¡Amor y paz!
Ahondar en la traición de Judas nos trae la ventaja
de que nos remueve el fondo de traición que todos llevamos dentro y nos
enfrenta con lo más sucio de nuestro interior.
Toda traición hay que ligarla a un proyecto. En la
medida en que alguien deje de estar de acuerdo con el proyecto en el que venía
o se creía comprometido, no tiene inconveniente en traicionarlo. Por eso,
entrar a ciegas en un proyecto o entrar en el mismo sin entender sus principios
o su finalidad, es preparar traiciones en cadena.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio
y el comentario, hoy Miércoles Santo.
Dios los bendiga…
Evangelio según San
Mateo 26,14-25.
Uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo: "¿Cuánto me darán si se lo entrego?". Y resolvieron darle treinta monedas de plata. Desde ese momento, Judas buscaba una ocasión favorable para entregarlo. El primer día de los Ácimos, los discípulos fueron a preguntar a Jesús: "¿Dónde quieres que te preparemos la comida pascual?". Él respondió: "Vayan a la ciudad, a la casa de tal persona, y díganle: 'El Maestro dice: Se acerca mi hora, voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos'". Ellos hicieron como Jesús les había ordenado y prepararon la Pascua. Al atardecer, estaba a la mesa con los Doce y, mientras comían, Jesús les dijo: "Les aseguro que uno de ustedes me entregará". Profundamente apenados, ellos empezaron a preguntarle uno por uno: "¿Seré yo, Señor?". Él respondió: "El que acaba de servirse de la misma fuente que yo, ese me va a entregar. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!". Judas, el que lo iba a entregar, le preguntó: "¿Seré yo, Maestro?". "Tú lo has dicho", le respondió Jesús.
Comentario
Aunque el proyecto de Jesús tiene un contenido
divino, por reflejar la propuesta de Dios y por recibir de Él su fuerza, está
sometido a las leyes del comportamiento humano. Dios no puede tocar la
libertad, para evitar que su proyecto sea traicionado. Él acepta esta
posibilidad. Tal es el precio de la libertad. Jesús aceptó estar sometido a la
posibilidad de la traición.
La pregunta de Judas ("¿seré acaso yo,
Maestro, quien te traicionará?") y la respuesta de Jesús, quedarán para
siempre como una prueba del respeto por la libertad humana de parte de Dios, y
una muestra de la malicia y de la astucia de que viene revestido todo intento
de traición.
La traición no ha estado ni estará ausente del
cristianismo. Somos seres humanos. Pero la comunidad cristiana debe cuidar de
que el proyecto de Jesús sea claro y explícito para todos sus participantes.
Así no habrá sorpresas. El hecho de ser cristianos por herencia y no por lucha,
traerá siempre el riesgo de no identificarse con las exigencias del Reino. Y
cuando aparezcan los intereses personales o de grupo, necesariamente aparecerá
la traición.
Un cristianismo sin la claridad que exige el
proyecto de Jesús y sin procesos de asimilación del mismo, será una mina de
traiciones, desilusiones y amarguras. Aunque justifiquemos la traición, frente
a ella nuestra alma quedará siempre herida.
Servicio Bíblico Latinoamericano