¡Amor y paz!
La parábola del
administrador infiel pero listo, puede parecernos un poco extraña. Parece como
si Jesús -o el amo del relato- alabara la actuación de ese empleado injusto. No
alaba su infidelidad: por eso lo despide. Lo que le interesa a Jesús subrayar
aquí es la inteligencia de ese gerente que, sabiéndose despedido, consigue, con
nuevas trampas, granjearse amigos para cuando se quede sin trabajo.
Jesús no nos cuenta esta
parábola para criticar las diversas trampas del mundo de la economía que
también ahora se dan: las dobles contabilidades o los desvíos de capital o el
cobro de comisiones ilegales que hace el gerente de esa empresa. Sino para que
los cristianos seamos tan espabilados para nuestras cosas como ese gerente lo
fue para las suyas: "los hijos de este mundo son más astutos que los hijos
de la luz".
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este viernes de la XXXI Semana
del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 16,1-8.
Decía también a los discípulos: "Había un hombre rico que tenía un administrador, al cual acusaron de malgastar sus bienes. Lo llamó y le dijo: '¿Qué es lo que me han contado de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no ocuparás más ese puesto'. El administrador pensó entonces: '¿Qué voy a hacer ahora que mi señor me quita el cargo? ¿Cavar? No tengo fuerzas. ¿Pedir limosna? Me da vergüenza. ¡Ya sé lo que voy a hacer para que, al dejar el puesto, haya quienes me reciban en su casa!'. Llamó uno por uno a los deudores de su señor y preguntó al primero: '¿Cuánto debes a mi señor?'. 'Veinte barriles de aceite', le respondió. El administrador le dijo: 'Toma tu recibo, siéntate en seguida, y anota diez'. Después preguntó a otro: 'Y tú, ¿cuánto debes?'. 'Cuatrocientos quintales de trigo', le respondió. El administrador le dijo: 'Toma tu recibo y anota trescientos'. Y el señor alabó a este administrador deshonesto, por haber obrado tan hábilmente. Porque los hijos de este mundo son más astutos en su trato con los demás que los hijos de la luz.
Comentario
¿Somos igual de sabios y
sagaces nosotros para las cosas del espíritu?
En nuestra vida personal,
debemos hacer los oportunos cálculos para conseguir nuestros objetivos.
Hace
unos días nos ponía Jesús el ejemplo del que hace presupuestos para la
edificación de una casa o para la batalla que piensa librar contra el enemigo.
Hoy nos amonesta con el ejemplo de este administrador, para que sepamos dar
importancia a lo que la tiene de veras y, cuando nos toque dar cuentas de
nuestra gestión al final de nuestra vida, ser ricos en lo que vale la pena, en
lo que nos llevaremos con nosotros, no en lo que tenemos que dejar aquí abajo.
También en nuestra vida
misionera -evangelización, catequesis, construcción de la comunidad- debemos
mantenernos despiertos, ser inteligentes para buscar los medios mejores. Al
menos con la misma diligencia que ponemos para nuestros negocios materiales.
Para que vaya bien el
negocio nos sentamos y hacemos números para ver cómo reducir gastos, mejorar la
producción, tener contentos a los clientes. ¿Cuidamos así nuestra tarea
evangelizadora?
Los hijos de este mundo se
esfuerzan por ganar más, por tener más, por mandar más. Y nosotros, los
seguidores de Jesús, los que hemos recibido el encargo de ser luz y sal y
fermento de este mundo, ¿ponemos igual empeño y esfuerzo para ser eficaces en
nuestra misión? ¿Somos hijos de la luz que iluminan a otros, o escondemos esa
luz bajo la mesa?
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 256-260
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 256-260