¡Amor y paz!
He aquí una primera
afirmación importante en el Evangelio de hoy: el mandamiento de Dios y las
tradiciones de los hombres tienen que ser considerados como dos cosas distintas
(versículos 8-9). No están en el mismo plano, sino que el primero es perenne y
las segundas son provisionales.
Además, las tradiciones (aunque hayan nacido
como un esfuerzo de interpretación del mandamiento e incluso como un intento de
veneración del mismo) no tienen que esconder a dicho mandamiento hasta el punto
de distraernos de lo que es esencial.
Una
segunda afirmación: Jesús rechaza la distinción judía entre lo puro y lo
impuro, entre una esfera religiosa, separada, en la que Dios está presente, y
otra esfera ordinaria, cotidiana, en la que Dios está ausente. No nos
purificamos de la vida de cada día para encontrar a Dios fuera de ella; tenemos
que purificarnos del pecado que llevamos dentro de nosotros. Según los
fariseos, ir al mercado lleva consigo el peligro de caer en la impureza, por el
contacto probable con pecadores y paganos.
La afirmación de Jesús a propósito
de este caso adquiere una significación ulterior: se trata no sólo de abolir la
distinción entre sagrado y profano, sino incluso de superar toda división entre
los hombres, entre los puros e impuros (Bruno Maggioni. ‘El relato de Marcos´)
Te
invito a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la V
Semana del Tiempo Ordinario. Mañana es Miércoles de Ceniza y comienza la Cuaresma.
Dios te bendiga…
Evangelio según San Marcos
7,1-13.
Los fariseos con algunos escribas llegados de Jerusalén se acercaron a Jesús, y vieron que algunos de sus discípulos comían con las manos impuras, es decir, sin lavar. Los fariseos, en efecto, y los judíos en general, no comen sin lavarse antes cuidadosamente las manos, siguiendo la tradición de sus antepasados; y al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones. Además, hay muchas otras prácticas, a las que están aferrados por tradición, como el lavado de los vasos, de las jarras y de la vajilla de bronce. Entonces los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: "¿Por qué tus discípulos no proceden de acuerdo con la tradición de nuestros antepasados, sino que comen con las manos impuras?". Él les respondió: "¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, en el pasaje de la Escritura que dice: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinde culto: las doctrinas que enseñan no son sino preceptos humanos. Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres". Y les decía: "Por mantenerse fieles a su tradición, ustedes descartan tranquilamente el mandamiento de Dios. Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre, y además: El que maldice a su padre y a su madre será condenado a muerte. En cambio, ustedes afirman: 'Si alguien dice a su padre o a su madre: Declaro corbán -es decir, ofrenda sagrada- todo aquello con lo que podría ayudarte...' En ese caso, le permiten no hacer más nada por su padre o por su madre. Así anulan la palabra de Dios por la tradición que ustedes mismos se han transmitido. ¡Y como estas, hacen muchas otras cosas!".
Comentario
A veces nos damos
cuenta de nuestra gran ceguera. Obramos mal y presentamos mil excusas. A menudo
nos mueven las pasiones e intentamos hacer pasar nuestro actuar por obra de
buen celo. Corregimos las pequeñas faltas de los demás y nos permitimos caer en
faltas grandes. Estamos pronto para juzgar y condenar los yerros de los otros
pero no tenemos cuidado en no serles molestos. El que se juzgara a si mismo con
rectitud no tendría ya coraje para juzgar severamente a los demás.
Un cristiano presta atención a su propia vida ante todo, y el que vigila sus propias acciones se guarda bien de criticar la conducta de los demás. No serás nunca hombre interior mientras no te esfuerces a guardar silencio acerca de los asuntos de tu prójimo para ocuparte principalmente de ti mismo... Aquel que ama a Dios no se fija en lo que está por debajo de Dios, porque sólo Dios, eterno, inmenso, colma todo, es amparo del alma y alegría verdadera del corazón...
Descansarás
plácidamente, si tu corazón no te reprende. No te alegres sino cuando obrares
bien. Los malos nunca tienen alegría verdadera ni sienten paz interior; porque
dice el Señor: No tienen paz los malos. (Is 57,21)... Fácilmente
estará contento y sosegado el que tiene la conciencia limpia. No eres más santo
porque te alaben, ni más vil porque te desprecien. Lo que eres, eso eres; y por
más que te estimen los hombres, no puedes ser, ante Dios, más grande de lo que
eres. Si miras lo que eres dentro de ti, no tendrás cuidado de lo que de ti
hablen los hombres. El hombre ve lo de fuera, mas Dios ve el corazón. (1Sam 16,7).
Imitación
de Cristo, tratado espiritual del siglo XV
Libro II, cap. 5-6©
Libro II, cap. 5-6©
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