¡Amor y paz!
El domingo 21 del tiempo ordinario (ciclo A) se proclamaba el evangelio según san Mateo, que nos traía el mismo relato de hoy,de la
confesión de Pedro y del anuncio de la pasión (Mt 16, 13-20). El pasaje se leía
en aquella ocasión con la intención de detenerse sobre todo en la confesión de
Pedro y de enseñar el fundamento firme sobre el que la Iglesia está
establecida. El que se proclama hoy, por el contrario, (Mc
8, 27-35. Ciclo B) quiere más bien fijar nuestra atención en el
anuncio de la Pasión y en los sufrimientos de Cristo.
El Señor aceptó conscientemente
esos sufrimientos por nuestra salvación y sus discípulos deben también aceptar
los propios por Jesús y por la Buena Noticia. ¡Qué difícil es entender y
aceptar esto en una sociedad como la nuestra que nos induce a ser muy
individualistas y poco generosos!
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Domingo XXIV del Tiempo
Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Marcos 8,27-35.
Jesús salió con sus discípulos hacia los poblados de Cesarea de Filipo, y en el camino les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?". Ellos le respondieron: "Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los profetas". "Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?". Pedro respondió: "Tú eres el Mesías". Jesús les ordenó terminantemente que no dijeran nada acerca de él. Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar después de tres días; y les hablaba de esto con toda claridad. Pedro, llevándolo aparte, comenzó a reprenderlo. Pero Jesús, dándose vuelta y mirando a sus discípulos, lo reprendió, diciendo: "¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres". Entonces Jesús, llamando a la multitud, junto con sus discípulos, les dijo: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará.
Comentario
Hace algunos meses me
llegó un mensaje por la Internet que contaba que el 14 de Octubre de 1998, en
un vuelo trasatlántico de la línea Aérea British Airways tuvo lugar el
siguiente suceso: A una dama la sentaron en el avión al lado de un hombre de
raza negra. La mujer pidió a la azafata que la cambiara de sitio, porque no
podía sentarse al lado de una persona tan desagradable. La azafata argumentó
que el vuelo estaba muy lleno, pero que iría a revisar en primera clase a ver
por si acaso podría encontrar algún lugar libre.
Todos los demás pasajeros
observaron la escena con disgusto, no solo por el hecho en sí, sino por la
posibilidad de que hubiera un sitio para la mujer en primera clase. La señora
se sentía feliz y hasta triunfadora porque la iban a quitar de ese sitio y ya
no estaría cerca de aquella persona. Minutos más tarde regresó la azafata y le
informó a la señora: “Discúlpeme señora, pero efectivamente todo el vuelo está
lleno... pero afortunadamente encontré un lugar vacío en primera clase. Sin
embargo, para poder hacer este tipo de cambios le tuve que pedir autorización
al capitán. Él me indicó que no se podía obligar a nadie a viajar al lado de
una persona tan desagradable”.
La señora con cara de
triunfo, intentó salir de su asiento, pero la azafata en ese momento se voltea
y le dice al hombre de raza negra: “Señor, ¿sería usted tan amable de
acompañarme a su nuevo asiento?” Todos los pasajeros del avión se pararon y
ovacionaron la acción de la azafata. Ese año, la azafata y el capitán fueron
premiados por esa actitud. La empresa se dio cuenta que no le había dado
demasiada importancia a la capacitación de su personal en el área de atención
al cliente. Por tanto, se hicieron algunos cambios de inmediato. Desde ese
momento en todas las oficinas de British Airways se lee el siguiente mensaje:
“Las personas pueden olvidar lo que les dijiste. Las personas pueden olvidar lo
que les hiciste. Pero nunca olvidarán como los hiciste sentir".
Qué bueno es este ejemplo
para exaltar las palabras que dirigió Jesús a sus discípulos después de la
discusión sobre quién era él y el anuncio de su pasión: “Si alguno quiere ser
discípulo mío, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz y sígame. Porque el que
quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por causa mía y
por acepar el evangelio, la salvará”.
Nuestra sociedad nos ha
ido acostumbrando a buscar lo mejor para nosotros. Incluso, los padres de
familia le enseñan a sus hijos e hijas a no dejarse de los compañeros y
compañeras. Primero yo, segundo yo, y si alcanza para un tercero, también yo,
parece ser lo normal en nuestras relaciones interpersonales y sociales. Los que
buscan el poder político, económico, social y cultural, pocas veces están
pensando en el beneficio de los demás. Pero mucho más escasa es la disposición
a sacrificarse o a entregarse por los otros a costa de nuestro bienestar y
mucho menos de nuestra vida. ¡Qué distinto es el mensaje de Jesús, el Mesías,
como Pedro lo reconoció delante de sus compañeros! Su proyecto va en contravía
de nuestros valores. No podemos olvidar que el que quiera salvar su vida, con
toda seguridad, la perderá. Ni podemos perder de vista que cuando se está
dispuesto a perder la vida por los demás, a lo mejor lo pasan a primera
clase...
Hermann Rodríguez Osorio,
S.J.*
* Sacerdote jesuita,
Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad
Javeriana – Bogotá