¡Amor y paz!
Ayer, el símbolo de los
necesitados fue un ciego. Hoy, una mujer encorvada. El Evangelio nos dice literalmente que
esta mujer está enferma desde hace 18 años, por haber sido poseída por un
espíritu. En ambos casos, Jesús actúa con misericordia y cura. Sólo que en esta
ocasión, como en otras, lo hace en sábado, contrariando las normas de su
tiempo. Ante el rechazo que esto suscita en el jefe de la sinagoga, Jesús plantea
que si aun en sábado cualquiera desata a su asno para llevarlo a beber, ¿cómo
no puede ese día ser liberada una mujer que hace mucho tiempo está aprisionada
por su mal?
Los invito, hermanos, a leer
y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes de la XXX Semana del Tiempo
Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 13,10-17.
Un sábado, Jesús enseñaba en una sinagoga. Había allí una mujer poseída de un espíritu, que la tenía enferma desde hacía dieciocho años. Estaba completamente encorvada y no podía enderezarse de ninguna manera. Jesús, al verla, la llamó y le dijo: "Mujer, estás curada de tu enfermedad", y le impuso las manos. Ella se enderezó en seguida y glorificaba a Dios. Pero el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado, dijo a la multitud: "Los días de trabajo son seis; vengan durante esos días para hacerse curar, y no el sábado". El Señor le respondió: "¡Hipócritas! Cualquiera de ustedes, aunque sea sábado, ¿no desata del pesebre a su buey o a su asno para llevarlo a beber? Y esta hija de Abraham, a la que Satanás tuvo aprisionada durante dieciocho años, ¿no podía ser librada de sus cadenas el día sábado?". Al oír estas palabras, todos sus adversarios se llenaron de confusión, pero la multitud se alegraba de las maravillas que él hacía.
Comentario
Jesús acudía a las
sinagogas o Escuelas de la Palabra que había en cada pueblo judío para enseñar
a la gente que cada sábado se reunía para escuchar la lectura de la Escritura.
En la entrada se encontró una mujer completamente doblada por su enfermedad.
Las mujeres en aquella época se quedaban en la entrada de la sinagoga o en un
lugar aparte, separadas por una reja. Ellas eran seres humanos de segunda clase
y se contaban entre las posesiones del varón. Estaban atadas a una sociedad que
las ponía en el último lugar y doblegadas por un sistema que nos les daba
alternativa para valorarse a sí mismas.
Jesús llama a la mujer, y
la libera de todos los prejuicios que la sociedad le había impuesto. Prejuicios
que seguramente la atormentaban tanto que le causaban perturbaciones mentales,
interpretadas como una posesión demoníaca. La palabra que Jesús le dirige es un
reconocimiento de la libertad que debía gozar como ser humano. Más aún, el
contacto físico al imponerle las manos, rompía con todos los preceptos que
prohibían entrar en contacto con un enfermo. La mujer, al contacto con Jesús se
endereza y alaba a Dios. Antes era sólo una víctima de una sociedad excluyente,
ahora es una mujer liberada que se incorpora al servicio de Dios.
Esta acción liberadora
provoca un choque con el jefe de la sinagoga. Éste no admite que haya roto
todos los preceptos y, sobre todo, que haya curado en sábado. Jesús le responde
poniendo en evidencia la falsa piedad de los presentes. Pues, si uno procura el
bien de unos animales, ¡cómo no realizar el bien a favor del ser humano! La Ley
no debe ser excusa para efectuar el bien y la justicia.
La enseñanza de este
episodio se concentra en los verbos atar y desatar. La labor de Jesús no es
amarrar a al gente con preceptos, normas e infinidad de cosas que no le ayudan
a ser libre. La misión de Jesús es liberar, y se concentra en aquellos que
están más oprimidos. El pueblo, entonces se siente feliz por que Dios actúa
cambiando el estado de las cosas haciéndolas más favorables para la vida de
todos.
Servicio Bíblico Latinoamericano