martes, 17 de abril de 2012

“Ustedes tienen que renacer de lo alto”

¡Amor y paz!

El Evangelio de hoy, continuación del que meditábamos ayer, desarrolla la propuesta que nos hace Jesús a través de Nicodemo: “Ustedes tienen que renacer de lo alto”.

Pues bien. En nuestro muy cercano siglo XX, vivió una mujer extraordinaria, inicialmente llamada Edith Stein, judía de nacimiento, quien abrazó la fe católica ya siendo profesora de universidad y reconocida filósofa. Ingresó a la comunidad religiosa de las Carmelitas Descalzas donde fue llamada como sor Teresa Benedicta de la Cruz, y murió víctima de los nazis en Aushwitz. Fue canonizada por el beato Juan Pablo II,  en 1998.

Estudiar su vida y sus obras y, por ahora, leer la oración que escribió y publicamos hoy, tal vez nos ayude a entender más el mensaje del Evangelio.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y la oración, en este martes de la 2ª. Semana de Pascua.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 3,7b-15. 
No te extrañes de que te haya dicho: 'Ustedes tienen que renacer de lo alto'. El viento sopla donde quiere: tú oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Lo mismo sucede con todo el que ha nacido del Espíritu". "¿Cómo es posible todo esto?", le volvió a preguntar Nicodemo. Jesús le respondió: "¿Tú, que eres maestro en Israel, no sabes estas cosas? Te aseguro que nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero ustedes no aceptan nuestro testimonio. Si no creen cuando les hablo de las cosas de la tierra, ¿cómo creerán cuando les hable de las cosas del cielo? Nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo. De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna.
Oración

Señor mío y Dios mío,
me guiaste por un largo camino oscuro, pedregoso y duro.
Mis fuerzas a menudo parecían querer abandonarme,
no esperaba ver la luz un día más.

Mi corazón se petrificaba en un sufrimiento profundo
cuando la claridad de una estrella se levantó sobre mis ojos.

Fiel, ella me guió y yo la seguí
primero con paso tímido, más seguro después.
Llegué por fin ante la puerta de la Iglesia.
Se abrió. Pedí entrar.

Tu bendición me acoge por boca de tu sacerdote.
En el interior las estrellas se suceden,
estrellas de flores rojas que me muestran el camino hasta ti...
Y tu bondad permite que me alumbren en mi camino hacia ti.

El misterio que debía guardar escondido en lo profundo de mi corazón,
en lo sucesivo puedo anunciarlo en voz alta:
¡Creo, confieso mi fe!
El sacerdote me conduce caminando hacia el altar,
inclino la frente,
el agua santa fluye sobre mi cabeza.

¿Señor, le es posible a alguien renacer
una vez andada la mitad de su vida? (Jn 3,4)
lo dijiste, y para mí hase hecho realidad. El peso de las faltas y las penas de mi larga vida me dejaron.

¡De pie, recibí el manto blanco colocado sobre mis hombros,
símbolo luminoso de la pureza!
Llevé en la mano el cirio del que la llama anuncia
que en mí arde tu vida santa.

Mi corazón se ha convertido en el pesebre que espera tu presencia.
¡Por poco tiempo!
María, tu madre, que es también la mía, me dio su nombre.
A medianoche deposita en mi corazón a su niño recién nacido.

¡Oh! Ningún corazón humano puede concebir
lo que preparas a aquellos que te aman (1Co 2,9).
Me perteneces en lo sucesivo y nunca más te dejaré.
Dondequiera que pueda ir el camino de mi vida, estás cerca de mí.
Nada jamás podrá separarme de tu amor (Rm 8,39).

Santa Teresa Benedicta de la Cruz [Édith Stein] (1891-1942), carmelita descalza mártir, copatrona de Europa
Poesía: «Noche de Navidad»
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