domingo, 22 de enero de 2012

Jesús nos invita a convertirnos y a creer en el Evangelio

¡Amor y paz!

Al imponernos la ceniza haciéndonos una cruz en la frente, el Miércoles de Ceniza nos dirán: “Conviértete y cree en el Evangelio”. Ese día, como todos los años, comenzará la Cuaresma. Pues hoy en el Evangelio Jesús anunciará que el Reino de Dios está cerca y pedirá convertirse y creer en la Buena Noticia.

Hoy precisamente iniciamos la lectura continua del evangelio de Marcos, todos los domingos hasta la Cuaresma. Y la empezamos con los primeros pasos de la predicación de Jesús, después de los acontecimientos introductorios (predicación de Juan, bautismo, tentaciones).
 
Veremos a Jesús "haciendo el bien y curando a todos los vejados por el diablo: por cuanto Dios estaba con él" (Hch 10,38): Marcos muestra cómo la aparición de Jesús representa la destrucción del diablo, del mal, de todo lo que oprime la vida concreta de los hombres. Creámoslo y vivamos de acuerdo con esa fe.
 
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este 3er. domingo del tiempo ordinario.
 
Dios los bendiga..
 
Evangelio según San Marcos 1,14-20.
Después que Juan fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: “El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia".  Mientras iba por la orilla del mar de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que echaban las redes en el agua, porque eran pescadores. Jesús les dijo: "Síganme, y yo los haré pescadores de hombres". Inmediatamente, ellos dejaron sus redes y lo siguieron. Y avanzando un poco, vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban también en su barca arreglando las redes. En seguida los llamó, y ellos, dejando en la barca a su padre Zebedeo con los jornaleros, lo siguieron.
Comentario
 
El evangelio que hemos escuchado empieza haciendo un resumen de la primera actividad de Jesús por los pueblos de Galilea y resume el contenido de su predicación con estas palabras: "Se ha cumplido el plazo. Está cerca el Reino de Dios. Convertíos y creed la Buena Noticia".
 
Jesús marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Dios no tiene ningún libro. Lo que Jesús proclama es la Buena Noticia de Dios. Que Dios es una buena noticia. Porque es Padre de los hombres. Que los ama y por eso los ha traído a la existencia.
"Reino de Dios" es la expresión que había llegado a formular la esperanza del judaísmo: la esperanza del momento en que Dios mismo tomaría en sus manos la dirección de la historia, sin intermediarios, y que esto sería el único medio de asegurar que ningún mal podría tocar a los fieles. Y esto es lo que viene a anunciar Jesús: que, definitivamente, la gran noticia de Dios presente en medio de los hombres para liberarlos ya es una realidad y que, por tanto, hay que cambiar de manera de pensar y de vivir (=tener ganas de ser liberado y vivir de acuerdo con esta liberación). Y JC, para proclamar todo esto, empieza reuniendo un grupo de gente que quiere ir con él y después comenzará a liberar a los hombres de toda clase de males y a expulsar al demonio.
 
Veinte siglos después, los cristianos seguimos diciendo, machaconamente, que el Reino de Dios está cerca. Es más, decimos que está dentro de nosotros. Pero los cristianos, probablemente, no creemos lo que decimos y, en consecuencia, no nos hemos convertido. Pedro, Andrés, Santiago y Juan oyeron estas palabras de Jesús y las creyeron.
 
Probablemente sin llegar a entenderlas, pero las creyeron y dejaron sus barcas, sus redes, su casa. Era todo lo que tenían. Pero había algo en la llamada de aquel hombre y en su promesa que, sin pensarlo dos veces, soltaron sus posesiones y marcharon en pos de Jesús.
 
"Venid conmigo". Llamada y respuesta personal. Aquí está el secreto. Es posible que hasta ahora, los cristianos, hayamos recibido una llamada que podríamos calificarla de "sociológica".
Hemos nacido en una civilización, en una familia y en un momento en el que, fatalmente, teníamos que ser cristianos. Lo hemos heredado como hemos heredado los apellidos paternos.
 
Pero nos ha faltado el enfrentamiento personal con la llamada al cristianismo. Nos ha faltado la respuesta concreta, consciente, madura, reflexiva. Esta respuesta es la única que puede ponernos en vía de conversión.
 
Convertirse de las costumbres de la vida, incluso de las buenas costumbres. Porque Dios no está ceñido a costumbres sino que es capaz de presentársenos cada día de forma nueva y diferente.
No es moralismo ni humanismo. Es una nueva situación. Una nueva vida en un mundo nuevo. Una vida nueva que quizá no implique transformación radical de condiciones materiales pero sí transformará radicalmente nuestra situación.
 
A partir de este encuentro con Jesús todas las realidades de este mundo quedan transformadas. Las realidades humanas: redes, familia, barca, negocios, trabajo, quedarán definitivamente descentradas, no despreciadas. El centro es Jesús. Por eso, en adelante, el cristiano llora como los demás, pero no llora como si no hubiera consuelo. El cristiano ríe y se divierte como los demás, pero no como si tuviera la felicidad completa. Trabaja y negocia como los demás, pero no como si esto fuera su verdadera vocación y destino.
 
"Venid conmigo". Esta es la invitación que hay que atender. No hay que intentar convertirse sino procurar estar cada día un rato con Jesús. Ver lo que Jesús hace. Escuchar lo que Jesús dice y entablar con él una relación personal de amistad. Dejarse cautivar por Jesús.

Poco a poco nos iremos dando cuenta -en la medida en que nos vamos contagiando de él- de que con Jesús es posible una nueva forma de ser y de vivir.

www.mercaba.org