lunes, 3 de mayo de 2010

‘HACE TANTO QUE ESTOY CON USTEDES, ¿Y TODAVÍA NO ME CONOCEN?’

¡Amor y paz!

Recientemente leímos el Evangelio al que volvemos hoy y es porque, haciendo un alto en el ciclo litúrgico, celebramos la Fiesta de los apóstoles Felipe y Santiago.

En la lista de los apóstoles, Felipe aparece en el Evangelio de Mateo 10 veces. Quien más noticias nos da sobre él es el evangelista Juan, quien lo presenta como persona sencilla, generosa, bondadosa, cercana a Jesús.

Luego de ser recibido por Jesús como seguidor, es él quien da la noticia a Natanael y quien, ante el escepticismo de éste, le añade: “Ven y lo veras’ (Jn 1, 42ss). Y es también el que, tras oír y no entender el discurso de Jesús en la última Cena, dice al Maestro: “Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta” (Jn 14, 7s). Después de Pentecostés, su predicación recayó principalmente sobre Frigia. En el Nuevo Testamento no tenemos ninguna Carta escrita por Felipe.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 14,6-14.

Jesús le respondió: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si ustedes me conocen, conocerán también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto". Felipe le dijo: "Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta". Jesús le respondió: "Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen? El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Como dices: 'Muéstranos al Padre'? ¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que digo no son mías: el Padre que habita en mí es el que hace las obras. Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Créanlo, al menos, por las obras. Les aseguro que el que cree en mí hará también las obras que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre. Y yo haré todo lo que ustedes pidan en mi Nombre, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si ustedes me piden algo en mi Nombre, yo lo haré.

Comentario

En el pasaje evangélico el apóstol Felipe hace a Jesús una petición audaz e inusitada: “muéstranos al Padre y eso nos basta”. Nada menos, como si a Dios se le pudiera mostrar aquí o allá, como se muestra a una persona o a una cosa cualquiera. Como si Dios pudiera ser contemplado con nuestros ojos mortales, cuando en el AT es constante la afirmación de que quien vea a Dios necesariamente morirá (véase por ejemplo Ex 33, 20; Is 6, 5). Pero con su audacia el apóstol Felipe ha hecho que Jesús nos revele el verdadero rostro de Dios: “quien me ha visto a mí ha visto al Padre”. Conocer a Jesús, escuchar sus palabras, vivir sus mandamientos, equivale a conocer plenamente a Dios, a contemplar su rostro amoroso reflejado en la bondad de Jesucristo, en su misericordia y amor hacia los pobres y sencillos.

De Santiago el menor sabemos que llegó a ser líder de la comunidad cristiana de Jerusalén hasta los calamitosos años anteriores a la guerra judía contra Roma. El historiador Flavio Josefo, contemporáneo de los acontecimientos, nos ha dejado un testimonio vívido y honroso del apóstol en una de sus obras (Antigüedades judías 20.9.1). Representaba Santiago el menor el cristianismo judaizante de los primerísimos tiempos, apegado todavía al culto del templo, a la reunión sinagogal, la guarda del sábado y demás tradiciones judías. Flavio Josefo nos dice que gozaba del respeto y veneración, no solo de los cristianos, sino también de los mismos judíos piadosos que lo llamaba “el justo”. El mismo autor narra dramáticamente su muerte a manos de judíos fanáticos. De Felipe casi no sabemos nada. La memoria litúrgica de la Iglesia los unió cuando en el siglo VI fue inaugurada la basílica de los doce apóstoles en la ciudad de Roma, y se depositaron en su altar principal supuestas reliquias de estos dos personajes.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica).
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