¡Amor y paz!
Los invito, hermanos,
a leer y meditar la Palabra de Dios, en este sábado 23 del Tiempo Ordinario,
ciclo C.
Dios nos bendice
1ª Lectura (1Tim 1,15-17):
Hermano: Puedes fiarte y aceptar sin reserva lo que te digo: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el primero. Y por eso se compadeció de mí: para que en mí, el primero, mostrara Cristo Jesús toda su paciencia, y pudiera ser modelo de todos los que creerán en él y tendrán vida eterna. Al Rey de los siglos, inmortal, invisible, único Dios, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Salmo responsorial: 112
R/. Bendito sea el Señor ahora y para siempre.
Bendita sea el Señor, alábenlo sus siervos. Bendito sea
el Señor, desde ahora y para siempre.
Desde que sale el sol hasta su ocaso, alabado sea el nombre del Señor. Dios
está sobre todas las naciones, su gloria, por encima de los cielos.
¿Quién hay como el Señor? ¿Quién iguala al Dios nuestro, que tiene en las
alturas su morada, y sin embargo de esto, bajar se digna su mirada para ver
tierra y cielo?
El levanta del polvo al desvalido y saca al indigente del estiércol, para
hacerlo sentar entre los grandes, los jefes de su pueblo.
Versículo antes del Evangelio (Jn 14,23):
Aleluya. Si alguno me ama, guardará mi palabra y mi Padre le amará y vendremos a él y haremos morada en él. Aleluya.
Texto del Evangelio (Lc 6,43-49):
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Porque no
hay árbol bueno que dé fruto malo y, a la inversa, no hay árbol malo que dé
fruto bueno. Cada árbol se conoce por su fruto. No se recogen higos de los
espinos, ni de la zarza se vendimian uvas. El hombre bueno, del buen tesoro del
corazón saca lo bueno, y el malo, del malo saca lo malo. Porque de lo que
rebosa el corazón habla su boca.
»¿Por qué me llamáis: ‘Señor, Señor’, y no hacéis lo que digo? Todo el que
venga a mí y oiga mis palabras y las ponga en práctica, os voy a mostrar a
quién es semejante: Es semejante a un hombre que, al edificar una casa, cavó
profundamente y puso los cimientos sobre roca. Al sobrevenir una inundación,
rompió el torrente contra aquella casa, pero no pudo destruirla por estar bien
edificada. Pero el que haya oído y no haya puesto en práctica, es semejante a
un hombre que edificó una casa sobre tierra, sin cimientos, contra la que
rompió el torrente y al instante se desplomó y fue grande la ruina de aquella
casa».
Comentario
Hoy, el Señor nos sorprende haciendo “publicidad” de sí
mismo. No es mi intención “escandalizar” a nadie con esta afirmación. Es
nuestra publicidad terrenal lo que empequeñece a las cosas grandes y
sobrenaturales. Es el prometer, por ejemplo, que dentro de unas semanas una
persona gruesa pueda perder por lo menos cinco o seis kilos usando un
determinado “producto-trampa” (u otras promesas milagrosas por el estilo) lo
que nos hace mirar a la publicidad con ojos de sospecha. Mas, cuando uno tiene
un “producto” garantizado al cien por cien, y —como el Señor— no vende nada a
cambio de dinero sino solamente nos pide que le creamos tomándole como guía y
modelo de un preciso estilo de vida, entonces esa “publicidad” no nos ha de
sorprender y nos parecerá la más lícita del mundo. ¿No ha sido Jesús el más
grande “publicitario” al decir de sí mismo «Yo soy la Vía, la Verdad y la Vida»
(Jn 14,6)?
Hoy afirma que quien «venga a mí y oiga mis palabras y las ponga en práctica»
es prudente, «semejante a un hombre que, al edificar una casa, cavó
profundamente y puso los cimientos sobre roca» (Lc 6,47-48), de modo que
obtiene una construcción sólida y firme, capaz de afrontar los golpes del mal
tiempo. Si, por el contrario, quien edifica no tiene esa prudencia, acabará por
encontrarse ante un montón de piedras derruidas, y si él mismo estaba en el
interior en el momento del choque de la lluvia fluvial, podrá perder no
solamente la casa, sino además su propia vida.
Pero no basta acercarse a Jesús, sino que es necesario escuchar con la máxima
atención sus enseñanzas y, sobre todo, ponerlas en práctica, porque incluso el
curioso se le acerca, y también el hereje, el estudioso de historia o de
filología... Pero será solamente acercándonos, escuchando y, sobre todo,
practicando la doctrina de Jesús como levantaremos el edificio de la santidad
cristiana, para ejemplo de fieles peregrinos y para gloria de la Iglesia
celestial.
P. Raimondo M. SORGIA Mannai OP (San Domenico di Fiesole, Florencia, Italia)
Evangeli.net
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