¡Amor y paz!
Como los contradictores de Jesús no tienen
argumentos para desmentirlo, atacan su persona. Esa es una falacia ad hominem, una de las más detestables y comunes que existen. Una falacia es un argumento que parece correcto, pero que en realidad no
lo es. Y la
falacia ad hominem consiste en rebatir una opinión atacando a
la persona que defiende dicha opinión, sin aportar argumentos que tengan que
ver con la opinión en cuestión (http://filosofia.laguia2000.com).
Así le ocurre al Señor
hoy, cuando dejamos la "sección discursos" -las parábolas agrupadas-
para abordar la "sección hechos", según la organización que San Mateo
le da a su evangelio.
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este viernes de la XVII Semana
del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 13,54-58.
Y, al llegar a su pueblo, se puso a enseñar a la gente en la sinagoga, de tal manera que todos estaban maravillados. "¿De dónde le viene, decían, esta sabiduría y ese poder de hacer milagros? ¿No es este el hijo del carpintero? ¿Su madre no es la que llaman María? ¿Y no son hermanos suyos Santiago, José, Simón y Judas? ¿Y acaso no viven entre nosotros todas sus hermanas? ¿De dónde le vendrá todo esto?". Y Jesús era para ellos un motivo de tropiezo. Entonces les dijo: "Un profeta es despreciado solamente en su pueblo y en su familia". Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la falta de fe de esa gente.
Comentario
Pareciera que a veces
sólo fuesen dignos de confianza y de ser escuchados como enviados de Dios
aquellos que ostentan algún título, o que pertenecen a familias de alcurnia
económica. Los de origen sencillo y pobre pareciera que muchas veces estuviesen
condenados al ostracismo, a ser despreciados y a volverse ocasión de mofa para
los demás. Jesús fue despreciado en su tierra por no pertenecer al grupo de los
maestros de Israel, por no ser un Rabí.
Despreciado por provenir
de una familia pobre, humilde, sencilla. Es el hijo del carpintero, y su madre
y hermanos y hermanas son bien conocidos por los del pueblo. ¿Qué caso tiene ir
tras de alguien sobre el que se levantan muchas sospechas sobre el origen de su
sabiduría y de sus poderes milagrosos? ¿Cómo va a ser el Mesías alguien a quien
conocemos desde pequeño? Negarse a creer en Cristo no está sólo significando la
incredulidad de la mayoría de los judíos, sino la de todos aquellos que, por
evitar un compromiso de fe con el Señor, prefieren continuar lejos de Él para
evitar el ser cuestionados ante las propias actitudes pecaminosas. No seamos de
aquellos de los que san Juan nos dice: Vino a los suyos y los suyos no lo
recibieron.
El Señor a nadie de
nosotros rechaza, ni tiene preferencia por alguna persona o por algún grupo.
Más aún, a aquellos que se puedan creer puros y santos los quiere más
comprometidos en la salvación de sus hermanos y en el esfuerzo por devolverles
su dignidad. No es la ciencia humana, que muchas veces hincha a la persona, lo
que le dará eficacia a la acción pastoral de la Iglesia. Es Cristo, con quien
entramos en contacto; es Cristo que nos da su Vida y su Espíritu. Es Él, que
continúa realizando su obra salvadora en la historia de nuestro mundo por medio
de su Iglesia. A la par del ilustrarnos y profundizar en la Palabra de Dios y
en el Misterio Pascual de Cristo, que hoy celebramos, debemos tener la apertura
suficiente al Espíritu de Dios para dejarnos conducir por Él, pues no somos
nosotros sino el Señor quien realiza su obra de salvación en nosotros, y por
medio nuestro en el mundo entero, ya que sólo somos débiles instrumentos en sus
manos y fieles siervos suyos.
A pesar de que muchas veces la gente que nos conozca nos rechace, no podemos cerrarnos al anuncio y testimonio del Evangelio. El Señor ha encendido en nosotros la Luz de su amor, de su misericordia y de su gracia, y no podemos querer ocultarla cobardemente bajo nuestros miedos y temores, pues no hemos recibido un espíritu de cobardía, sino al Espíritu de Dios que amándonos a todos, quiere que todos nos salvemos y lleguemos al pleno conocimiento de la Verdad. Quienes nos reconocemos pecadores acudimos al Señor para recibir de Él su perdón. Sólo quien se ha sentido comprendido, amado y perdonado por Dios puede convertirse en testigo de Él en el mundo. Quien se siente puro, quien piensa que Dios lo ha consagrado y lo ha alejado del mundo, vivirá aislado de todos; tal vez condenando a los pecadores, con una gran incapacidad de amar y de salvar. Debemos sentirnos pobres y necesitados de Dios para poder comprender la fragilidad de nuestro prójimo, y saber luchar para que también Él alcance la salvación que Dios ofrece a todos sin distinción.
A pesar de que muchas veces la gente que nos conozca nos rechace, no podemos cerrarnos al anuncio y testimonio del Evangelio. El Señor ha encendido en nosotros la Luz de su amor, de su misericordia y de su gracia, y no podemos querer ocultarla cobardemente bajo nuestros miedos y temores, pues no hemos recibido un espíritu de cobardía, sino al Espíritu de Dios que amándonos a todos, quiere que todos nos salvemos y lleguemos al pleno conocimiento de la Verdad. Quienes nos reconocemos pecadores acudimos al Señor para recibir de Él su perdón. Sólo quien se ha sentido comprendido, amado y perdonado por Dios puede convertirse en testigo de Él en el mundo. Quien se siente puro, quien piensa que Dios lo ha consagrado y lo ha alejado del mundo, vivirá aislado de todos; tal vez condenando a los pecadores, con una gran incapacidad de amar y de salvar. Debemos sentirnos pobres y necesitados de Dios para poder comprender la fragilidad de nuestro prójimo, y saber luchar para que también Él alcance la salvación que Dios ofrece a todos sin distinción.
Roguémosle al Señor, por
intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la
gracia de ser portadores de su amor y de su gracia al mundo entero, sin hacer
entre nosotros distinciones inútiles, sino buscando el bien de todos como el
Señor lo ha hecho para con todos. Amén.
Homiliacatolica.com