¡Amor y paz!
Al comenzar las ferias de la cuarta semana, las
lecturas cuaresmales cambian de orientación. Antes leíamos los tres evangelistas
sinópticos, con pasajes del Antiguo Testamento formando una unidad temática con
la página del evangelio. Ahora vamos a leer, hasta Pascua (y también durante
toda la Pascua, hasta Pentecostés), al evangelista Juan, en lectura semicontinuada
de algunos de sus capítulos.
Antes había sido nuestro camino de conversión el
que había quedado iluminado día tras día por las lecturas. Ahora se nos pone
delante como modelo del cambio de Pascua y de nuestra lucha contra el mal el
camino de Jesús, con la creciente oposición de sus adversarios, que acabarán
llevándolo a la cruz.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio
y del comentario, en este lunes de la IV Semana de Cuaresma.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Juan 4,43-54.
Jesús partió hacia Galilea. El mismo había declarado que un profeta no goza de prestigio en su propio pueblo. Pero cuando llegó, los galileos lo recibieron bien, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la Pascua; ellos también, en efecto, habían ido a la fiesta. Y fue otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había allí un funcionario real, que tenía su hijo enfermo en Cafarnaún. Cuando supo que Jesús había llegado de Judea y se encontraba en Galilea, fue a verlo y le suplicó que bajara a curar a su hijo moribundo. Jesús le dijo: "Si no ven signos y prodigios, ustedes no creen". El funcionario le respondió: "Señor, baja antes que mi hijo se muera". "Vuelve a tu casa, tu hijo vive", le dijo Jesús. El hombre creyó en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino. Mientras descendía, le salieron al encuentro sus servidores y le anunciaron que su hijo vivía. El les preguntó a qué hora se había sentido mejor. "Ayer, a la una de la tarde, se le fue la fiebre", le respondieron. El padre recordó que era la misma hora en que Jesús le había dicho: "Tu hijo vive". Y entonces creyó él y toda su familia. Este fue el segundo signo que hizo Jesús cuando volvió de Judea a Galilea.
Comentario
De momento a Jesús le reciben bien en Galilea,
aunque él ya es consciente de que «un profeta no es estimado en su propia
patria».
En Caná, donde había hecho el primer milagro del
agua convertida en vino, hace otro «signo» curando al hijo del funcionario real
de Cafarnaún. De nuevo aparece un extranjero con mayor fe que los judíos: «el
hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino».
La marcha de Jesús hacia la muerte y la
resurrección está sembrada de hechos en que comunica a otros la salud, la vida,
la alegría.
Ya quedan menos de tres semanas para la Pascua. Pero
no somos nosotros los protagonistas de lo que quiere ser esta Pascua. No somos
nosotros los que le dedicamos a Dios este tiempo o nuestros esfuerzos. Es él
quien tiene planes. Es él, como hizo con el pueblo de Israel, ayudándole a
volver del destierro, y con su Hijo Jesús, cuando le sacó del sepulcro como
primogénito de una nueva creación, quien quiere llevar a cabo también con
nosotros un cielo nuevo y una tierra nueva.
Es Dios quien desea que esta próxima Pascua sea una
verdadera primavera para nosotros, incorporándonos a su Hijo. Porque «el que
está en Cristo es una nueva creación: pasó lo viejo, todo es nuevo» (2 Co 5, l
7).
Jesús nos quiere devolver la salud, como al hijo
del funcionario real, y liberarnos de toda tristeza y esclavitud, y perdonarnos
todas nuestras faltas. Si tenemos fe. Si queremos de veras que nos cure (cada
uno sabe de qué enfermedad nos tendría que curar) y que nos llene de su vida. A
los que en el Bautismo fuimos sumergidos en la nueva existencia de Cristo -ese
sacramento fue una nueva creación para cada uno- Jesús nos quiere renovar en
esta Pascua.
Cuando nos disponemos a acercarnos a la mesa
eucarística decimos siempre una breve oración llena de humildad y confianza:
«no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para
sanarme». Es la misma actitud de fe del funcionario de hoy. Y debe ser nuestra
actitud en vísperas de la Pascua.
¿Dejaremos a Jesús que «haga milagros» en su
patria, entre «los suyos» entre nosotros, que le seguimos de cerca? ¿O pensamos
que sólo entre los alejados hace falta que sucedan la conversión y la nueva
creación y los cielos nuevos? ¿Podremos cantar con alegría, en la Pascua,
también nosotros, y pensando en nosotros mismos: «te ensalzaré, Señor, porque
me has librado» ?
En la noche de Pascua escucharemos el relato
poético de la primera creación y también el de la nueva creación, la
resurrección de Cristo. Ambas se nos aplican a nosotros en un sacramento que
estará esa noche muy especialmente presente en nuestra celebración: el
Bautismo.
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 2
La Cuaresma día tras día
Barcelona 1997. Pág. 78-80
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 2
La Cuaresma día tras día
Barcelona 1997. Pág. 78-80