¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra
de Dios, en este Martes de la cuarta
semana del tiempo ordinario.
Dios nos bendice...
Carta a los Hebreos 12,1-4.
Hermanos: Ya que estamos rodeados de una verdadera nube de testigos, despojémonos de todo lo que nos estorba, en especial del pecado, que siempre nos asedia, y corramos resueltamente al combate que se nos presenta. Fijemos la mirada en el iniciador y consumador de nuestra fe, en Jesús, el cual, en lugar del gozo que se le ofrecía, soportó la cruz sin tener en cuenta la infamia, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Piensen en aquel que sufrió semejante hostilidad por parte de los pecadores, y así no se dejarán abatir por el desaliento. Después de todo, en la lucha contra el pecado, ustedes no han resistido todavía hasta derramar su sangre.
Salmo 22(21),26b-27.28.30.31-32.
Cumpliré mis votos delante
de los fieles:
los pobres comerán hasta saciarse
y los que buscan al Señor lo alabarán.
¡Que sus corazones vivan para siempre!
Todos los confines de la tierra
se acordarán y volverán al Señor;
todas las familias de los pueblos
se postrarán en su presencia.
Todos los que duermen en el sepulcro
se postrarán en su presencia;
todos los que bajaron a la tierra
doblarán la rodilla ante él,
y los que no tienen vida
Glorificarán su poder.
Hablarán del Señor a la generación futura,
anunciarán su justicia
a los que nacerán después,
porque esta es la obra del Señor.
Evangelio según San Marcos 5,21-43.
los pobres comerán hasta saciarse
y los que buscan al Señor lo alabarán.
¡Que sus corazones vivan para siempre!
Todos los confines de la tierra
se acordarán y volverán al Señor;
todas las familias de los pueblos
se postrarán en su presencia.
Todos los que duermen en el sepulcro
se postrarán en su presencia;
todos los que bajaron a la tierra
doblarán la rodilla ante él,
y los que no tienen vida
Glorificarán su poder.
Hablarán del Señor a la generación futura,
anunciarán su justicia
a los que nacerán después,
porque esta es la obra del Señor.
Evangelio según San Marcos 5,21-43.
Cuando Jesús regresó en la barca a la otra orilla, una gran multitud se reunió a su alrededor, y él se quedó junto al mar. Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se arrojó a sus pies, rogándole con insistencia: "Mi hijita se está muriendo; ven a imponerle las manos, para que se cure y viva". Jesús fue con él y lo seguía una gran multitud que lo apretaba por todos lados. Se encontraba allí una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias. Había sufrido mucho en manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes sin resultado; al contrario, cada vez estaba peor. Como había oído hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la multitud, y tocó su manto, porque pensaba: "Con sólo tocar su manto quedaré curada". Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que estaba curada de su mal. Jesús se dio cuenta en seguida de la fuerza que había salido de él, se dio vuelta y, dirigiéndose a la multitud, preguntó: "¿Quién tocó mi manto?". Sus discípulos le dijeron: "¿Ves que la gente te aprieta por todas partes y preguntas quién te ha tocado?". Pero él seguía mirando a su alrededor, para ver quién había sido. Entonces la mujer, muy asustada y temblando, porque sabía bien lo que le había ocurrido, fue a arrojarse a sus pies y le confesó toda la verdad. Jesús le dijo: "Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda curada de tu enfermedad". Todavía estaba hablando, cuando llegaron unas personas de la casa del jefe de la sinagoga y le dijeron: "Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?". Pero Jesús, sin tener en cuenta esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: "No temas, basta que creas". Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago, fue a casa del jefe de la sinagoga. Allí vio un gran alboroto, y gente que lloraba y gritaba. Al entrar, les dijo: "¿Por qué se alborotan y lloran? La niña no está muerta, sino que duerme". Y se burlaban de él. Pero Jesús hizo salir a todos, y tomando consigo al padre y a la madre de la niña, y a los que venían con él, entró donde ella estaba. La tomó de la mano y le dijo: "Talitá kum", que significa: "¡Niña, yo te lo ordeno, levántate". En seguida la niña, que ya tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar. Ellos, entonces, se llenaron de asombro, y él les mandó insistentemente que nadie se enterara de lo sucedido. Después dijo que le dieran de comer.
Comentario
1.1 ¡Qué duro pero qué elocuente es el testimonio de la sangre!
Ella habla de la vida arrancada y de la vida ofrecida; de la crueldad espantosa
y de la misericordia sublime. Donde hay sangre la vida se está perdiendo o se
está recuperando. La circulación de la sangre es el ritmo primero y más
evidente de ese hilo de tiempo que hemos heredado entre dos eternidades.
1.2 Cristo nos amó hasta la sangre. Su perdón nos llegó en un
discurso de sangre. El pecado quedó denunciado con caracteres de sangre. El
amor quedó declarado en sus gotas. La cruz que da la gracia está empapada en
sangre. Y la alianza fue sellada del único modo que entienden todos los pueblos
y todas las culturas: con sangre.
1.3 Por eso es hasta cierto punto natural lo que hoy nos dice la
Carta a los Hebreos. Si hemos amado con medida de sangre, la medida del amor
que palpita en nosotros es la de la sangre. Hermosa y valiente consigna: amar
hasta la sangre.
2. Cristo soportó contradicción
2.1 Una buena parte del éxito consiste en algo tan sencillo y tan
poco ruidoso como saber soportar. Revisemos las vidas de los héroes, de los
genios, de los santos, o incluso de los grandes artistas. Hay un denominador
común: supieron soportar; supieron resistir; no se doblegaron, aunque a veces
tuvieran que doblarse.
2.2 No todo puede resolverse con razones ni todas las contiendas
se dirimen con argumentos y palabras. Pasa muchas veces que mostrar quién está
en lo correcto es un asunto de tiempo, de fecundidad, de dejar que los frutos y
las obras hablen.
3. ¡Levántate!
3.1 En el evangelio vemos el poder de la palabra de Jesús:
"¡levántate!". Yo necesito esa palabra. Necesito escuchar que Jesús
me dice esa palabra porque él, que es capaz de vencer a la muerte, puede
superar lo que ha muerto en mí. Si mis proyectos, si la gracia preciosa, si mis
esperanzas, si mi confianza en un mañana han muerto, hay uno que tiene una voz
poderosa, una voz que, adentrándose en la caverna de la noche, arranca su presa
a la muerte.
3.2 La palabra de Jesús causa un hecho extraordinario: ¡ha
resucitado a una muerta! Y sin embargo lo que sigue es de lo más común y
natural: hay que dar de comer a la niña. En esto hay una enseñanza que debemos
recoger. Cristo no viene a introducirnos en la Isla de la Fantasía, como si por
el solo hecho de creer en él tuviéramos que vivir como en circo, espectáculo
tras espectáculo. Muchas veces el propósito de una sanación es restaurar el
orden primero, el orden del Creador, y esto implica una existencia que puede
ser de lo más normal y común. Tal vez sea ese un motivo para aquella
advertencia de no contar a otros lo sucedido.
3.3 Cristo hizo el milagro de esta
resurrección en una casa de familia. Y Cristo sigue visitando casas. La niña no
estaba en la sala de recibo ni en la puerta de afuera; estaba adentro, muy
adentro en el amor y en el dolor de esa familia. Cristo quiere llegar así a las
casas: hasta dentro de su amor y su dolor, para también allí pronunciar su palabra
hermosa y potente: "¡levántate!".
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