¡Amor y paz!
Después de unos domingos
en que hemos leído el capítulo 6 del evangelio de Juan, volvemos a san
Marcos, a quien iremos leyendo hasta el Adviento, a principios de
diciembre.
La lectura continuada del
evangelio de domingo en domingo nos da la ocasión de ir asimilando, no
tanto en el orden del "catecismo", sino en el de la
"historia", los diversos acontecimientos y enseñanzas de Jesús
que, a la larga, abarcan todo el misterio de nuestra fe y de la vida
cristiana. Hoy, por ejemplo, aparece el tema de los fariseos, buenas
personas, cumplidores de la ley de Dios, pero con unos defectos muy notorios
que Cristo denunció con insistencia. Es un espejo en el que también
nosotros nos tenemos que mirar (José Aldazábal).
Los invito, hermanos, a leer
y meditar el evangelio y el comentarlo, en este
XXII Domingo del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Marcos 7,1-8.14-15.21-23.
Los fariseos con algunos escribas llegados de Jerusalén se acercaron a Jesús, y vieron que algunos de sus discípulos comían con las manos impuras, es decir, sin lavar. Los fariseos, en efecto, y los judíos en general, no comen sin lavarse antes cuidadosamente las manos, siguiendo la tradición de sus antepasados; y al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones. Además, hay muchas otras prácticas, a las que están aferrados por tradición, como el lavado de los vasos, de las jarras y de la vajilla de bronce. Entonces los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: "¿Por qué tus discípulos no proceden de acuerdo con la tradición de nuestros antepasados, sino que comen con las manos impuras?". Él les respondió: "¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, en el pasaje de la Escritura que dice: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinde culto: las doctrinas que enseñan no son sino preceptos humanos. Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres". Y Jesús, llamando otra vez a la gente, les dijo: "Escúchenme todos y entiéndanlo bien. Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre. Porque es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino. Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre".
Comentario
Terminados ya los cinco
domingos que leíamos del capítulo sexto de Juan, hoy volvemos a recuperar
el evangelio correspondiente a este ciclo, Marcos, que ya no dejaremos hasta
el final del año litúrgico. El evangelio de Marcos tiene un esquema
básico y unas ideas de fondo, pero, en cambio, no tiene una organización
sistemática de los hechos o de las palabras de Jesús. Por eso,
prácticamente, cada escena evangélica es un acontecimiento en sí misma, y
presenta un aspecto, una faceta, de este Jesús que se manifiesta y que a
través de él manifiesta el Reino de Dios.
Si miramos bien, si
vamos al fondo de cada uno de los textos que iremos leyendo, nos daremos
cuenta de que Jesús marca unos caminos de vida que no se ajustan al
modelo que habitualmente se tiene por normal y razonable. Lo que Jesús propone
rompe con las rutinas sociales e incluso eclesiales. Y valdría la pena
que no escondiéramos esa radicalidad; al contrario, que la hiciéramos
notar. Y que hiciésemos notar también que Jesús nos obliga constantemente
a revisar en qué dirección tenemos puesta nuestra vida. Porque el interés
de Jesús no radica tanto en lo que hacemos y en lo que conseguimos, sino
en qué dirección nos ponemos.
Y dado que cada domingo el
evangelio nos mostrará un acontecimiento o una palabra de Jesús que afecta
aspectos profundos de nuestra vida personal y comunitaria, podría
resultar pedagógico plantear la Eucaristía
y la predicación de los cinco domingos de septiembre como una reflexión
sobre cinco actitudes básicas personales o comunitarias que nos pueden
servir de guía y programa para todo el año.
-Llamados
a ser “un pueblo sabio e inteligente”
El Dios de Israel es el
Dios que se manifestó precisamente liberando a su pueblo de la esclavitud.
Esta novedad de Israel llega a plenitud en Jesucristo. El mandamiento de
Jesús es éste: que el hombre sea humano hacia sí mismo y hacia los demás.
Y por tanto, cuestiona toda ley que mande otras cosas, aunque parezca que
venga de Dios. Incluso la tradición ritual de las abluciones, que originalmente
fue un bien, porque obligaba a la higiene, es cuestionada: Jesús, aquí,
diríamos que reivindica la autonomía de la ciencia, ya que la higiene ha
de ser defendida en nombre de la higiene, y no convertirla en una especie
de mandamiento divino arbitrario, una exigencia del culto.
El Evangelio será, en
definitiva, esto: la revelación de que el Reino de Dios es todo aquello
que haga a los hombres más humanos; la revelación de que el camino de Dios
es combatir todo lo que hace daño al hombre (la lista de cosas que según
Jesús "contaminan" al hombre) y dedicarse a todo lo que le hace
bien: el amor. El Evangelio será revelar que Dios no manda cosas
arbitrarias e injustificables, sino tan sólo lo que humaniza y realiza al
hombre. Eso es, al fin y al cabo, lo que Jesús vivió.
Y todo hombre limpio de
corazón, aunque no sea creyente, si lee el Evangelio fácilmente
reconocerá que en él se revela lo más auténtico del ser hombre. (Y por eso, a
menudo el comportamiento de los cristianos o incluso de algunos criterios
eclesiales pueden enturbiar esta limpieza del Evangelio).
-No
a las leyes y los ritos y sí a la vida entregada al amor
Esta sería la actitud que
hoy el evangelio quiere resaltar: la fe en Jesús no tiene su fundamento
en leyes y ritos sino en sacar de nosotros todo aquello que nos contamina: todo
aquello que nos estropea por dentro, y sobre todo aquello que hace daño a los
demás, sea por acción o por omisión. La lista que hace Jesús es muy
significativa, y afecta a las relaciones personales, a la vida de matrimonio, a
la vida económica y laboral, a todo lo que hacemos.
Porque es aquí, en todas
las realidades y aspectos de nuestra vida de cada día, donde se juega la
realidad o la falsedad de nuestro seguimiento a Jesús.
JOSÉ
LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1991, 12
MISA DOMINICAL 1991, 12