domingo, 16 de septiembre de 2012

“(...) el que quiera salvar su vida la perderá”

¡Amor y paz!

El domingo 21 del tiempo ordinario (ciclo A) se proclamaba el evangelio según san Mateo, que nos traía el mismo relato de hoy,de la confesión de Pedro y del anuncio de la pasión (Mt 16, 13-20). El pasaje se leía en aquella ocasión con la intención de detenerse sobre todo en la confesión de Pedro y de enseñar el fundamento firme sobre el que la Iglesia está establecida. El que se proclama hoy, por el contrario, (Mc  8, 27-35. Ciclo B) quiere más bien fijar nuestra atención en el anuncio de la Pasión y en los sufrimientos de Cristo.

El Señor aceptó conscientemente esos sufrimientos por nuestra salvación y sus discípulos deben también aceptar los propios por Jesús y por la Buena Noticia. ¡Qué difícil es entender y aceptar esto en una sociedad como la nuestra que nos induce a ser muy individualistas y poco generosos!  

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Domingo XXIV del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Marcos 8,27-35.
Jesús salió con sus discípulos hacia los poblados de Cesarea de Filipo, y en el camino les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?". Ellos le respondieron: "Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los profetas". "Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?". Pedro respondió: "Tú eres el Mesías". Jesús les ordenó terminantemente que no dijeran nada acerca de él. Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar después de tres días; y les hablaba de esto con toda claridad. Pedro, llevándolo aparte, comenzó a reprenderlo. Pero Jesús, dándose vuelta y mirando a sus discípulos, lo reprendió, diciendo: "¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres". Entonces Jesús, llamando a la multitud, junto con sus discípulos, les dijo: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará. 
Comentario

Hace algunos meses me llegó un mensaje por la Internet que contaba que el 14 de Octubre de 1998, en un vuelo trasatlántico de la línea Aérea British Airways tuvo lugar el siguiente suceso: A una dama la sentaron en el avión al lado de un hombre de raza negra. La mujer pidió a la azafata que la cambiara de sitio, porque no podía sentarse al lado de una persona tan desagradable. La azafata argumentó que el vuelo estaba muy lleno, pero que iría a revisar en primera clase a ver por si acaso podría encontrar algún lugar libre.

Todos los demás pasajeros observaron la escena con disgusto, no solo por el hecho en sí, sino por la posibilidad de que hubiera un sitio para la mujer en primera clase. La señora se sentía feliz y hasta triunfadora porque la iban a quitar de ese sitio y ya no estaría cerca de aquella persona. Minutos más tarde regresó la azafata y le informó a la señora: “Discúlpeme señora, pero efectivamente todo el vuelo está lleno... pero afortunadamente encontré un lugar vacío en primera clase. Sin embargo, para poder hacer este tipo de cambios le tuve que pedir autorización al capitán. Él me indicó que no se podía obligar a nadie a viajar al lado de una persona tan desagradable”.

La señora con cara de triunfo, intentó salir de su asiento, pero la azafata en ese momento se voltea y le dice al hombre de raza negra: “Señor, ¿sería usted tan amable de acompañarme a su nuevo asiento?” Todos los pasajeros del avión se pararon y ovacionaron la acción de la azafata. Ese año, la azafata y el capitán fueron premiados por esa actitud. La empresa se dio cuenta que no le había dado demasiada importancia a la capacitación de su personal en el área de atención al cliente. Por tanto, se hicieron algunos cambios de inmediato. Desde ese momento en todas las oficinas de British Airways se lee el siguiente mensaje: “Las personas pueden olvidar lo que les dijiste. Las personas pueden olvidar lo que les hiciste. Pero nunca olvidarán como los hiciste sentir".

Qué bueno es este ejemplo para exaltar las palabras que dirigió Jesús a sus discípulos después de la discusión sobre quién era él y el anuncio de su pasión: “Si alguno quiere ser discípulo mío, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz y sígame. Porque el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por causa mía y por acepar el evangelio, la salvará”.

Nuestra sociedad nos ha ido acostumbrando a buscar lo mejor para nosotros. Incluso, los padres de familia le enseñan a sus hijos e hijas a no dejarse de los compañeros y compañeras. Primero yo, segundo yo, y si alcanza para un tercero, también yo, parece ser lo normal en nuestras relaciones interpersonales y sociales. Los que buscan el poder político, económico, social y cultural, pocas veces están pensando en el beneficio de los demás. Pero mucho más escasa es la disposición a sacrificarse o a entregarse por los otros a costa de nuestro bienestar y mucho menos de nuestra vida. ¡Qué distinto es el mensaje de Jesús, el Mesías, como Pedro lo reconoció delante de sus compañeros! Su proyecto va en contravía de nuestros valores. No podemos olvidar que el que quiera salvar su vida, con toda seguridad, la perderá. Ni podemos perder de vista que cuando se está dispuesto a perder la vida por los demás, a lo mejor lo pasan a primera clase...

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
* Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá