¡Amor y paz!
Al continuar la ‘oración sacerdotal’, Jesús manifiesta su gran amor y misericordia; confiesa lo que ha hecho y cómo lo ha hecho; reconoce las dificultades que sobrevendrán a los discípulos; pide para ellos la protección divina y los envía al mundo, a evangelizarlo.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el evangelio y el comentario, en este Miércoles de la VII Semana de Pascua.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Juan 17,11-19.
Ya no estoy más en el mundo, pero ellos están en él; y yo vuelvo a ti. Padre santo, cuida en tu Nombre a aquellos que me diste, para que sean uno, como nosotros. Mientras estaba con ellos, cuidaba en tu Nombre a los que me diste; yo los protegía y no se perdió ninguno de ellos, excepto el que debía perderse, para que se cumpliera la Escritura. Pero ahora voy a ti, y digo esto estando en el mundo, para que mi gozo sea el de ellos y su gozo sea perfecto. Yo les comuniqué tu palabra, y el mundo los odió porque ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del Maligno.
Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Conságralos en la verdad: tu palabra es verdad. Así como tú me enviaste al mundo, yo también los envío al mundo. Por ellos me consagro, para que también ellos sean consagrados en la verdad.
Comentario
El mundo, entendido como creación, es algo bueno y bendito por Dios. Es el escenario de la realización humana. Sin embargo, el mundo puede ser dominado por las fuerzas del mal y entonces se convierte en terreno abonado para el ejercicio de todo tipo de egoísmo. En este sentido, el mundo puede llegar a ser el Reino de los poderosos, para quienes el ser humano sólo vale por su rendimiento económico. En esta clase de mundo injusto se encuentran los discípulos, que van ser confrontados por las mismas fuerzas que están eliminando a Jesús. Aunque estos discípulos aún son débiles en el seguimiento del Reino, sin embargo no son del mundo, no están aún atrapados por él.
Jesús ruega, con toda su alma, para que el Padre los preserve del mundo y del Maligno. Esto significa que la tarea del discipulado es instaurar, como lo ha hecho Jesús, un modelo de convivencia humana alternativo al que el Maligno ha logrado establecer. Para esto los discípulos necesitan ser preservados de estas fuerzas negativas, que llevan a pensar la sociedad como un campo en el que son necesarias las clases sociales y la existencia de ricos y poderosos, para que los pobres tengan de qué vivir. Preservar del Maligno a estos discípulos es impedir que su conciencia sea atrapada por el poder del egoísmo.
Sin embargo, Jesús no se contenta con guardar una posición sólo preventiva frente al mundo injusto. Es necesario que a esta clase de mundo le llegue también el mensaje de salvación, la invitación a la conversión. En la medida en que se anuncie el Evangelio, la Buena Noticia de que de los pobres (y pobres de espíritu) es el Reino de los Cielos, el mundo sabrá que Dios no puede estar con su proyecto de injusticia, con un sistema que produzca pobreza y exclusión. Por eso Jesús habla de que así como él fue enviado al mundo, a dar la Buena Noticia a los pobres, así también él envía a sus discípulos a que hagan lo mismo. La manera de "ev-angelizar" al mundo es hacerle saber que Dios está con los pobres contra la injusticia.
Servicio Bíblico Latinoamericano
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