viernes, 10 de septiembre de 2010

Seamos benévolos, no hipócritas, al juzgar a los hermanos

¡Amor y paz!

Continúa hoy el ‘Sermón de la llanura’ que, en Mateo, se llama ‘Sermón de la montaña’. Y aquí Jesús nos advierte cómo fácilmente vemos los defectos de nuestros hermanos, y en cambio tenemos una gran capacidad para disimular los nuestros. Eso se llama ser hipócritas.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Viernes de la XXIII Semana del Tiempo Ordinario.

Evangelio según San Lucas 6,39-42.

Les hizo también esta comparación: "¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en un pozo? El discípulo no es superior al maestro; cuando el discípulo llegue a ser perfecto, será como su maestro. ¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: 'Hermano, deja que te saque la paja de tu ojo', tú, que no ves la viga que tienes en el tuyo? ¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano.

Comentario

El evangelio de hoy nos invita a mirar el mundo y a los otros con la misma mirada de Jesús: una mirada de benevolencia.

Los ojos son como un espejo en el que se refleja el mundo. Hay personas para las que toda la realidad es triste y está sujeta a lamentaciones. Todo va mal; y los "sí, pero..." minan toda razón de esperar. El mundo, como por una especie de mimetismo, toma el color de nuestra mirada. Sed benévolos. Con los demás: son menos malos de lo que os imagináis. Amad en ellos la parte mejor de ellos mismos; en el peor de los incrédulos hay una chispa, aunque sea oculta, de ese fuego que Dios ha inscrito en el corazón de cada uno. Tenéis vocación de esperanza: esperad en el hombre. El cristiano, pase lo que pase, no puede encerrar al que siempre es su hermano dentro del calabozo de las sospechas o en la argolla de las condenaciones. Creed en el hombre y sed hombres consagrados a la misericordia. Y sed benévolos con vosotros mismos, mirándoos con menos severidad. Si tenéis algún sentimiento de antipatía ante tal o cual acto, que vuestra antipatía se cambie en humor: ¡tampoco vosotros habéis dicho aún la última palabra! Y sed benévolos con el mundo: no seáis eternos insatisfechos. Vivid, vivid bien, gozad de la vida. Dios fue el primero que se admiró de la obra salida de sus manos en los primeros días del universo.

Ser benévolo ¿significa acaso encontrar excusas, o ser indiferente, o ser ingenuo? Eso sería olvidar que esa palabra -¡y las palabras tienen un sentido!- comprende dos términos: bien y querer. Ser benévolo significa también: descubríos como responsables, sed buenos, vigilantes, denunciad las ilusiones, los valores falsos, las dichas engañosas. La benevolencia es una responsabilidad y la asunción de un deber.

Hace algunos años, un periódico francés centró su campaña de promoción en un "eslogan" extraordinario: "Los demás ven la vida en negro, nosotros vemos razones para esperar". Eso es la benevolencia cristiana: el amor tiene paciencia, lo excusa todo, lo perdona todo, porque toma como modelo la misericordia de Dios.

Nuestra benevolencia no es "ver las cosas de color rosa"; es teologal. Nuestras razones para esperar se arraigan en el ser mismo de Dios, que tiene paciencia, y en su gracia, que no fallará jamás.

Dios de paciencia infinita,
sé nuestro maestro:
enséñanos a amar como Tú sólo puedes amar.
Danos un corazón misericordioso
y razones para esperar
que nuestro tiempo desembocará en la felicidad eterna.

Dios cada día
Siguiendo el leccionario ferial
Semanas XXII-XXXIV T.O. Evang.de Lucas
Sal Terrae/Santander 1990.Pág. 47 s.

www.mercaba.org