Los
invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio, en este sábado en que
celebramos la fiesta de San Lorenzo Diácono y Mártir.
Dios nos
bendice…
1ª Lectura (2Cor 9,6-10):
El que siembra tacañamente,
tacañamente cosechará; el que siembra generosamente, generosamente cosechará.
Cada uno dé como haya decidido su conciencia: no a disgusto ni por compromiso;
porque al que da de buena gana lo ama Dios. Tiene Dios poder para colmaros de
toda clase de favores, de modo que, teniendo siempre lo suficiente, os sobre
para obras buenas. Como dice la Escritura: «Reparte limosna a los pobres, su
justicia es constante, sin falta». El que proporciona semilla para sembrar y
pan para comer os proporcionará y aumentará la semilla, y multiplicará la
cosecha de vuestra justicia.
Salmo responsorial: 111
R/. Dichoso el que se apiada y presta.
Dichoso quien teme
al Señor y ama de corazón sus mandatos. Su linaje será poderoso en la tierra,
la descendencia del justo será bendita.
Dichoso el que se
apiada y presta, y administra rectamente sus asuntos. El justo jamás vacilará,
su recuerdo será perpetuo.
No temerá las malas
noticias, su corazón está firme en el Señor. Su corazón está seguro, sin temor,
hasta que vea derrotados a sus enemigos.
Reparte limosna a
los pobres; su caridad es constante, sin falta, y alzará la frente con
dignidad.
Versículo antes del Evangelio (Jn 8,12):
Aleluya. Si alguno
me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor.
Aleluya.
Texto del Evangelio (Jn 12,24-26):
En
aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «En verdad, en verdad os digo: si el
grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho
fruto. El que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la
guardará para una vida eterna. Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo
esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le
honrará».
Comentario
Hoy, la Iglesia
—mediante la liturgia eucarística que celebra al mártir romano san Lorenzo— nos
recuerda que «existe un testimonio de coherencia que todos los cristianos deben
estar dispuestos a dar cada día, incluso a costa de sufrimientos y de grandes sacrificios»
(San Juan Pablo II).
La ley moral es
santa e inviolable. Esta afirmación, ciertamente, contrasta con el ambiente
relativista que impera en nuestros días, donde con facilidad uno adapta las
exigencias éticas a su personal comodidad o a sus propias debilidades. No
encontraremos a nadie que nos diga: —Yo soy inmoral; —Yo soy inconsciente; —Yo
soy una persona sin verdad... Cualquiera que dijera eso se descalificaría a sí
mismo inmediatamente.
Pero la pregunta
definitiva sería: ¿de qué moral, de qué conciencia y de qué verdad estamos
hablando? Es evidente que la paz y la sana convivencia sociales no pueden
basarse en una “moral a la carta”, donde cada uno tira por donde le parece, sin
tener en cuenta las inclinaciones y las aspiraciones que el Creador ha
dispuesto para nuestra naturaleza. Esta “moral”, lejos de conducirnos por
«caminos seguros» hacia las «verdes praderas» que el Buen Pastor desea para
nosotros (cf. Sal 23,1-3), nos abocaría irremediablemente a las arenas
movedizas del “relativismo moral”, donde absolutamente todo se puede pactar y
justificar.
Los mártires son
testimonios inapelables de la santidad de la ley moral: hay exigencias de amor
básicas que no admiten nunca excepciones ni adaptaciones. De hecho, «en la
Nueva Alianza se encuentran numerosos testimonios de seguidores de Cristo que
(...) aceptaron las persecuciones y la muerte antes que hacer el gesto
idolátrico de quemar incienso ante la estatua del Emperador» (San Juan Pablo
II).
En el ambiente de la
Roma del emperador Valeriano, el diácono «san Lorenzo amó a Cristo en la vida,
imitó a Cristo en la muerte» (San Agustín). Y, una vez más, se ha cumplido que
«el que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna» (Jn 12,25).
La memoria de san Lorenzo, afortunadamente para nosotros, quedará perpetuamente
como señal de que el seguimiento de Cristo merece dar la vida, antes que
admitir frívolas interpretaciones de su camino.
Evangeli.net
Rev. D. Antoni CAROL i Hostench
(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)