Los invito, hermanos,
a leer y meditar la Palabra de Dios, en este viernes de la 21 semana del tiempo
ordinario, ciclo C:
Dios nos bendice...
1ª Lectura (1Tes 4,1-8):
Por Cristo Jesús os rogamos y
exhortamos: Habéis aprendido de nosotros cómo proceder para agradar a Dios;
pues proceded así y seguid adelante. Ya conocéis las instrucciones que os
dimos, en nombre del Señor Jesús. Esto quiere Dios de vosotros: una vida sagrada,
que os apartéis del desenfreno, que sepa cada cual controlar su propio cuerpo
santa y respetuosamente, sin dejarse arrastrar por la pasión, como hacen los
gentiles que no conocen a Dios. Y que en este asunto nadie ofenda a su hermano
ni se aproveche con engaño, porque el Señor venga todo esto, como ya os dijimos
y aseguramos. Dios no nos ha llamado a una vida impura, sino sagrada. Por
consiguiente, el que desprecia este mandato no desprecia a un hombre, sino a
Dios, que os ha dado su Espíritu Santo.
Salmo responsorial: 96
R/. Alegraos,
justos, con el Señor.
El Señor reina, la tierra goza, se alegran las islas innumerables.
Justicia y derecho sostienen su trono.
Los montes se derriten como cera ante el dueño de toda la tierra;
los cielos pregonan su justicia, y todos los pueblos contemplan su gloria.
El Señor ama al que aborrece el mal, protege la vida de sus fieles y
los libra de los malvados.
Amanece
la luz para el justo, y la alegría para los rectos de corazón. Alegraos,
justos, con el Señor, celebrad su santo nombre.
Versículo antes del Evangelio (Lc 21,36):
Aleluya.
Velad y orad, para que podáis presentaros sin temor ante el Hijo del hombre.
Aleluya.
Texto del Evangelio (Mt 25,1-13):
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola:
«El Reino de los Cielos será semejante a diez vírgenes, que, con su lámpara en
la mano, salieron al encuentro del novio. Cinco de ellas eran necias, y cinco
prudentes. Las necias, en efecto, al tomar sus lámparas, no se proveyeron de
aceite; las prudentes, en cambio, junto con sus lámparas tomaron aceite en las
alcuzas. Como el novio tardara, se adormilaron todas y se durmieron. Mas a
media noche se oyó un grito: ‘¡Ya está aquí el novio! ¡Salid a su encuentro!’.
Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron y arreglaron sus lámparas. Y las
necias dijeron a las prudentes: ‘Dadnos de vuestro aceite, que nuestras
lámparas se apagan’. Pero las prudentes replicaron: ‘No, no sea que no alcance
para nosotras y para vosotras; es mejor que vayáis donde los vendedores y os lo
compréis’. Mientras iban a comprarlo, llegó el novio, y las que estaban
preparadas entraron con él al banquete de boda, y se cerró la puerta. Más tarde
llegaron las otras vírgenes diciendo: ‘¡Señor, señor, ábrenos!’. Pero él
respondió: ‘En verdad os digo que no os conozco’. Velad, pues, porque no sabéis
ni el día ni la hora».
Comentario
Hoy,
Viernes XXI del tiempo ordinario, el Señor nos recuerda en el Evangelio que hay
que estar siempre vigilantes y preparados para encontrarnos con Él. A media
noche, en cualquier momento, pueden llamar a la puerta e invitarnos a salir a
recibir al Señor. La muerte no pide cita previa. De hecho, «no sabéis ni el día
ni la hora» (Mt 25,13).
Vigilar
no significa vivir con miedo y angustia. Quiere decir vivir de manera
responsable nuestra vida de hijos de Dios, nuestra vida de fe, esperanza y
caridad. El Señor espera continuamente nuestra respuesta de fe y amor,
constantes y pacientes, en medio de las ocupaciones y preocupaciones que van
tejiendo nuestro vivir.
Y esta
respuesta sólo la podemos dar nosotros, tú y yo. Nadie lo puede hacer en
nuestro lugar. Esto es lo que significa la negativa de las vírgenes prudentes a
ceder parte de su aceite para las lámparas apagadas de las vírgenes necias: «Es
mejor que vayáis donde los vendedores y os lo compréis» (Mt 25,9). Así, nuestra
respuesta a Dios es personal e intransferible.
No
esperemos un “mañana” —que quizá no vendrá— para encender la lámpara de nuestro
amor para el Esposo. Carpe diem! Hay que vivir en cada segundo de nuestra vida
toda la pasión que un cristiano ha de sentir por su Señor. Es un dicho
conocido, pero que no estará de más recordarlo de nuevo: «Vive cada día de tu
vida como si fuese el primer día de tu existencia, como si fuese el único día
de que disponemos, como si fuese el último día de nuestra vida». Una llamada
realista a la necesaria y razonable conversión que hemos de llevar a término.
Que
Dios nos conceda la gracia en su gran misericordia de que no tengamos que oír
en la hora suprema: «En verdad os digo que no os conozco» (Mt 25,12), es decir,
«no habéis tenido ninguna relación ni trato conmigo». Tratemos al Señor en esta
vida de manera que lleguemos a ser conocidos y amigos suyos en el tiempo y en
la eternidad.
Rev. D. Joan Ant. MATEO i García
(La Fuliola, Lleida, España)
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