¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio, en este
jueves de la 7ª semana de Pascua, Ciclo A.
Dios nos bendice...
Lectio Divina: Juan
17,20-26
Lectio
Jueves, 28 de mayo de 2020
Tiempo de Pascua
1) Oración inicial
Que tu Espíritu, Señor, nos penetre con su fuerza, para que nuestro pensar
te sea grato y nuestro obrar concuerde con tu voluntad. Por nuestro Señor.
2) Lectura
Del santo Evangelio según Juan 17,20-26
No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de
su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo
en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me
has enviado. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como
nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y
el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has
amado a mí. Padre, los que tú me has dado, quiero que donde yo esté estén
también conmigo, para que contemplen mi gloria, la que me has dado, porque me
has amado antes de la creación del mundo. Padre justo, el mundo no te ha
conocido, pero yo te he conocido y éstos han conocido que tú me has enviado. Yo
les he dado a conocer tu nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el
amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos.»
3) Reflexión
• El evangelio de hoy nos presenta la tercera y última parte de la
Oración Sacerdotal, en la que Jesús mira hacia el futuro y manifiesta su gran
deseo de unidad entre nosotros, sus discípulos, y para la permanencia de todos
en el amor que unifica, pues sin amor y sin unidad no merecemos credibilidad.
• Juan 17,20-23: Para que el mundo crea que tú me enviaste. Jesús
alarga el horizonte y reza al Padre: No ruego sólo por éstos, sino también por
aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno.
Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para
que el mundo crea que tú me has enviado. Aquí aflora la gran preocupación de
Jesús por la unión que debe existir en las comunidades. Unidad no significa
uniformidad, sino permanecer en el amor, a pesar de todas las tensiones y de
todos los conflictos. El amor que unifica al punto de crear entre todos una
profunda unidad, como aquella que existe entre Jesús y el Padre. La unidad en
el amor revelada en la Trinidad es el modelo para las comunidades. Por esto, a
través del amor entre las personas, las comunidades revelan al mundo el mensaje
más profundo de Jesús. Como la gente decía de los primeros cristianos: “¡Mirad
como se aman!” Es trágica la actual división entre las tres religiones nacidas
de Abrahán: judíos, cristianos y musulmanes. Más trágica todavía es la división
entre los cristianos que dicen que creen en Jesús. Divididos, no merecemos
credibilidad. El ecumenismo está en el centro de la última plegaria de Jesús al
Padre. Es Su testamento. Ser cristiano y no ser ecuménico es un contrasentido.
Contradice la última voluntad de Jesús.
• Juan 17,24-26: Que el amor con que tú me amaste esté en ellos. Jesús
no quiere quedar solo. Dice: Padre, los que tú me has dado, quiero que donde yo
esté estén también conmigo, para que contemplen mi gloria, la que me has dado,
porque me has amado antes de la creación del mundo. La dicha de Jesús es que
todos nosotros estemos con él. Quiere que sus discípulos tengan la misma
experiencia que él tuvo del Padre. Quiere que conozcan al Padre como él lo
conoció. En la Biblia, la palabra conocer no se reduce a un conocimiento
teórico racional, sino que implica experimentar la presencia de Dios en la
convivencia de amor con las personas en la comunidad.
• ¡Que sean uno como nosotros! (Unidad y Trinidad en el evangelio de
Juan) El evangelio de Juan nos ayuda mucho en la comprensión del misterio de la
Trinidad, la comunión entre las personas divinas: el Padre, el Hijo y el
Espíritu. De los cuatro evangelios, Juan es el que acentúa la profunda unidad
entre el Padre y el Hijo. Por el texto del Evangelio (Jn 17,6-8) sabemos que la
misión del Hijo es la suprema manifestación del amor del Padre. Y es justamente
esta unidad entre el Padre y el Hijo la que hace proclamar a Jesús: Yo y el
Padre somos una cosa sola (Jn 10,30). Entre él y el Padre existe una unidad tan
intensa que quien ve el rostro del uno, ve también el rostro del otro.
Cumpliendo esta misión de unidad recibida del Padre, Jesús revela al Espíritu.
El Espíritu de la Verdad viene del Padre (Jn 15,26). El Hijo pide (Jn 14,16), y
el Padre envía el Espíritu a cada uno de nosotros para que permanezca en
nosotros, dándonos ánimo y fuerza. El Espíritu nos viene del Hijo también (Jn
16,7-8). Así, el Espíritu de la Verdad, que camina con nosotros, es la
comunicación de la profunda unidad que existe entre el Padre y el Hijo (Jn
15,26-27). El Espíritu no puede comunicar otra verdad que no sea la Verdad del
Hijo. Todo lo que se relaciona con el misterio del Hijo, el Espíritu lo da a
conocer (Jn 16,13-14). Esta experiencia de la unidad en Dios fue muy fuerte en
las comunidades del Discípulo Amado. El amor que une a las personas divinas
Padre e Hijo y Espíritu nos permite experimentar a Dios a través de la unión
con las personas en una comunidad de amor. Así, también, era la propuesta de la
comunidad, donde el amor debería ser la señal de la presencia de Dios en medio
de la comunidad (Jn 13,34-35). Y este amor construyó la unidad dentro de la
comunidad (Jn 17,21). Ellos miraban la unidad en Dios para poder entender la
unidad entre ellos.
4) Para la reflexión personal
• Decía el obispo Don Pedro Casaldáliga: “La Trinidad es aún mejor que
la comunidad”. ¿En la comunidad de la que tú eres miembro, percibes algún
reflejo humano de la Trinidad Divina?
• Ecumenismo. ¿Soy ecuménico?
• Ecumenismo. ¿Soy ecuménico?
5) Oración final
Señor, Tú me enseñarás el camino de la vida,
me hartarás de gozo en tu presencia,
de dicha perpetua a tu derecha. (Sal 16,11)
me hartarás de gozo en tu presencia,
de dicha perpetua a tu derecha. (Sal 16,11)
Orden de los Carmelitas