domingo, 2 de septiembre de 2012

Jesús nos pide combatir el mal que sale de nuestro interior

¡Amor y paz!

Después de unos domingos en que hemos leído el capítulo 6 del evangelio de Juan, volvemos a san Marcos, a quien iremos leyendo hasta el Adviento, a principios de diciembre.

La lectura continuada del evangelio de domingo en domingo nos da la ocasión de ir asimilando, no tanto en el orden del "catecismo", sino en el de la "historia", los diversos acontecimientos y enseñanzas de Jesús que, a la larga, abarcan todo el misterio de nuestra fe y de la vida cristiana. Hoy, por ejemplo, aparece el tema de los fariseos, buenas  personas, cumplidores de la ley de Dios, pero con unos defectos muy notorios que Cristo denunció con insistencia. Es un espejo en el que también nosotros nos tenemos que mirar (José Aldazábal).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el evangelio y el comentarlo, en este  XXII Domingo del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Marcos 7,1-8.14-15.21-23.
Los fariseos con algunos escribas llegados de Jerusalén se acercaron a Jesús, y vieron que algunos de sus discípulos comían con las manos impuras, es decir, sin lavar. Los fariseos, en efecto, y los judíos en general, no comen sin lavarse antes cuidadosamente las manos, siguiendo la tradición de sus antepasados; y al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones. Además, hay muchas otras prácticas, a las que están aferrados por tradición, como el lavado de los vasos, de las jarras y de la vajilla de bronce. Entonces los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: "¿Por qué tus discípulos no proceden de acuerdo con la tradición de nuestros antepasados, sino que comen con las manos impuras?". Él les respondió: "¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, en el pasaje de la Escritura que dice: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinde culto: las doctrinas que enseñan no son sino preceptos humanos. Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres". Y Jesús, llamando otra vez a la gente, les dijo: "Escúchenme todos y entiéndanlo bien. Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre. Porque es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino. Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre". 
Comentario

Terminados ya los cinco domingos que leíamos del capítulo sexto de Juan, hoy volvemos a  recuperar el evangelio correspondiente a este ciclo, Marcos, que ya no dejaremos hasta el final del año litúrgico. El evangelio de Marcos tiene un esquema básico y unas ideas de fondo, pero, en cambio, no tiene una organización sistemática de los hechos o de las palabras de Jesús. Por eso,  prácticamente, cada escena evangélica es un acontecimiento en sí misma, y presenta un  aspecto, una faceta, de este Jesús que se manifiesta y que a través de él manifiesta el  Reino de Dios.

Si miramos bien, si vamos al fondo de cada uno de los textos que iremos leyendo, nos daremos cuenta de que Jesús marca unos caminos de vida que no se ajustan al  modelo que habitualmente se tiene por normal y razonable. Lo que Jesús propone rompe con las rutinas sociales e incluso eclesiales. Y valdría la pena que no escondiéramos esa radicalidad; al contrario, que la hiciéramos notar. Y que hiciésemos notar también que Jesús nos obliga constantemente a revisar en qué dirección tenemos puesta nuestra vida. Porque el interés de Jesús no radica tanto en lo que hacemos y en lo que conseguimos,  sino en qué dirección nos ponemos.

Y dado que cada domingo el evangelio nos mostrará un acontecimiento o una palabra de Jesús que afecta aspectos profundos de nuestra vida personal y comunitaria, podría  resultar pedagógico plantear la Eucaristía y la predicación de los cinco domingos de septiembre como una reflexión sobre cinco actitudes básicas personales o comunitarias que nos pueden servir de guía y programa para todo el año.

-Llamados a ser “un pueblo sabio e inteligente”

El Dios de Israel es el Dios que se manifestó precisamente liberando a su pueblo de la esclavitud. Esta novedad de Israel llega a plenitud en Jesucristo. El mandamiento de Jesús es éste: que el hombre sea humano hacia sí mismo y  hacia los demás. Y por tanto, cuestiona toda ley que mande otras cosas, aunque parezca que venga de Dios. Incluso la tradición ritual de las abluciones, que originalmente fue un bien, porque obligaba a la higiene, es cuestionada: Jesús, aquí, diríamos que reivindica la  autonomía de la ciencia, ya que la higiene ha de ser defendida en nombre de la higiene, y no convertirla en una especie de mandamiento divino arbitrario, una exigencia del culto.

El Evangelio será, en definitiva, esto: la revelación de que el Reino de Dios es todo aquello que haga a los hombres más humanos; la revelación de que el camino de Dios es  combatir todo lo que hace daño al hombre (la lista de cosas que según Jesús "contaminan"  al hombre) y dedicarse a todo lo que le hace bien: el amor. El Evangelio será revelar que  Dios no manda cosas arbitrarias e injustificables, sino tan sólo lo que humaniza y realiza al  hombre. Eso es, al fin y al cabo, lo que Jesús vivió.

Y todo hombre limpio de corazón, aunque no sea creyente, si lee el Evangelio fácilmente  reconocerá que en él se revela lo más auténtico del ser hombre. (Y por eso, a menudo el  comportamiento de los cristianos o incluso de algunos criterios eclesiales pueden enturbiar  esta limpieza del Evangelio).

-No a las leyes y los ritos y sí a la vida entregada al amor 

Esta sería la actitud que hoy el evangelio quiere resaltar: la fe en Jesús no tiene su  fundamento en leyes y ritos sino en sacar de nosotros todo aquello que nos contamina: todo aquello que nos estropea por dentro, y sobre todo aquello que hace daño a los demás, sea por acción o por omisión. La lista que hace Jesús es muy significativa, y afecta a las relaciones personales, a la vida de matrimonio, a la vida económica y laboral, a todo lo que  hacemos.

Porque es aquí, en todas las realidades y aspectos de nuestra vida de cada día, donde  se juega la realidad o la falsedad de nuestro seguimiento a Jesús.

JOSÉ LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1991, 12