se perdonará todo a los hijos de los hombres, los
pecados y las blasfemias, por muchas que éstas sean. Pero el que blasfeme
contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón nunca, antes bien, será reo de
pecado eterno». Es que decían: «Está poseído por un espíritu inmundo».
Y llegan la madre y los hermanos de Jesús, y quedándose fuera, le envían a
llamar. Estaba mucha gente sentada a su alrededor. Le dicen: «¡Oye!, tu madre,
tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan». Él les responde: «¿Quién
es mi madre y mis hermanos?». Y mirando en torno a los que estaban sentados en
corro, a su alrededor, dice: «Éstos son mi madre y mis hermanos. Quien cumpla
la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre».
Comentario
Hoy, el Evangelio nos invita a comparar dos enemigos
irreconciliables: Jesús y el espíritu del mal. El Evangelio afirma: «Los
escribas que habían bajado de Jerusalén decían: ‘Está poseído por Beelzebul’»
(Mc 3,22). Este versículo nos ayuda a comprender la inquietud de los miembros
de la familia de Jesús, que fueron para llevárselo a casa. En efecto, tal como
podemos observar, Jesús no es acusado porque ha roto la Ley, o las costumbres
judías, o el Sábado. Ni tampoco se le denuncia por blasfemar. ¡Él es acusado de
estar poseído por el príncipe de los demonios! Tengamos en cuenta que ésta es
una de las primeras acusaciones dirigidas hacia Jesús, antes de que le acusaran
por quebrantar la Ley Judía.
Pero el hecho interesante es la respuesta que Jesús les dio: «¿Cómo puede
Satanás expulsar a Satanás? Si un reino está dividido contra sí mismo, ese
reino no puede subsistir (…). Nadie puede entrar en la casa del fuerte y
saquear su ajuar, si no ata primero al fuerte» (Mc 3,23-24.27). Esto muestra
que Jesús rechaza completamente la idea de que Él está actuando para Satanás.
Por este motivo, Él empieza a exponer la parábola de la casa del hombre fuerte.
De una u otra manera, esta parábola parece apuntar directamente a la misión de
Jesús. Y esta misión muestra el Reino de Dios “atando” al hombre fuerte,
Satanás, a través de la salvación realizada por Jesús.
En efecto, la expulsión de los espíritus malignos nos demuestra que Él es más
fuerte que Satanás. El Papa Francisco, en una audiencia general, afirmó: «En
nuestro entorno, basta con abrir un periódico y vemos que la presencia del mal
existe, que el Diablo actúa. Pero quisiera decir en voz alta: ¡Dios es más
fuerte! Vosotros, ¿creéis esto: que Dios es más fuerte?».
Fr. Salomón BADATANA Mccj (Wau, Sudán del Sur)
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