¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este jueves de la 34 semana del
Tiempo Ordinario.
Dios nos bendice…
Evangelio
según San Lucas 21,20-28.
Jesús dijo a sus discípulos: "Cuando vean a Jerusalén sitiada por los ejércitos, sepan que su ruina está próxima. Los que estén en Judea, que se refugien en las montañas; los que estén dentro de la ciudad, que se alejen; y los que estén en los campos, que no vuelvan a ella. Porque serán días de escarmiento, en que todo lo que está escrito deberá cumplirse. ¡Ay de las que estén embarazadas o tengan niños de pecho en aquellos días! Será grande la desgracia de este país y la ira de Dios pesará sobre este pueblo. Caerán al filo de la espada, serán llevados cautivos a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los paganos, hasta que el tiempo de los paganos llegue a su cumplimiento. Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, los pueblos serán presa de la angustia ante el rugido del mar y la violencia de las olas. Los hombres desfallecerán de miedo por lo que sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán. Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria. Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación".
Comentario
El cuadro abigarrado y
dramático del evangelio de hoy puede confundirnos. Podríamos sentir que la
crueldad de aquellas horas últimas hace incierto el desenlace de nuestra propia
historia. Mas la intención de Cristo es claramente opuesta a esa incertidumbre:
él pretende, por el contrario, mostrar cómo, aunque se agiten y convulsionen
cielos y tierra, esas horas finales de combate son también las horas iniciales
de nuestra verdadera liberación. El texto, pues, nos habla de un final pero
también de un comienzo. Y la idea es: "aunque todo parezca acabar, no será
así para ti, si tienes puesta tu fe en el que nunca termina."
En otro sentido, es claro
que hay aquí una enseñanza con respecto a Jerusalén. La consigna es:
"¡apártate del epicentro de la catástrofe!" A Jerusalén le ha llegado
su hora, y hay un momento en el que no tiene más sentido pretender sostener lo
que se derrumba; es preciso saber dejar atrás un pasado que no volverá, una
gloria que tuvo su época pero que renegó de su propia vocación.
¿Se ha cumplido ya todo esto por el hecho de
que Jerusalén cayó en el año 70 de nuestra era y fue pisoteada? Hay quienes
entienden que sí; otros piensan que hay un significado permanente en este
texto, un algo que va más allá del siglo I de nuestra era. Lo cierto es que,
aunque nosotros no estemos exactamente en esa situación, porque desde luego la
mayoría de los cristianos estarán o estaremos muy lejos de una Jerusalén física
cuando esto suceda en su consumación última, todos tenemos un algo que dejar,
un algo que abandonar y por eso necesitamos una conciencia ágil y un corazón
libre y dispuesto a partir.
Si Cristo dice que se acerca nuestra liberación y
nos aferramos a lo que ya no será, querría decir que preferimos nuestras
esclavitudes a su libertad.
http://fraynelson.com/homilias.html.